capítulo 7

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Rosie, ya con el cinturón de seguridad abrochado, esperaba el despegue. El asiento era muy cómodo, pero ella no lo estaba. La opulencia del jet privado la agobiaba. Bas estaba  en su cesta, en el asiento contiguo, con su pata delantera escayolado. Para desconsuelo de Rosie, Bas estaba más nervioso y callado desde el asalto, pero preferiría pensar en eso que en la familia que conocería en Atenas. Se sentía extraña luciendo un elegante vestido verde, ajustado al pecho, cintura y caderas, que le confería una silueta que no había creído tener. Cada prenda había sido alterada profesionalmente para adecuarse a su altura, y no quería ni pensar cuánto podría haber costado todo. Acomtumbrada a comprar en la sección infantil para encontrar cosas de su talla, a Rosie la había desconcertada recibir en su habitación tres maletas de ropa cara de última moda. Se preguntaba si tendría que cambiarse de conjunto varias veces al día, como un miembro de la familia real.
Sus exámenes habían acabado, pero la noche anterior no había podido salir a celebrarlo con sus compañeros de clase. No solo no podía beber alcohol, tampoco había querido presentarse ante Harry con ojeras y la palidez típica de alguien que había estado por ahí hasta las tantas. No sabía cuándo había empezado a preocuparse tanto por su aspecto. Que eso la hubiera llevado a ponerse unos zapatos de tacón alto que embellecían sus piernas pero que le resultaba incómodos, enfureció a Rosie. Parecía que todo lo importante para ella, desde su independencia a su libertad, le había sido arrebatado. Pensó en el bebé y le pidió perdón mentalmente por su malhumor.
Entretanto de las dudas e inseguridades que asolaban a su pasejera, asumiendo, de hecho, que estaba deseando conocer a sus adinerados parientes, Harry trabajaba en su portátil al otro lado del compartimento.  Verla subir al avión, con el pelo rubio flotando sobre los hombros, destellando al sol, y la barbilla alta, había sido más que suficiente. Cuando la veía, la a deseaba como un muerto de hambre desea un banquete: era así de sencillo. Y a Harry no le gustaba nada esa sensación. Quería liberarse de ese virus de deseo que irritaba a su orgullo y amenazaba su autocontrol. Se preguntaba si un mayor acceso a ese adorable cuerpecito lo curaría de esa excitación continua y devolvería a su cerebro a la frialdad normal. Sin duda se aburriría de ella, siempre se aburría de sus amantes.
¿ Donde me alojaré esta noche? Preguntó Rosie de repente.
En casa de tu abuelo Harry alzó una ceja al ver su consternación ante la respuesta.
¿Cuál es el problema?
Suponía que estaría en un hotel. Es decir, no conozco a esta gente y no va a ser ninguna ayuda llegar embarazada y soltera, ¿no? dijo Rosie con aprensión. Podría ser muy incómodo para mí.
Es una preocupación comprensible Harry casi ronroneó, encantado de la oportunidad que le ofrecía su aparente inquietud. Tendría que haberlo pensado. Querrás conocer a Socrates a un ritmo más pausado que el que tendrías como invitados en su casa.
Si Rosie la miró con alivio . Me alegra que lo  entiendas.
No soy tan insensible como quieres creer repuso Harry. La adrenalina surcó sus venas mientras planeaba su estrategia. Encantado consigo se agachó para pasar un dedo la cabeza y le enseño los dientes con un gruñido de advertencia.
No, Bas lo regalo Rosie.
Harry, conteniendo una sonrisa, llamó  a la azafata para pedir bebidas. Por fin tenía la excusa perfecta para llevarla a casa con él.
Dos horas más tarde, en la limusina que los llevaba a la zona residencial donde vivía Socrates Seferis, Rosie estaba tensa como un muelle.
¿Quién más vive con mi abuelo? Ahora solo tu tía Sofía
¿Vamos a decir que estoy embarazada? O sea... ¿ Cómo vamos a anunciarlo? Preguntó Rosie, incómoda. No conocía a esa gente, pero sabía que iba a empezar ya  jugando con desventaja.
No somos adolescentes, Rosie.
Considerando cómo nos portamos, podríamos haberlo sido.
Yo me ocuparé. No hace falta que digas nada.
Tal vez deberíamos callar por el momento, todavía nos se me nota.
En  este tema,  prefiero ser sincero desde el primer momento aseveró el.
Ella controló la tentación de decirle que ojalá lo hubiera sido desde el principio. La limusina ascendió por la entrada de una impresionante casa moderna rodeada de cuidados jardines, Rosie bajo  y tuvo que apoyarse en Harry  para no caerse.
Apenas puedes andar  con esos tacones la censuró Harry.
