Cuento n°6

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Tierras del Oeste

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Tierras del Oeste. Casa de la Luna, montaña Daisen.

Año 3091, sexto día de la semana - Antigua Era del imperio de Taishō Tōga.

Shōri descansaba sobre la hierba del pequeño claro que había encontrado. La traviesa hanyō acababa de fugarse de sus clases de política. Sabía lo importante que era para su futuro conocer el funcionamiento del sistema de gobierno de su país, pero ese día no le apetecía estudiar. No, únicamente quería recostarse y ver pasar las nubes por el cielo. Por lo que, con la ayuda de Tsurara, se escapó de palacio y bajó a la montaña Daisen. Montaña donde la Casa de la Luna se alzaba con orgullo.

Soltó un suave suspiro de placer y cerró los ojos. La frescura del bosque y la suave brisa fueron un consuelo para su alma. Podría quedarse así para... ¡Oh, vaya! Captó el olor de su padre muy cerca de ella. La paz de la cual gozaba se esfumó como el humo. Entró en pánico. ¡Si su padre la veía la castigaría!

Pero ni tiempo tuvo de levantarse cuando la colosal figura de Sesshōmaru aterrizó enfrente de sus narices. Se mostraba en su auténtica forma; un gigantesco perro de pelaje plateado y de ojos azules con escleróticas rojas. Recordó que el día anterior él y su abuelo mencionaron que recorrerían las tierras en sus formas canes.

El daiyōkai gruñó a la espera de una respuesta del porqué estaba ahí, a lo que Shōri se sentó con las piernas cruzadas. Cabizbaja, habló:

━Me he escapado.

Sonó otro gruñido, más grave que el anterior.

━Es que..., es que..., ¡hacía un día tan bonito que no podía resistirme a...! ━no terminó de hablar porque la iracunda mirada de su padre la acribilló silenciosamente.

Sesshōmaru resopló y entornó los ojos. A continuación, se recostó detrás de Shōri, quedando ella de espaldas y recargada en su peludo cuello.

Se había enojado, obviamente.

Shōri gateó y se puso muy cerca de su hocico. Odiaba que su padre se enfadara con ella, incluso cuando se lo tenía merecido. Como ahora. Una de las reglas que le impusieron desde muy pequeña era que no podía abandonar el palacio sin escolta; debía ir acompañada de algún familiar, ir con Jaken o por la ridícula legión de centinelas que los sobrepotectores de su padre y abuelo asignaron a su cargo. Y al escaparse a hurtadillas había infringido deliberadamente la norma más importante.

Apoyó la cabeza y las manos en él. El inu-yōkai, por su parte, la miró de reojo.

━No te enfades, perdóname... ━murmuró Shōri con pena━. No me gusta estar encerrada todo el día, y el maestro Itsuki no pensaba dejarme libre hasta la hora de la cena.

Su padre, a pesar de que la miraba, continuó sin decir nada.

━No me mires así, papá ━hizo un puchero, pero rápidamente desapareció para dejar paso a una radiante sonrisa. De esas que Sesshōmaru tanto amaba━. ¿Sabes que te quiero mucho, verdad?

Sorpresivamente, de la garganta del terrorífico perro brotó lo que parecía ser un ronroneo. La hanyō se carcajeó y besó el costado de su rostro canino. Cualquier molestia que sintiera el príncipe hacia la revoltosa de su hija quedó olvidada por completo.

━Oye, ¿te parecería bien que a la vuelta me llevaras encima?

Su silencio fue traducido como un gesto afirmativo, y minutos más tarde, Shōri se sujetaba al espeso pelaje del lomo del daiyōkai mientras él sobrevolaba la montaña en dirección al palacio.

Cuando los soldados que patrullaban la muralla de la Casa de la Luna vieron al príncipe y a su hija llegar de aquella manera, inmediatamente les recordó a la historia de una guerrera amazona que iba a lomos de su fiel guardián.

Cuando los soldados que patrullaban la muralla de la Casa de la Luna vieron al príncipe y a su hija llegar de aquella manera, inmediatamente les recordó a la historia de una guerrera amazona que iba a lomos de su fiel guardián

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