capítulo 2

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Rosie caminaba hacia la parada de autobús cuando alguien corpulento salía de entre las sombras del edificio de oficinas.
¿ Rosie?  Llevo horas esperándote se quejó el hombre. El poco  buen humor que le quedaba a Rosie cayó como el plomo. Era Jason, el novio de su antigua compañera de piso. Mel.
Rubio y de ojos azules, tenía el físico de un culturista y su tamaño hacia que pareciera amenazador. A ella la molestó que se atreviera a esperarla cuando le había dejado muy clara su falta de interés. Alzó  la barbilla y una fiera iluminó sus ojos.
¿Qué haces aquí? ¿ Por qué ibas a esperarme?  Pregunto acusadora.
  Porque quería verte, hablar contigo, nada más contestó Jason, con expresión autoritaria.
Pero yo no quiero hablar contigo, Rosie intentó sortearlo y seguir su camino.
Me merezco la oportunidad de hablas contigo Rosie Jason cerro una mano enorme sobres su antebrazo para  retenerla.
¿ Por qué crees que te mereces nada? Exigió Rosie, airada por su persistencia. Estaba cansada y harta, y tenía que levantarse pronto al día siguiente. Lo último que necesitaba en ese estado de ánimo era una confrontación con un hombre que ya había causado muchos problemas en su vida privada.  Gracias a tu egoísmo, perdí mi amistad con Mel,  y mi casa
Mel y yo hemos roto. Soy un hombre libre dijo Jason con suficiencia. por eso estoy aquí.
No estoy interesada, ¡Sultanes, Jason! Exclamó Rosie impaciente, intentado liberarse.
Tranquilízate, Rosie. Como ya te he dicho, solo quiero hablar contigo...
¡Suéltame! Gritó Rosie, furiosas porque la sujetará contra su voluntad.
¡ Ahora mismo!
¡ Suelta la dijo una voz serena pero autoritaria.
Jason se dio la vuelta, arrastrando a Rosie con  el,  aprendido la mano hasta hacerle daño.
¿ Qué diablos tiene esto que ver contigo? exigió, agresivo.
Rosie miró con desconcierto a Alex kolovos. Debía de haber visto la escena cuando salía del edificio.
Jason estaba lívido de ira.
Suelta a Rosie ordenó alexius, con el rostro duro como el granito.
No te metas en esto urgió Rosie, intentado liberarse de nuevo de la garra de Jason.
Aunque acudir al rescate de una damisela en apuro no cuadraba con su estilo, Harry no lo dudó. Era  obvio que ella tenía problemas y se sentía obligado a intervenir.
Eso es no te metas o te arrepentirás gritó Jason con ira. Rosie palideció y sintió un escalofrío. Esta es una conversación privada...
No cuando estás sujetando a una mujer contra su voluntad interrumpió Harry con desprecio. Rígido de tensión, Jason maldijo y le lanzó un golpe a Harry. Rosie dejo escapar un gemido pero, más rápido de lo que habría creído posible, alexius esquivó el golpe y le dio un puntazo a Jason en el plexo solar. Jason, atónito y sin aire, apartó a Rosie de un empujón para volver a atacar. Rosie salió disparada, perdió el equilibrio y se estrelló contra el suelo con un gemido de dolor . Casi simultáneamente, oyó un gritó, el aullido de furia de Jason y, segundos después, el ruido de pasos que se alejaba corriendo. No intentes moverte le pidió Alex kolovos, inclinándose hacia ella e invorporandolaun poco. Había visto la sangre que teñia los pantalones de algodón de su  uniforme. Podría tener algo  roto.
No creo... Solo me duele musitó Rosie, estaba magullada y sentía el escozor de los raspones en su pierna y brazo , que se había hecho al rodar por el pavimento. Hizo una mueca pequeña que se hubiera caído jugando; suponía que las rodillas y los  codos despellejados iban a ser el mayor de sus males.
El hablaba en griego por teléfono móvil.  Cuando vio que expresión de incomodidad, pasó de nuevo al inglés.
Voy a llevarte al médico.
No es necesario... Rosie intento sentarse. Pero él súbito movimiento hizo que se le fuera la cabeza y tuvo que apoyarse de nuevo en su  fuerte brazo para superar el mareo. Pensó que se moriría de vergüenza si vomita delante de él.
¿ Qué ha ocurrido?  Preguntó. Al encontrarse con más resistencia de la que esperaba, tu asaltante salió corriendo. Tendrás que denunciarlo a la policía.
No quiero que la policía actúe contra Jason dijo Rosie. Era cierto que no quería la complicación de involucrar a la ley pero, al  mismo tiempo , la preocupación que Jason intentará arrinconar la otra vez estando sola. Se preguntaba que quería Jason de ella. Un coche llegó a su lado y el conductor bajo a abrir la puerta de atrás. Alexius se agachó y alzó a Rosie en brazos. Lo asombro lo poco que pesaba; se dijo que debajo del uniforme solo podía haber piel y hueso. La depósito cuidadosamente en el asiento trasero, tumbada, y se sentó a su lado. La puerta se cerró y el coche se puso en marcha.
Aún luchando contra las náuseas Rosie miró a Alex kolovos y descubrió que la miraba atentamente. Ojos    brillantes como estrellas en su rostro moreno la estudiaban que había visto en la sala de reuniones. Sintió un aleteo de mariposas en la boca del estómago; cuando la miraba así le parecía irresistible. La aterrorizaba pensar que estaba ectuando como una adolescente encapichada. Desvío la mirada hacia el interior del automóvil.
¿ De quien es este coche? ¿ Quién conduce?  Desconcertada.
Es mi coche. Uno de los guardias de seguridad lo trajo y se ofreció a conducir para que yo pudiera atenderte entretanto.
Si estabas tan seguro de que necesitaba un médico. ¿ Por qué no has llamado a una ambulancia?  Pregunto ella, curiosa.
Sabía que esto sería más rápido y eficaz alexius no se inmutó. Y necesitas ver a un médico. Has sido asaltada.
Rosie volvió a bajar las pestañas, de demasiado débil y mareada para protestar. Aunque ya no la miraba con desprecio. Era dominante y nunca le había gustado ese tipo de hombre del tipo de Jason. Su antigua compañera de piso, Mel, había adorado lo que veía como virilidad en Jason hasta que sufrido las consecuencia de sus impredecibles cambios de humor y su ira, por no hablar de su tendencia a seducir a otro mujeres cuando le venía en gana. Con cierto remordimiento, Rosie se dijo que no era justo comparar a Alex kolovos con Jason. Era casi un desconocido  se había dejado la piel para liberarla de Jason, y eso le asombraba.
¿ Te ha hecho daño Jason? Susurró, preguntándose qué había ocurrido cando ella salió despedida y patinó por el suelo.
Consiguió darme un golpe antes de que lo derribara  Harry se frotó la mandíbula, pensativo. Estuve en el equipo de boxeo en el instituto. Tendré un cardenal, nada más.
Lo siento mucho farfulló  Rosie. No sabía que iba a estar esperándome. No contaba con volver a verlo nunca.
¿ Es tu exnovio?
¡ Santo cielo, no! Nunca tendría una relación con alguien como él. Salía con una amiga mía.
