Cap. 3 | Un poco de ayuda.

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—Maldita sea, desde que llegaste todos se comportan extraño, ¿Cómo que un tipo raro te miró en medio de la noche en el pasillo? ¿Quién era? –preguntaba el portero del edificio al inquilino Johnny, quien recién le había comentado lo que ocurrió la noche anterior cuando quiso recuperar su silla de ruedas con su vecino el drogadicto. Ambos se encontraban en la casa del joven americano.

—No lo sé... Me asusté mucho, pensé que de verdad vendría la policía. –Joestar tomó un sorbo a su café frío, luego Diego lo imitó.

—Por eso ni te preocupes, nadie aquí es tan valiente para hacer eso y mucho menos el tipo que me mencionas, es un cobarde, me sorprende que haya tomado el valor de salir a detenerlos, siempre espera a que alguien más lo haga, sólo observa. –el menor se extrañó, en la noche lo último que hubiese pensando es que el hombre que detuvo sus gritos era un cobarde.

—¿Por qué dices eso? Yo lo ví muy decidido a golpearme incluso. –añadió.

—¿Beerlin Lettiere? Nah, sólo quiso hacerse el héroe, es un tipo para nada social que espía a las chicas desde la ventana de su casa. Hace unas semanas lo señalaron de haber estado acosando a una mujer... La seguía a su trabajo y mierdas así. –Diego nunca habría tomado confianza tan rápido con una persona, menos si era menor a él, pero Johnny parecía confiarle todo lo que le ocurría y a vista de que probablemente él era su único amigo por el momento, no le costaba nada deshacerse un poco más.

—Bueno... Igual, no pude conseguir mi silla de ruedas de vuelta y en serio que la necesito, ¿Qué me recomiendas hacer? No puedo pagar una ahora mismo. –Johnny puso la palma de su mano sobre su frente, le había estado doliendo la cabeza toda la mañana, no pudo dormir debido al susto de ser arrestado y ahora que sabía que eso no ocurriría debido a las pocas agallas de ese vecino, le molestaba saber que le amenazaron así.

Diego se rascó la nuca y dejó caer su peso en aquel cómodo sofá; si el dueño de la silla no tenía idea, mucho menos él. Abultó los labios pensando intensamente pero su única idea fue el pedirle ayuda a algún vecino.

—Le hablaré a alguien para que te eche una mano y así no te estés arrastrando por el suelo... –miró a Johnny unos segundos, le daba algo de lástima su condición. —Hay una mujer estadounidense en el piso de abajo, ¿Te gustaría que fuera ella? Así podrían hablar en inglés.

La propuesta de Brando fue del agrado del menor. Le agradaba eso de hacerse amigo de una paisana, tal vez hasta podría enseñarle y mejorar el italiano que manejaba el cual estaba lejos de ser perfecto. Emocionado asintió a sus palabras y Diego pudo suspirar y sentirse tranquilo de momento. Se levantó y, luego de sonreírle otra vez al nuevo vecino, habló.

—Lo mejor será que vaya por ella de una vez. Es una mujer amable, de seguro aceptará ser tu mano derecha... Vuelvo en un instante. –dicho esto, salió de la propiedad ajena.

Se fue a paso rápido por las escaleras y tocó el timbre del apartamento número trece, mismo donde Hot Pants descansaba en su habitación luego de una jornada de trabajo el día anterior. No dormía, leía un libro en completo silencio... Claro, fue así hasta que Diego le interrumpió. Molesta por tan repentino llamado se aproximó a la puerta, al abrirla su rostro semi-enojado cambió a uno indiferente, deseando internamente que no le fuese a pedir algún favor.

—Hey, Pants... Buenas tardes. –saludó el rubio. —Verás, necesito que me hagas un...

—No comiences, Dio. –interrumpió la pelirrosada. —No te haré ningún favor, hoy es mi día libre y lo último que necesito es tener que hacerte favores.

La poca paciencia del mencionado se esfumó, no había nada que le molestara más que eso, que no le dejaran terminar de hablar.

—¡Ni siquiera es un favor que me beneficie! –exclamó irritado. —El vecino nuevo del piso de arriba, Johnny, sufrió de un robo.

No te defiendas [GyJo]Where stories live. Discover now