★Capítulo 11★

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"Cómo desearía estar bromeando contigo

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"Cómo desearía estar bromeando contigo..."

Too serious - The neighbourhood

★★★

—¿Cómo que te besó? ¿Se besaron? —me interroga Dylan en cuanto le cuento lo que pasó antes de subir al escenario.

—No, no nos besamos, ella me dio un besito. No tuve tiempo de reaccionar, me quedé duro y solo fue un segundo —Recuerdo el momento y me pongo nervioso de solo hacerlo—. De todos modos no sé qué hubiera hecho.

—Besarla también, ¿no? Digo, ella te encanta.

—Sí, pero ya te dije que mi mente no está en sintonía, me gusta un montón pero no quiero ser su novio.

—Hablando se entiende la gente ¿no? —se encoge de hombros mientras me roba una sudadera de forma descarada, en mis narices, aún cuando estoy viendo que tiene al menos diez en su lado del armario—. Te pasas el día entero mirándola como idiota, se tiran indirectas en Twitter, obviamente iba a besarte, hasta se tardó mucho. Si tú me vieras así todo el día te hubiera besado hace rato.

—¿Puedes dejar de robar mis sudaderas?

—No.

—Pero si las tuyas son más lindas...

—Las uso hasta que se les va tu olor, y luego te las regreso, déjame.

A veces es muy raro, pero igual no me quiero despegar de él, nuestra relación es compleja, creo que solo nosotros la entendemos.

La verdad es que no me gusta compartir mi ropa, siempre he tenido esa manía y no sé de dónde viene, pero el primer día que vino a mi habitación le di una sudadera porque él estaba todo sensible y tenía frío, y luego de eso ya no supe decirle que no.

O tal vez no quise.

—¿Qué olor, Dylan, si...?

—Dylan...

—Que te llame por tu nombre no significa que estoy enojado, Bu, solo es tu nombre.

—Suena a que me odias cuando lo dices.

—Perdón —me disculpo con una risa—. Vamos de nuevo: ¿Qué olor, lindo, si ni siquiera las he lavado?

—Me gusta que me digas Bu —comenta, volviendo a evadir el tema de las sudaderas.

—Si mis amigos se enteran que te digo así me van a matar, mejor te busco uno original.

—Pero el mío se lo robé a tu mamá, podemos ser los chicos de los apodos robados. —Me observa dudar, así que pone ojitos tiernos e insiste—: Porfa, ¿sí?

No sé por qué me cuesta tanto decirle que no a algo, él lo pide y yo quiero aceptar, así funciona.

—Está bien... —cedo sin pensar en las mil escenas de celos que van a hacerme mis amigos en cuanto lo descubran—. Me va a salir fácil, te lo digo como tres veces al día sin querer.

El sexto integrante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora