Capitulo XII

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Hazel

Todo era una mierda.

—No fue mi intención lastimarte.

—Te espere. Estuve ahí cuando ella no lo estuvo—Recogí mis cosas, limpie con la manga de mi abrigo mis mejillas— Es muy tarde para un perdón, Lucas.

—Hazel.. ven—Su voz se quebraba en cada palabra—Quédate.

¿Yo era la culpable? ¿Yo lo había jodido? Te equivocaste en creer que me iba a tragar ese estúpido cuento, Anderson. Cómo podía ser tan idiota, yo de verdad creí en el.

Luces.

Voces.

Llanto.

—¡Hazel! ¡Estoy aquí! ¡Joder, estoy aquí!

—¡No puede pasar!—Una voz desconocida intervino entre él y yo.

—Abre los ojos, no los cierres, cariño—¿Era un doctor?

Todo paso tan rápido, mis recuerdos junto a él. Antes que todo se volviera negro, antes que dejará de escucharte puede vivir todos nuestros momentos juntos.

¿Por qué antes de irme todo lo que vino a mi mente eras tú?

Mis ojos no dieron más, solo los cerré y con ello cerré nuestra historia.

¿Oh, no?

Esto solo es el inicio de todos nuestros momentos, solo estábamos dando un pequeño adelante de todo lo que pudimos ser.

Lucas

—¡Estoy aquí! ¡Joder, estoy aquí!—Mi cuerpo temblaba, gritaba una y otra vez. Omar y Micaela me tomaron de los hombros, deteniéndome.

—Carajo, ¡Cálmate, Lucas!—Micaela dejo de tirar de mi, haciendo que casi cayera con Omar.

—No puede pasar—la enferma se puso al frente, interrumpiendo el paso—Lo siento. Debe esperar aquí, noticias de la paciente—Despues de lo dicho, desapareció de nuestras vistas.

Esta es tu maldita culpa, si tan solo te hubieses dado cuenta de que Jenny no era para ti.

—Mierda—Solo pude maldecir en voz baja. Me dejé caer en una de las sillas de espera a lado de la castaña, Micaela temblaba del miedo a lo que le pasara a Hazel.

La mirada de Omar era totalmente penetrante encima mío, su ceño estaba fruncido y no desviaba ni un solo segundo su mirada—¿Que fue lo que pasó?—Su tono era frío y ronco, tenía sus manos sobre sus rodillas inclinándose hacia delante—¿La dejaste sola? ¡Responde, carajo!—No lo reconocía, nunca había visto a ese pelinegro enojado. Las palabras no salían de boca, este solo bufó y arrimó su espalda contra la silla—Pensé que era totalmente diferente, Lucas. Pero eres una basura al igual que tú noviecita—Omar se levantó de la silla, Micaela le siguió el paso dandome una mirada de desaprobación.

—¿Esto puede salir peor?—Me pregunté a mi mismo en voz baja.

—¡Lucas Anderson!—No logré reaccionar a tiempo, cuando tenía al hermano de Hazel dándome un golpe en la cara.

Si, si pudo salir peor.

—¡Cálmate!—Llevé mi mano al ojo, me ardía como la gran mierda.

—¡¿Que me calme?! ¡¿Cómo quieres que me calme si mi hermana puede estar muerta?!—Alberto tomo de mi camisa, acorralandome contra la pared.

Su puño iba de nuevo a mi cara, pero esa noticia dolió más que cualquier golpe—¿Familiares de la señorita Collins?—Un doctor con una guantes de látex con sangre, su uniforme igual que manchado, captó la atención de mi agresor. Los dos corrimos ante el llamado, el doctor solo nos dió un suspiro largo y amargo que pudimos apreciar—Lo siento tanto.

El mundo se detuvo. No, mi mundo se detuvo porque ella lo era. Hazel era mi mundo, y fue tarde cuando me di cuenta de lo importante que esa pequeña goro era la indicada.

—No, no, no—La voz fría de Alberto, se había vuelto en una débil y frágil. Había partido en llanto después de la noticia, el se tiró en mis brazos dándome un abrazo. Yo se lo había aceptado, por muchos golpes que me podía dar, ninguno fue tan doloroso como ese golpe.

—Mi pequeña—Los sollozos de Alberto junto a los míos, hacían eco por todo el pasillo del hospital. Omar se nos unió echo un mar de llanto.

Dos horas.

Habían pasado dos horas después de haberla perdido, todo había sucedido tan rápido que aún no puedo tragar esa noticia. Nos dejaron verla, y el corazón se me hundió en el pecho. Si tez más pálida de lo normal, sus ojos cerrados, cubierta por una manta blanca entre otros cuerpos. El ambiente era pesado y sentía todos los recuerdos que tuve a su lado en pequeños fragmentos rápidos. Esa misma tarde me había dicho de sus sentimientos, yo me di cuenta de lo estúpido que fui. Después nos encontramos en este lugar.

Hazel Collins, 7:23 p.m. hora de muerte.

Esa frase nunca se me va olvidar. Hace unas horas la estaba viendo, dándole un abrazo y después pidiéndole que se quede. Para perderla para siempre.

Me gustas, maldita sea, date cuenta.

Te extrañe, mi pequeño goro.

¿Por qué no te detuve unos minutos más? ¿Por qué tuve que joderlo? Yo tuve la culpa de esto, maldita sea eres un un idiota Anderson

Su voz, su enojo, simplemente ella.. y ahora no hay nada. Nunca te dije un te quiero, tampoco un gracias por quedarte conmigo. Ahora solo puedo pensar en todo lo que pudimos ser.

Es mi turno de contar nuestra historia, pequeña goro. Tu nunca lograste ver cómo hablaba de ti, pero ellos lo leerán por ti.

¿Este? Este es solo es un adelante de la historia, los recuerdos de Hazel junto este libro son el comienzo de los que ellos dos fueron en verdad.

Démosle una bienvenida a Lucas Anderson, es tu turno de contar tu versión y terminar con esto. Una pequeña introducción de doce recuerdos, todos los recuerdos de ella antes de morir fueron junto a ti y aún así nunca te diste cuenta de lo valiosa que era ella. ¿Tuviste que perderla para darte cuenta? ¿Tenía que morir para extrañar su voz? ¿Sus abrazos? ¿Sus sonrisas?

No fueron pareja, pero aún así lograron ser algo. Lograron ser ellos, solo el poste y la pequeña goro.

Siempre fuiste tú, Anderson.

Nunca se tomaron una foto, pero hay una en la que aparecen los dos. ¿No es así, Micaela?

Nos vemos en otras historias ;)

Fin de la introducción

Todo lo que no pudimos serWo Geschichten leben. Entdecke jetzt