Ser omega en un mundo dominado por Alfas es extremadamente difícil.
JongIn es un omega que apenas puede sobrevivir solo, la mayoría del tiempo evita a los imponentes Alfas.
Pero el destino le tiene preparada una terrible sorpresa... Está destinad...
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El señor Kim había decidido comprometer a su hija menor Jinha con el hijo menor del señor Park, un empresario que comenzaba a destacar en el negocio de los bienes raíces.
Jinha era conocida por su particular belleza, una omega que destacaba de manera natural ante los demás; poseía una piel ligeramente bronceada que lejos de ser algo poco atractivo, llamaba mucho la atención, su rostro era fino y delicado y unos labios sensuales que invitaban a ser besados.
Muchos alfas deseaban tener su atención, había invitaciones y propuestas de alfas importantes y poderosos, pero para el señor Kim no había mejor propuesta que la del señor Park, sería una gran asociación y su hija quedaría dentro de una buena familia.
Cuando Jinha fue presentada con Park Moonsik, el alfa quedó encantando ante hermosa belleza, fue amor a primera vista. Él no tenía nada en contra de las omegas como lo hacía su hermano mayor. Él estaba feliz de contraer matrimonio con tan hermosa mujer.
Jinha por su parte se sentía atraída por el nuevo jardinero que cuidaba el jardín de la residencia. Era un alfa de bajos recursos, pero realmente atractivo, su mirada la cautivaba con aquellos ojos color miel, su corazón latía aceleradamente cada vez que estaba cerca de su aroma amizclado con un toque de mentolado. Nunca se atrevió a acercarse a él, sabía que era algo imposible, ella se casaría con el alfa Park en tres meses, no deseaba esa boda a pesar de que el alfa la trataba como una preciada joya. Pero era su destino y no podía hacer nada al respecto.
Todo cambió una tarde. Ella regresaba de la universidad, debido a su estatus social tuvo el privilegio de ser aceptada. Vió al joven alfa secándose su sudor debajo del deslumbrante sol, ella sentía que algo dentro la encendía. Trató de ignorar su presencia y continuar su camino al interior de su casa. Pero una mano la detuvo, era grande, áspera, muy fuerte, y eso la calentó aún más.
- Señorita- el atractivo jardinero le entregó una rosa roja, cortada de su propio jardín- sólo deseaba darle esta flor...
- Gracias- respondió con un sonrojo en sus mejillas. Pero eso fue como un detonante dentro de su cuerpo, ese simple intercambio desató su celo.
Su aroma floral estalló, haciendo perder cualquier cordura al joven alfa. Entre lapsos de conciencia ella se vió dentro de aquél cuarto de herramientas, acostada en el suelo, siendo tocada por aquellas manos ásperas y rasposas, pero que la hicieron sentir tan excitada.
