A Carlos Sainz , su equipo le da un ultimátum. Tiene que cambiar su actitud o el año que viene lo echan de la escudería. Arrogante, engreído y prepotente, nunca está dispuesto a admitir que la culpa es suya. Pero toda esa fachada de tipo duro, se ca...
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Cojo mi camiseta que descansa en una de las sillas y me la pongo mirando por la ventana. Miro el paisaje de fuera y me quedo unos segundos pensativo. En todo lo vivido ayer. En la victoria. En la celebración. En ella y en sus besos. En como nos dejamos llevar en el asfalto del circuito. En todo lo que vino después.
Apoyo la palma de la mano en el frío cristal y no reprimo la sonrisa que quiere salir de mi boca. Valeria. Mi hechicera. Ladeo mi cabeza para mirar como aún duerme. La sábana apenas tapa su espalda desnuda, esa que anoche recorrió mi boca, centímetro por centímetro.
¿Qué es un puto sueño tenerla así? No, no lo es. Porque todo esto es tan real como poder rozar su piel con mis dedos.
Mia. Esa palabra resonó ayer en mi cabeza constantemente. Creí que al estar con ella la voz que la reclama se apagaría. Pero no, ahí está con más fuerza.
¿Será verdad que ella es mía?
¿Quiero que lo sea?
La respuesta es muy obvia hasta para mi.
Por lo menos, ahora lo es. Con sus condiciones. Pero lo es. Estamos. Esa es la palabra que yo mismo usé para definirnos. Pues Estamos entonces. La tengo a mi lado. La tengo en mi cama. Sería gilipollas si no aceptara lo que ella me ofrece. Ahora Valeria es mía. Lo demás me importa una mierda. Al final le estoy haciendo caso a Charlie. En lo de pasar página y arriesgarme de nuevo con alguien.
Y Valeria no es arriesgarse, es saltar sin paracaídas.
Toda la noche con ella. Dando rienda a esa pasión que llevo tiempo conteniendo. A mis ganas por mi hechicera. A querer que durmiera conmigo cuando no soporto que ninguna tía lo haga.
A querer algo más porque ese más es ella.
Estamos.
- ¿Qué hora es?
Valeria se da la vuelta y me mira aún adormilada. Emite un pequeño bostezo y acaba riéndose.
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