Cap. 5 | Tan cerca y tan lejos.

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Diego Brando había sido siempre un niño bueno, su madre estaba orgullosa de él y de todas las buenas cosas que hacía, era la luz de su vida, su razón para vivir. Él se sentía tan feliz cuando veía a su madre sonreír, había crecido en un lugar pobre con gente realmente mala pero ella le hacía creer que no todo estaba perdido, haría lo que fuera con tal de ver sonreír a su bella y joven madre que lamentablemente no lo acompañó mucho tiempo en vida.

Sin aquella mujer, Diego se desvió de la actitud que tenía con ella, era un tramposo, narcisista y a lo que muchos llamarían un descarado... No obstante, jamás actuó con malos fines, nunca quiso dañar a alguien que no se lo mereciera, siempre fue justo y le dió lo que merecía a cada uno de sus oponentes. Si dejarse perder beneficiaba a su contrario para bien, con gusto se dejaba dar una golpiza pero si su contrincante era alguien avaricioso, no, jamás. Aprendió a fingir, a mentir, a falsificar cosas... ojalá su madre jamás se entere en el más allá de lo que hace su amado niño.

¿A qué llegamos con todo esto? Al joven Joestar. Diego sintió una calidez conocida, una que capaz había vivido antes con su madre, pero ligeramente diferente si hablamos de sus sentimientos. Se sentía extrañamente en casa cuando hablaba con él, pero, no lo veía como su madre o como algún familiar, sólo se sentía demasiado tranquilo cuando platicaba con el rubio.

Falsificar su firma le dolió más de lo que creería, estuvo practicando miles de veces en una hoja de cuaderno, miraba la firma que Johnny había dejado en el contrato al aceptar los términos del edificio. Pudo hacerlo, pudo copiarla de forma que se viera totalmente creíble... Y firmó la hoja que pedía sacar a Gyro Zeppeli del edificio.

Sonrió satisfecho de su trabajo mientras entregaba la petición a su jefe. El hombre dueño de los departamentos verificó que todo estuviera en orden y asintió a la nada, con aires de que le importaba poco. Luego de cruzar pocas palabras, Diego salió de la oficina de su patrón y, feliz, regresó a su lugar de trabajo a unas cuantas calles de distancia.

El joven Zeppeli no se encontraba en casa, así que el proceso de desalojo sería más rápido y podrían evitar alguna clase de reniego por parte del italiano. Diego estaba fuera de la propiedad del mencionado con una copia de su llave, velozmente y sin problema pudo abrir la puerta y, con la mirada de varios vecinos, incluyendo a Hot Pants, se adentró a aquel departamento.

—Este lugar huele a mierda. –mencionó el portero, nada sorprendido por el aspecto del interior o del olor, parecía que un vagabundo vivía en ese lugar.

Fuera del lugar, Hot Pants miraba atenta a la puerta que daba al hogar de Johnny, él no había salido y estaba mejor así, pues aún no tenían respuesta de su negación a querer correr a Gyro del edificio. No querían investigarlo a las malas, era preferible que su ida fuera una sorpresa para el americano, así no le quedaría de otra.

Volviendo con Diego, este había entrado equipado con varias bolsas negras para la basura y guantes que le permitieran tocar cualquier superficie asquerosa, habían muchas de ellas en ese departamento.

Mucha basura, cucarachas y vasos con líquidos desconocidos estaban repartidos por todos lados, Brando había sido demasiado hábil en tirar todo y limpiar el piso el poco tiempo, parecía estar experimentado con cosas así pero todo lo contrario; sólo era un hombre limpio, un obsesivo compulsivo que sabía qué hacer en situaciones como esa.

Pasados los minutos, unos cuarenta aproximadamente, los vecinos chismosos del lugar se habían ido, o bueno, la gran mayoría quedando a la espera dos de ellos: Hot Pants y el joven Lettiere, él vivía en el mismo piso que Johnny y Gyro, así que él era el más adecuado para espiar, Pants platicaba con él para hacerse la despistada.