Pero son elegantes replicó ella. Y según tu, eso es lo único que importa.
A mí me daría  igual si fueras  descalza.
Teniendo en cuenta que no le había hecho ascos a su uniforme de trabajo, Rosie calló. Un sirviente los condujo a un airoso vestíbulo y un hombre mayor, fuerte y de pelo Cano, salió de una habitación a recibirlos.
¿Rosie? Dijo, observándola con ojos alegres y una amplia sonrisa de bienvenida.
¿Abuelo? Esbozo una sonrisa tímida, la calidez del anciano había relajado su tensión.
Y Harry dijo el anciano había obvio afecto que parecía hacer que el rostro de su acompañante se tensara. Por primera vez, Rosie pensó que el encuentro, por la razón que fuera, incómodo a Harry. Sonríe lo urgió Socrates. Es un día de celebración.
Me has traído a mi nieta.
Entraron en una soleada habitación y una mujer rubia, de cuarenta y pico años, se acercó y se presentó como Sofía, pero la sonrisa de sus labios no se reflejó en su ojos. Socrates empezó a interrogar a Rosie sobre sus aficiones e intereses; a ella  la emocionó porque no estaba acostumbrada a ser el centro de atención. Sin embargo, el anciano no dominaba el inglés como su ahijado, y Harry tuvo que intervenir varias veces como intérprete para clarificar las respuestas de Rosie. Cuando le habló de sus estudios, el sonrió con aprobación, ella habría mencionado sus planes de ir a la universidad, pero sabía que con un bebé en camino podía ser un reto imposible. Cuando más hablaba Socrates con Rosie, más rígida y silenciosa estaba Sofía.
Tu y yo tenemos que conocernos mejor. Tengo fotos familiares que enseñarte dijo por fin Sofía. Agarró su brazo, la llevo a un sofá y puso un álbum de fotos sobre su regazo. No puedo evitar sentir curiosidad por la familia de admitió Rosie ponía nombre a innumerables rostro. Reconoció a su padre de adolescentes, en la playa, guapo, sonriente y rodeado de chicas . Se parecía a la única foto que su madre tenía para justificar su aventura con Troy Seferis. Cuando su tía le indicó a su hermano, timón, Rosie pregunto si también lo conocería.
No lo sé Sofía frunció el ceño. Timon está en rehabilitación otra vez. Mi hermano es drogadicto desde los diecisiete años y mi padre sigue intentando enderezarlo, sin éxito.
Rosie absorbió la triste noticia en silencio, deseando que Harry la hubiera advertido.
¿Puedes decirme algo de mi padre, Troy? Pregunto, para cambiar de tema.
Sólo que, a excepción de mi padre, los hombres de esta familia son y fueron unos inútiles dijo Sofía con acidez. Timon tiene dos hijos, pero mientras trabajaban en uno de los hoteles de mi padre, e idearon un plan para robarle dinero.
Cielos... comentó Rosie, desconcertada por la felonía de sus primos. En ese momento, su abuelo se levantó de un salto y le gritó algo a Harry en griego. ¿Qué ocurre?
Harry tenía el cuerpo rígido y el rostro duro e inexpresivo. Su padrino le estaba soltando un rapapolvo y Harry apenas hablaba.
Thee mou, aunque parezcas inocente y modosa, es obvio que eres una intrigante muy lista Sofía, lanzó a Rosie una mirada satisfecha.
¿Qué te hace pensar eso? Pregunto Rosie, comprendiendo que su tía  entendía el motivo de la discusión y adivinando cual era.
Quedarte embarazada de un billonario es un buen golpe, y dudo que haya sido un accidente por tu parte. Sobre todo cuando tú madre le hizo lo mismo a mi hermano menor se burló Sofía con una risita de desdén. Mira que pensar que venías aquí a encandilar e impresionar a mi padre... En vez de eso, está airado y hecho una furia.
¿Qué le está diciendo tu padre a Harry? Pregunto Rosie,  dejando pasar los ácidos e hirientes comentarios de su tía.
Es mejor que un culebrón dijo la mujer. Según mi anticuado padre, tu reputación ha quedado arruinada para siempre.
«Eso ya lo veremos», pensó Rosie exasperada. Se levantó y se acercó a los dos hombres. Harry no gritaba, pero era obvio por su postura y el brillo tormentoso de sus ojos que estaba furioso y que Solo el respeto hacia su padrino le permitió soportar su diatriba en silencio.
No te metas en esto dijo Harry al darse cuenta de que Rosie estaba a su lado.
No, no es justo, y no estamos en la Edad media protestó Rosie centrando la atención en el rojo rostro de su abuelo y dirigiéndose a él. Por favor, calmate. No habría venido si hubiera sabido que causaría tantos problema entre Harry y tú. No puede ser bueno para tu corazón estresarte así. Y no le digas nada más a Harry.  Me pidió que me casara con él.