Harry observó cómo fruncía los suculentos labios rosados, terminante.  Se preguntó cuál sería la historia real, y si había dado ánimos a ese Neadertal, que parecía física y mentalmente borracho de esteroides. Estudio a Rosie. Su cabello rubio caía por el borde del asiento como una cascada de seda, y los ojos verdes en el rostro triangular parecían oscuros de ansiedad. Seguía temblando por el shock. Le parecía tan diminuta y vulnerables que sientó la tentación de rodearla con sus brazos y reconfortarla. Pero era un deseo  tan extraño en el que lo asustó. No recordaba haber querido consolar nunca a una mujer. El sexo era una cosa, siempre aceptable, pero lo   otro solo conllevaba complicaciones indeseadas. Era correcto haberle defendido y se aseguraría  de que recibiera atención médica, pero no tenía por qué tener un trato más personal con ella. Ya había decidido recomendarla ante su abuelo. Aunque lo había irritado cómo se había dirigido a el antes,  era honesta, directa y buena trabajadora. La siguiente vez que la viera sería en Grecia, con Socrates. Cuando, en la  sala de reuniones,  le había dicho que se fuera, lo  había, puesto de mal humor saber que la farsa había acabado, cuando tendría que haberse alegrado por ello.
El coche se detuvo ante una casa bien iluminada, en una plaza de estilo georgiano. Rosie frunció el ceño cuando alexius bajo del coche y la alzó en brazos sin darle tiempo a protestar.
¡ Puedo andar! exclamó Rosie ¿ Donde estamos? Pensé que me  llevabas a urgencias. Habríamos tenido que esperar horas para que no atendieran Dimitri Vakros es médico y amigos mío. Acaba de terminar sus  consultas explicó el.
Una enfermera llevo a Rosie a una salita y la ayudó a quitarse el uniforme sucio y a ponerse una bata. De allí la condujo a una sala de consulta, donde un hombre griego, bajo y fuerte, le pidió que se sentará en la camilla. La examine hizo un mueca de disgusto al ver  los cardenales que le habían dejado los dedos de Jason en el brazo.
Entretanto, la enfermera se ocupó de los raspones de sus rodillas. Fue todo muy rápido y Rosie se alegró de no haber tenido que esperar horas en el hospital, donde había mucha gente en peor estado que ella; lo cierto era que no habría ido. Rosie estaba acostumbrada a apañarse sola cuando la vida le jugaba una mala pasada. Los trabajadores sociales que se habían ocupado de ella en su infancia rechazaban los melindres y los intentos de llamar la atención. Mientras se ponía el uniforme pensó que era asombrosos que Alex kolovos se hubiera comportado como si estuviera gravemente herida, cuando era un asunto de tan poca importancia.
¿ Ves?, estoy bien le dijo a alexius, que se levantó cuando ella volvió a la elegante sala de espera Rosie noto que el traje, oscuro con raya fina, elegante y clásico, le quedaba como un guante. Resaltaba sus anchos hombros, las caderas estrecha y las piernas largas y poderosas. Se sonrojo al darse cuenta de lo distinto que era su estilo de vida.
El médico salió de la consulta y charló con Alex, en griego. Rosie reconoció varias palabras gracias a las clases a las que había asistido en otra época para intentar aprender la lengua. A lo largo de la  conversación, captó la curiosidad del médico con respecto a ella. Era obvio que se preguntaba qué hacía Alex con una mujer vestida así, obviamente una empresa de bajo rango.
Supongo que el doctor Vakros trabaja en el sector privado comentó Rosie mientras salían. Si ¿ No te enviará una factura por haberme atendido, verdad? Preguntó con preocupación.
No, nuestra amistad viene de lejos.
Eso es un alivio. Bueno, tengo que irme dijo Rosie, incómoda.
Gracias por tu ayuda.
No yo te llevaré a casa anuncio Alex. Le dijo algo en griego al hombre que esperaba junto al coche y este le lanzó las llaves.
No  hace falta en absoluto. Ya te he robado demasiado tiempo está tarde.
Quiero llevarte a casa afirmó alexius, con aire aristocrático, bajando la mirada hacia ella.
Las mejillas de Rosie se tiñeron cómo reaccionar. No entendía por qué se empeñaba en ayudarla. Se preguntó si lo atraía o si era tan solo un buen samaritano. Se recriminó en silencio por su pensamiento. ¿ Por qué iba a sentir atracción por ella? Era baja delgada y plana por delante: los hombres no se daban la vuelta para mirarla.  Avergonzada de si misma ocupó el cinturón de seguridad.
