Capítulo 11. La maldición de Dagger.

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     Tuve que dejar de ir a Best Buy en definitiva

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Tuve que dejar de ir a Best Buy en definitiva. Esa parte no me dejaba tiempo para estar con los protectores y ya estaba de más en mi trabajo. Otto lo entendió y me dejó ir sin problema. Mi padre y yo seguíamos fortaleciendo la relación y tenía un poco más de tiempo ya que Aurora me animaba.

Era viernes y decidí llevar a mi novia a cenar de sus pastas favoritas en la ciudad.

—Rachel está tan estresada por las ediciones de su comic que estuvo por lanzarse por la ventana.

Íbamos de regreso al estacionamiento y sonreí. Rachel estaba trabajando duro para que su primer comic saliera en físico. Muchos de sus seguidores esperaban con ansias la publicación de Psiquiátrico y por lo que me comentó, tenía más detalles que el comic en digital y como buen fan que soy de ese comic, tenía que adquirirlo en cuanto saliera.

—Releerlo será todo un placer.

—Yo los estoy leyendo pero me dan terror. Todo este tiempo dormí con una psicópata.

Esta vez me carcajeé. Abrí la puerta del copiloto y en eso se activó mi olfato.

Estaba oscuro pero podía olerlo, ese repulsivo aroma a putrefacción que solo yo distinguía de un civil. Los localicé. Eran dos tipos que estaban acercándose entre la oscuridad del aparcamiento.

Aurora se colocó detrás de mí y yo la cubrí. Era momento de actuar.

—Sube al auto —ordené en un susurro—. Si es necesario, usa el arma que tengo en la guantera para defenderte.

Ella obedeció y yo saqué mi cinta afilada. En sus manos no había ningún tipo de objeto que me preocupara pero no iba a confiarme. Me separé del auto y ellos se dejaron venir. Pateé al primero y al segundo le enredé mi cinta para cortar su cabeza al instante.

Pero de pronto ya no eran dos. Había otro que logró abrir una puerta del auto y lanzó algo en su interior. Aurora disparó y noté por una fracción de segundo como la bestia aulló mientras escapaba. Usé mi cinta para destrozar la garganta de la segunda bestia y corrí directo al auto. Aurora apenas pudo salir y yo rodeé por el cofre para alcanzar a la bestia. Saqué uno de mis cuchillos y lo lancé con toda mi fuerza hasta clavarlo en la cabeza de la bestia que se desplomó en el suelo.

Regresé con Aurora, tosía y la levanté del suelo.

—Aurora, Aurora, ¿Puedes escucharme?

Sus ojos estaban inyectados de sangre y me miró.

—Mis ojos arden, me duelen.

Miré al auto para darme cuenta que se trataba de una cortina de humo, y no de cualquier humo, era veneno. Abrí las puertas para despejar lo que quedaba del ataque, cubrí mi vista para deshacerme del humo y proteger a Aurora.

—Estarás bien, voy a llevarte a que saquen el veneno.

—Me duele, Ronald.

Podía verlo en sus ojos, su piel estaba tornándose a un tenue rojo y esa era una mala señal. Encendí el auto y acomodé a Aurora en el asiento para llevármela. Fui por mi cuchillo y dejé que los cadáveres terminaran de pudrirse. Con suerte, la gente pensaría que serían animales muertos.

3º FRENESÍ: ¿Para siempre juntos?Where stories live. Discover now