¿Lo hiciste? Socrates se volvió hacia su ahijado atónito y mucho menos enfadado.
Y le dije que no añadió Rosie antes de que su abuelo se emocionara por algo que no iba a suceder.
¿No? Le gritó su abuelo . ¿Estás loca?
¿Llevas dentro a su hijo y le dijiste que no?
Creo que sería mejor irnos ahora sugirió Rosie, poniendo una mano temblorosa en el brazo de Harry. Puedo volver de visita cuando los ánimos se tranquilicen, si sigo siendo bienvenida, claro.
Por supuesto que lo serás afirmó Harry  con calma, como si no hubiera ocurrido nada. Seré yo quien no lo sea.
Si no vas a casarte, no deberías ir con él a ninguna sitio dijo Socrates con voz cortante.
Rosie miró de la cara airada de su abuelo a la expresión triunfal de su tía y decidió que había tenido familia de sobra por un día.
Yo tomo mis propias decisiones y confío en Harry replicó con voz queda.
¿Por qué no te has defendido? Le exigió Rosie a Harry ya en el coche. Fue él quien te pidió que fueras a conocerme.
Tengo mucho respeto a Socrates, moli mou, no dijo nada que no me mereciera. Tengo reputación de mujeriego y debería por una vez, haber contenido mis instintos.
En realidad, a Harry le había divertido y emocionado que Rosie apareciera como una luchadora en miniatura para intentar defenderlo ante su abuelo. No sabía que Socrates era el único hombre vivo al que Harry  habría permitido hablarle así.
Tal vez yo tendría que haber evitado ponerte una mano encima farfulló Rosie, irritada porque quisiera asumir toda la culpa, como si ella fuera una cosita indefensa y sin cerebro.
No, yo te deseaba y estoy demasiado acostumbrado a tomar lo que quiero sin tener en cuenta el costo repuso Harry.
Tendría que haberme escuchado cuando dije que no mencionarnos el embarazo aún Rosie dejo escapar un suspiro.
Le debía a mi padrino la verdad.
Mi tía es un veneno, disfruto de lo grande con la escena. ¿Por qué no me advertiste que era así?
No quería influencia tu opinión antes de que los conocieras. No son mi familia. En general, Socrates es un hombre liberal  y de buen corazón, pero tiene  tu mal genio. Lamentará mucho el modo en que te has ido. Subestimé su reacción. Sus valores son los de otras generación y tendría que haberlo previsto.
Harry la llevó de vuelta al aeropuerto y fue un shock para ello verse rodeado de gente agitando cámaras y gritando preguntas. Ella se acurrucó contra el costado de Harry, cegada por los flashes, mientras el equipo de seguridad se esforzaba por mantener a los periodistas alejados.
¿Quién es la chica? Gritaban varias voces. ¿Qué ha sido de Adrianna Lesley?
Rosie comprendió que eran paparazis. Harry la guío en silencio por el edificio, donde los miraban por curiosidad. Cuando el equipo de seguridad del  aeropuerto se añadió al de Harry para controlar a las masas de periodistas, Rosie se dio cuenta de que Harry era bien conocido y que, irónicamente, era verla a su lado lo que había originado el alboroto. Intentaba no preguntarse quién era Adrianna. Tal vez una novia, no sabía nada de la vida privada de Harry.
Siento lo ocurrido dijo Harry después de hacerla Subir a un  helicóptero y esperar a que les llevarán a Bas en su jaula de viaje.
¿Te ocurre esto a menudo?
Susurró Rosie, aún temblorosa y en estado de shock.
Demasiado a menudo.
¿Por qué sentían tanta curiosidad por mi?
Llegaste en mi jet privado y rara vez me ven viajar con una mujer.
Supongo que alguien del aeropuerto daría el chivatazo hablaba con voz seca e indiferente, como si esos incidentes fueran tan habituales que no les daba importancia. Pero lo cierto era que por primera vez en su vida Harry se había  encolerizado por la intromisión de la prensa. Rosie se había asustado y estaba embarazada, no debería haber ocurrido. Había deseado levantarla en brazos para protegerla, pero eso habría enardecido aún más a los paparazis.
¿Adonde vamos ahora? Pregunto ella tras dejar escapar un largo bostezo.
A un sitio privado contestó Harry.
Rosie estaba tan cansada y abrumada por los eventos del día que le habría dado igual que dijera que iban a la Luna. Harry había vuelto su vida del revés, estaba claro. Flexionó los dedos dentro de los zapatos de diseño, paso la mano por el caro vestido y recostó la cabeza. Pensó, irónica, que era como ser princesa por un día; pero bajo la elegante ropa seguía siendo Rosie Gray, no el tipo de mujer que se relacionaba con billonarios.
