Capítulo XX parte 2

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Annelise se dio cuenta que, la anciana que tenía delante, era la misma que decía ser una bruja y, en efecto, lo era. Estaba viviendo la profecía en la que le había dicho que sería protagonista.

⏤El ciervo... tenías... tenías razón ⏤ murmuró Annelise.

Greine la pudo escuchar y se acercó.

⏤Lo sé. No quisiste creerme ⏤respondió colocando su mano sobre el hombro de la castaña⏤. Cúrales. Practicarás tus límites.

⏤Pero... tengo un mal augurio, la profecía que mencionaste... ⏤insinuó Annelise. Ivette alzó la cabeza al escuchar esas palabras y desvió confundida la mirada a Greine.

⏤Ya hablaremos. En otro momento ⏤respondió seca volviendo a la cocina.

Annelise asintió y avanzó por el pasillo en busca de su cuarto. Aunque todo se estuviera volviendo más extraño, algo la hacía confiar, igual que cuando tenía diez años.

Max, sujetando a Rhys, avanzó tras la castaña de ojos azules. Dejó al pelinegro en la primera habitación, tendido sobre la cama.

⏤Con cuidado ⏤ordenó al guardia, tan oscuro de piel como de cabello. Siguiendo sus instrucciones, Max lo tumbó en la cama.

⏤Aunque le cure deberá descansar ⏤decretó Annelise viendo la gravedad de sus heridas⏤. Algunas son con reliquias malditas. Menores por suerte, pero... no podré hacer mucho en ellas.

Desde el cuarto se escuchaba la discusión que Ivette y Greine mantenían en una habitación algo alejada.

⏤¿Por qué no me habías avisado de que conocías a una de las integrantes de la profecía? ⏤preguntó la joven indignada. Ivette pensaba que tenía la confianza de Greine, parecía equivocarse.

⏤Lo sabes perfectamente... ⏤intentaba justificarse la anciana que la miraba con ojos perdidos pero piadosos.

⏤Lo sé, pero... ⏤ se quejaba Ivette rodando los ojos. Sabía que si continuaba hablando sus lágrimas delatarían el dolor que sentía.

⏤También eres una elegida. Cielo... ⏤intentó reconfortarla Greine, agarrando los brazos de la pelirroja.

⏤Creo que necesitan mi ayuda, debo irme.

Ivette cortó la conversación con bastante amargura. Salió de la habitación en la que se habían aislado para poder hablar con más intimidad.

Agarró su capa de uno de los sillones del salón. Recibiendo una mala cara por parte de Riel que recibió un codazo inintencionado de la pelirroja.

Ignorándole y sin pedir perdón, corrió hacia el exterior. Chocando con una distraída Astrid que, como anteriormente hacía Annelise, observaba cada rincón del lugar.

Sus miradas se cruzaron. La pena del rostro de Ivette no se pudo seguir camuflando. Una pequeña lágrima corrió por su colorada mejilla, que evitaba seguir mirando a Astrid. Si continuaba, la dulce y comprensiva mirada de la pelinegra solo conseguiría que muchas más lágrimas corrieran tras la primera.

Astrid, sin pensárselo, le siguió al exterior parando solo para recoger su capa. Al salir, miró a ambos lados en busca de Ivette, pero no había rastro. Desvió la mirada al suelo buscando huellas que indicasen el rumbo tomado.

Desde muy jóven la habían entrenado para ser una cazadora. Tanto de animales como... de personas. No había ser que se le escapase, ni pista que no encontrase.

Tocó unas leves y finas pisadas con la punta de sus ásperos dedos. Por la frescura de la huella y forma de los zapatos, eran de Ivette.

Avanzó hacia la dirección en la que había marchado, corriendo para alcanzarla. Algo en su interior no podía permitir que le ocurriese nada. Sin duda, Ivette, se había convertido en una persona muy especial. Con cada zancada, bajo sus pies crujían las hojas caducas que habían caído de los árboles.

Augurio ✔️ (Completa)Where stories live. Discover now