Esa misión de sacar todas las pertenencias de Gyro al pasillo estaba siendo un completo éxito, sin embargo la buena suerte que poseían se había esfumado. Por las escaleras iba subiendo un ya drogado Gyro Zeppeli, le costaba mover su propio cuerpo pero cumplía con su meta de llegar al piso correspondiente. Hot Pants se exaltó de mirarlo y, sin despedir o dar explicación a Lettiere, se fue corriendo al interior del departamento del italiano, buscando a Diego.

—¡Gyro está afuera, corre, sal! –gritó ella desde la entrada, no había caminado mucho.

El lugar estaba casi limpio, Brando estaba terminando de trapear el piso en el momento que fue interrumpido con tan inesperado aviso; pero no le asustaba, el trabajo ya estaba hecho.

—No te preocupes, Pants, considera que ya está en la calle, no hay nada de él en este lugar. –el rubio le sonrió, seguro de sus palabras.

Segundos después, Gyro ya estaba detrás de la pelirrosa, claramente enojado y confundido por lo ocurrido, sus ojos estaban rojos, no podía negar que estaba drogado.

—Gyro... –murmuró la americana, temerosa de alguna reacción violenta que pudiera generarse.

—Hijos de perra. –dijo Zeppeli, tomando casi inmediatamente el brazo de la mujer, empujándola con rabia hasta hacerla caer.

Diego soltó la escoba y rápido fue a ayudarla a levantarse, frunciendo el ceño.

—Imbécil, ¿Cómo se te ocurre? –terminó de levantarla y se posicionó frente a ella a modo de escudo humano. —Mírate, vienes drogado y golpeando a una mujer, ¿Es que acaso tienes algo de hombría? Eres una mierda, un estorbo para este edificio y sus inquilinos.

Gyro se rió, extrañando a los presentes. La fuerza física del italiano podía derribarlos a ambos si Diego se descuidaba, pues él sí podía hacerle frente si seguía atento y listo al enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Zeppeli esperaba eso, esperaba que se distrajera para poder dar un segundo ataque.

Pero, una persona ajena a la escena gritó desde lo lejos.

—¡¿Qué está pasando?! –era Johnny Joestar, sentado fuera de su departamento, confundido igualmente por ver las pertenencias de su vecino fuera en el pasillo.

Diego movió la cabeza hacia un costado del cuerpo del italiano, queriendo ver al rubio. Esa fue la distracción que Zeppeli esperaba, pues no titubeó en tomar a Diego por sus rubios cabellos y, a jalones, tirarlo en el piso con el propósito de pisarle el cuello, provocando así la sensación de asfixia en el británico que en esa posición no podía defenderse.

Hot Pants quedó anonadada, asustada, ella no era ni la mitad de fuerte que cualquiera de esos hombres. Miró a Johnny, él se acercaba arrastrándose tal vez buscando parar el ataque pero Pants sabía que no sería de mucha ayuda y probablemente saldría lastimado. Si ella no actuaba con rapidez, la tragedia se haría presente. Con las manos temblorosas pero decidida, tomó el trapeador y cual piñata empezó a golpear el cuerpo de Gyro en repetidas ocasiones, cada vez con más fuerza hasta hacerlo quitar el pie de Diego.

Una curiosa forma de atacar, pero dió frutos.

—¡Pants, detente! –exclamó Johnny aún en el suelo, la chica seguía golpeando al italiano ya no sólo con el palo, también lo pateaba por razones desconocidas.

Estaba liberando su odio, tal vez.

Diego tosía en el piso y recuperaba el aliento, su vista se había puesto borrosa. Joestar se aproximó al portero luego de percatarse, palmeando la espalda del británico y acomodando sus cabellos.

—¿Estás bien? –le preguntó.

Pero Diego no aguantó. Con el ruido de un palo rompiéndose en la espalda de Gyro y con las manos de Johnny acariciando su cabello, Brando se desmayó y quedó tirado en el piso.

No te defiendas [GyJo]Where stories live. Discover now