Cuento n°4

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Tierras del Oeste

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Tierras del Oeste. Casa de la Luna, palacio real.

Año 3246, quinto día de la semana - Nueva Era del imperio de Taishō Sesshōmaru.

Sesshōmaru estaba de muy mal humor. Y para no estarlo, ¿cómo te sentirías tú al ver a una panda de buitres carroñeros enviar sin parar cartas de petición matrimonial para cortejar a tu hija?

Estaba tan enojado, tan rabioso, que veía manchas rojas a su alrededor mezcladas por una neblina oscura.

Esa situación ya la vivió trecientos años atrás. Unos días después del nacimiento de Shōri y de haberla reconocido públicamente como su legítima heredera, los miembros del Clan Inu-Yōkai no tardaron en enviar toneladas y toneladas de cartas de petición matrimonial en referencia a sus hijos solteros como futuros pretendientes para su hija. Aquella desfachatez fue vergonzosa. Shōri no tenía ni un mes de vida y esos infelices comenzaron a pelearse entre ellos para ver quién sería la mejor opción para la princesa.

Por Tsukuyomi, ¡por entonces sólo era un bebé!

Los Lores podían llegar a ser muy hipócritas. Y una vez más os preguntaréis, ¿por qué? Pues porque en su momento se criticó duramente de que el nuevo heredero de las Tierras del Oeste fuera un hanyō. Pero claro, como resultó ser una niña, vieron la oportunidad perfecta de arrimarse y obtener algún día el título de "Señor".

Y la marea de las odiosas cartas resurgió cual ave fénix porque Shōri cumplió ayer, ¡ayer! La mayoría de edad.

Desgraciados todos ellos, no perdían el tiempo.

El inu-daiyōkai caminaba con fiereza por los largos y hermosos pasillos de la Casa de la luna, y los sirvientes, con sólo sentir su poderoso yōki crecer por momentos, desaparecían sin dejar rastro. Decir que estaban aterrorizados era poco. El único que permanecía junto a él era Jaken.

Pasaron por los balcones interiores, en donde se mostraba el precioso jardín privado de la familia real. Rebosaban los árboles de cerezo, los arbustos y las flores, y el estanque de las carpas se veía brillante y cristalino. Desde allí, Sesshōmaru pudo ver a Shōri en pleno entrenamiento con O-Ren, el capitán de la guardia de palacio, a quien recientemente había asignado como su instructor de batalla. Se percató de que usaba a Hisaiga, la espada que mandó a forjar para ella.

Sesshōmaru entrecerró los ojos y apretó la mandíbula con fuerza. Odiaba reconocer que Shōri, su pequeña hija, se hubiera convertido en una mujer. ¡Pero a sus ojos seguía siendo una niña! Aquella inocente niña que lo miraba desde su escasa altura y le regalaba una sonrisa pura de amor. Por ende, no consentiría que ningún imbécil tomara su mano.

No hasta dentro de unos mil años, probablemente. Aunque tampoco podía asegurarlo.

━Jaken ━la imponente voz de su amo lo hizo sobresaltar.

━¿Sí, señor Sesshōmaru?

━Ya sabes qué hacer ━soltó sin más y continuó andando.

No hacía falta que su amo se lo dijera. Aun sin habérselo dicho pensaba hacerlo.

━¡Ahora mismo, señor Sesshōmaru! Las bañaré bien de brea y las chamuscaré con mi báculo de dos cabezas ━aseguró fanfarrón y golpeó el suelo con su bastón━. Dejémelo a mí, yo me encargo.

Hace trecientos años, Sesshōmaru le ordenó a Jaken quemar todas las cartas de los pretenciosos miembros del Clan Inu-Yōkai. Una vez más, volvería a ocurrir.

Y se quemarían otras muchas más.

Y se quemarían otras muchas más

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CUENTOS DEL OESTE 西の物語 ━ Sesshōmaru Where stories live. Discover now