Mientras pensaba en eso, se durmió.
Harry casi se rió al ver que Rosie estaba muerta para el mundo: ninguna mujer se había dormido antes en su compañía. El nunca pasaba la noche con una mujer, y cuando estaba despierto sus amantes estaban  demasiado empeñadas en entretenerlo e impresionar lo como para relajarse.
Tenía que reconocer que Rosie no entraba en la categoría de amantes habituales: no era una admiradora dispuesta a hacer cualquier cosa por agradar. No podía negar que le gustaba que lo tratará como a una igual y no se rindiera a sus pies.
Rosie no se despertó hasta que aterrizaron. Estaba oscuro, pero la luna iluminaba una gigantesca casa blanca. Parpadeó, adormilada, porque el edificio parecía un decorado de cine.
¿Se pueden saber dónde estamos? preguntó.
En Banos, la isla en la que viví los primeros años de mi vida aclaró Harry. Las luces exteriores se encendieron y Rosie vio a un hombre uniformado llevando su equipaje hacia la casa.
Una isla y una casa como un palacio musitó ella. Se preguntaba si habría roncador mientras dormía. Una amiga la había acusado de roncar una noche que durmió en su casa. La idea la horrorizó.
¿Puedo dejarlo salir? Preguntó Harry, porque Bas  gemía y arañaba la puerta de la jaula.
Rosie abrió la puerta. Bas salió como un borrachín, intentando equilibrarse en las tres patas buenas para contrarrestar el peso de la escayola.
Thee mou, daría lástima a una piedra gruñó Harry. ¿Cuánto tiempo tiene que llevar la escayola? Un mes  más Rosie intentaba no mirar boquiabierta la magnífica casa blanca con su larga galería porticada. En cualquier momento podría aparecer Scarlett O’Hara en las escaleras admitió.
Es una réplica de una plantación sureña de los años treinta, que se construyó para una de mis abuelas explicó Harry.
Rosie, anonadada, pensó que nada podría haber ilustrado mejor sus privilegiados antecedentes que el vestíbulo de mármol con una enorme araña de cristal, escalera ancha, estatuas de bronce y más mobiliario dorado que el que Rosie había visto en su vida. No podía imaginarse a nadie viviendo en un entorno tan grandioso, y tuvo que tragar saliva por una grupo de sirvientes  salió por una puerta a darles la bienvenida.
Rosie, esta es Olympus, mi ama se llaves dijo Harry. Olympus te  acompañará arriba.
La fornida mujer la acompañó escalera arriba y a través de una puerta doble que daban al dormitorio más grande que Rosie había visto en su vida. La cama con dosel tenía colgadura de seda pintada a mano y las alfombras eran tan elegante y discretas que Rosie las rodeó en vez de cruzarlas para ir a ver el vestíbulo y el cuarto de baño. No se sentía merecedora de tanto lujo. Se preguntó que había pensado él al ver su humilde dormitorio. Pero lo cierto era que no por eso se había echado atrás y eso era muy satisfectorio. Las maletas llegaron seguidas por una criada la ropa. Rosie, poco acostumbrada a que la sirvieran, agarró su bolsa de aseo y fue a refugiarse al cuarto de baño. Una ducha templada la revivió un poco  y se puso el albornoz para volver al dormitorio. Por suerte, la sirvienta había acabado y Rosie por fin tuvo tiempo y oportunidad de examinar la ropa que había recibido el día anterior y empaquetado a toda prisa. Sacó  un camisón azul pálido de un y se lo puso, notando que se arremolinaba a sus pies. Llamaron a la puerta y otras sirvienta apareció con una bandeja. Rosie, que no había notado lo hambrienta que estaba hasta captar el delicioso aroma, se lanzó sobre la comida con ansias. Después, se miró en el espejo de costado y comprobó que aún no había la menor indicación de que estuviera embarazada, aparte de la hinchazón de sus hasta entonces imperceptible senos, un hecho que la fascinaba. Seguí agotada, pero sabía que era normal en las primeras fases del embarazo, así que se metió en la cama pensando que tenía que descasar por el bien del bebé. Se dijo que no tenía que sentirse culpable por estar como huésped en una casa tan enorme  
Su mente no dejaba de pensar en Harry y eso la irritaba. No podía evitar preguntarse qué estaba haciendo él, qué pensaba y... quién era Adrianna. No sabía si tendría el valor para preguntárselo, pero si que no tenía derecho a hacerlo . La enfurecía su falta de disciplina: estaba agotada , pero su cerebro zumbaba como una abeja y no podía dormir.
A las dos de la mañana, tras hojear varias revistas para pasar el tiempo, volvió a levantarse. Tenía hambre otro vez. