ii.

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Me despedí de Erica y de su madre una vez la dejé en casa, rechazando amablemente la invitación de su madre para quedarme a cenar. Tras ello caminé hacia mi casa mientras volvía a escuchar música.

Las cosas habían cambiado mucho desde la inesperada muerte de Billy. Mamá, Max y yo nos habíamos mudado al parking de caravanas y la relación entre las tres se había fracturado. Mi madre había recurrido al alcohol para lidiar contra el estrés que le producían sus dos trabajos. Ahora era casi imposible mantener una conversación coherente con ella.

En cuanto a Max, se había vuelto más...distante. Sé perfectamente que había roto con Lucas, pues lo tuve que aguantar por más de un mes rogándome a cada rato que hablase con ella. Pero aquella ruptura no era lo más alarmante en la actitud de Max. Poco a poco estaba alejando a todos los de su alrededor, incluso a veces intentaba hacerlo conmigo. Dependía únicamente de sus cascos para escuchar música, ignorando así cualquier problema que le rodease. Y cada vez tomaba más pastillas para el dolor de cabeza, demasiado preocupante para una chica de su edad. Intenté hablar con ella en varias ocasiones, pero en todas y cada una de ellas Max negó que estuviese tomando esas pastillas. Pero a mi no me podía engañar, porque era yo la que tiraba los envases vacíos a la basura.

Una vez llegué al parking, pude notar tan pronto como retiraba los cascos que todo estaba mucho más silencioso de lo que solía estar. Visualicé la figura de mi hermana al fondo, junto a la reja. Supuse que estaría dándole de comer al pequeño perro que solía frecuentar el lugar, por lo que me acerqué con calma hacia allí.

-Hey Max. —Dije sonriendo una vez que llegué donde se encontraba, agachándome junto a ella para acariciar al perro. Mi hermana me miró por varios segundos, analizando la ropa que llevaba puesta.

-¿No animaste hoy en el partido, Phoebs? —Preguntó con un tono apagado y extrañado. Negué sonriendo levemente mientras acariciaba al animal.

-No, me tocó cuidar de Erica. —Aclaré mientras la miraba. La chica asintió levemente mientras se incorporaba. —Y tú no acudiste al partido, ¿verdad?

Max me miró en silencio y me dedicó una pequeña sonrisa mientras asentía. Me acordé de Lucas rogándole que fuese al partido, y parece que al final no lo había conseguido. Antes de poder preguntarle algo más, su mirada se desvió hacia la carretera.

-¿Esa no es Chrissy? —Tan pronto como sus palabras se hicieron presentes, mi cuerpo se levantó del suelo y llevé mi mirada hacia donde señalaban los ojos de Max. En ese preciso momento salieron tanto Chrissy como Eddie de la furgoneta del chico. Aquello era lo más raro que podía uno imaginarse. Chrissy Cunningham yendo a la casa de Eddie Munson, de noche.

-¿A qué vendrá Chrissy? No sabía que era cercana a Munson. —Murmuré algo extrañada, provocando que la mirada de Max se posase en mi, incrédula.

-Lo más seguro es que no lo sea. —Respondió Max, haciendo que me girase para verla. —Es decir, seguramente haya quedado con él para comprar...ya sabes.

-¿Droga? —Solté mientras ahogaba una pequeña risa. —Imposible Max, Chrissy nunca tomaría drogas. No son acordes a su naturaleza.

-Es eso o que esté saliendo con él. Y por lo enamorada que se ve de Jason, dudo que le haya puesto los cuernos. —Tras aquella declaración, algo dentro de mí se activó. Tal vez la hipótesis de Max sobre Chrissy y la droga era verdadera, de ahí el extraño comportamiento que ha tenido a lo largo de estás semanas.

-Espérame aquí, Max. Ahora regreso. —Dejé a Max con la palabra en la boca, acercándome con velocidad hacia donde se encontraba la rubia, pudiéndola frenar justo antes de entrar junto a Eddie. —¡Chrissy!

SWEET CHILD O'MINE | EDDIE MUNSONWhere stories live. Discover now