Parte I: Capítulo cuatro.

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IV

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IV. Destinados a estar juntos

Montecarlo;
Mónaco, 2019.


Para evitar que mamá siga insistiendo que fui a perder el tiempo a California y obviamente para ayudar en casa, comencé a ofrecer mis servicios como maestra de piano. La adinerada familia Leblanc, clientes usuales de la florería de mamá, me contrataron para que les enseñe a sus hijos, un adolescente de 15 años y un niño de 6. Quise renunciar apenas puse un pie en esa casa, o más bien mansión, ya que Bruno, el adolescente, busca mil maneras de coquetear conmigo y Alex, el pequeño, adora saltar y juguetear por todas partes.

¡Me hicieron transpirar tanto el primer día!

Sin embargo, sus padres me ofrecieron una cantidad de dinero tan buena, que decidí quedarme. Necesito juntar dinero para comprar otro teléfono, el mío no volvió a encenderse. Agradezco que Gianna con sus dones en la tecnología haya podido recuperar la mayoría de mis archivos. Tuve que pagar caro ese favor.

Hoy es sábado y sus padres me dejaron con ellos mientras iban a una cena. Quise decirles que soy su maestra de piano y no su niñera, pero me darían el triple de lo que me pagan al día, así que irse no era una opción.

Llevar al pequeño a dormir no fue complicado. Después de enseñarle una versión fácil de "Twinkle Twinkle Little Star" en el piano y de que corriera por todas partes como si fuera un pequeño tornado destruyendo todo, lo único que quería era irse a la cama.

Bruno por su parte, es un caso más serio.

Apenas salgo de la habitación de su hermano, la luz de las velas y una suave pieza musical de jazz llaman mi atención. El chico me sonríe coqueto apenas me ve llegar a la sala en donde tiene montado su espectáculo.

—¿Qué haces? —le pregunto, confundida, levantando los juguetes que su hermano dejó tirados por la sala.

Él acomoda su cabello rubio, dejándolo como un desastre y se me acerca— Monté esto para ti, preciosa.

Es inevitable no soltar una carcajada al oírlo bajar su tono de voz a uno más grave.

—Bruno, debes detenerte.

—¿Por qué? Estamos destinados a estar juntos, bebé.

Apago la música y apago las velas mientras él me sigue, repitiendo varios motivos por los que él considera que debemos estar juntos.

—¡Bruno yo tengo 21 años! ¡Tú eres apenas un niño! —exclamo molesta cuando ya comienza a colmar mi paciencia.

—Es el destino, lo supe cuando te vi a los ojos por primera vez —insiste.

Estoy a punto de responderle, pero el timbre nos interrumpe.

Me dirijo a abrir la puerta con Bruno a mis espaldas y me sorprendo de ver a Charles parado fuera de casa. Su lujoso automóvil negro está estacionado a una corta distancia de la entrada.

¿Cómo evitar un amor prohibido? Where stories live. Discover now