Él arrancó, pero parecía tener dificultades con las marchas y juró entre dientes cuando el coche se caló en el semáforo.
Es un coche nuevo. No lo he conducido apenas se justificó el, maldiciendo su  falta de  práctica. Había tenido chófer desde la infancia, y solo había tenido la libertad de conducir su propio coche en la universidad.
Rosie intento no sonreír por la excusa. Casi toda la gente que conocía utilizaba el transporte público.
Se preguntó si era un coche de empresa; si era el caso, aunque compartiera despacho, tal vez tuviera un puesto en Industrias STA más importante de lo que ella había creído. Miro por la ventanilla y vio que iban en dirección equivocada.
Perdona, tendría que haberte dado mi dirección antes de salir dijo, se la dio.
Resultó obvio de inmediato que él no tenía ni idea de cómo ir, aunque intento ocultarlo. Rosie le dio instrucciones y se esforzó por no gemir cada vez que cambiaba de marcha con un chirrido, como si fuera un conductor principiantes.
¿ Te apetecería comer algo conmigo? Pregunto él cuando tras varios giros equivocados,  estuviera cerca del edificio donde vivía ella.
Sorprendida por la invitación, Rosie lo miró. En esa mismo instante, su estómago emitió un revelador gruñido que intentó ocultar con una tos.
¿ Comer?
Por lo que oído, tienen tanta hambre como yo comentó  alexius, divertido.
Rosie enrojeció de nuevo, la tos no había servido tan cohibida en compañía de un hombre, y eso la exasperaba. Pero estaba con él por las circunstancias y era una invitación espontánea, no una cita.
¿ Por qué no?
Hay un sitio muy cerca de donde vivo ofreció. No es elegante pero la comida es buena.
Eso servirá alexius aparco el coche. Comprobó por el espejo retrovisor que su equipo de seguridad lo había seguido. Seguramente se había reído con ganas cada vez que se le había calado el coche. Sin embargo, había recuperado el respeto de Rosie y quería mantenerlos, aunque su padrino ya no fuera excusa para pasar tiempo con ella. Haría lo que quisiera, Harry siempre hacia lo que quería. Cuando vio el restaurante, un local destartalado y brillantemente iluminado, en una fea calle, se quedó apabullado.
Nunca había comido en un sitio así. El abismo de diferencia que había entre sus vidas por fin penetró su conciencia. Simular ser quien no era conllevaba retos que no había previsto.
Para Rosie fue un alivio saber que no tendría que guisar cuando llegara a casa. Controló un bostezo mientras entraba en el restaurante autoservicio, popular entre los obreros que trabajaba por turnos por su horario. Agarró una bandeja y se volvió hacia alexius, que miraba a su alrededor con los ojos muy abiertos.
¿ Tenemos que servirnos nosotros? inquirió Alex enarcando una ceja negra.
Sin más explicación, Rosie le dio una bandeja y se unió a la cola. Al otro lado del local, tres mujeres observaban Alex. El, estudiando el menú de la pared, parecía inconsciente de su interés. Sin embargo, Rosie pensó para si que era demasiado guapo para su propio bien. No era la primera vez que pensaba eso de alguien, también lo hizo cuando vio por primera vez una foto de su padre, Troy Seferis, rubio y de ojos azules. Siempre había desconfiado de los hombres actactivos y, por primera vez, se dio cuenta de que era un prejuicio poco razonable. Alex la había definido de Jason y no tenía razones para considerarlo vano, superficial o aprovechado, sino todo lo contrario. Posó en el sus ojos verdes. Pelo negro, alto, musculoso y rostro moreno de  rasgos marcados: llamaba la atención. Y estaba con ella. Enderezó los hombros y esbozo una sonrisa.
En la caja, Rosie insistió en pagar su comida, lo que parecía anonadar a su  acompañante.

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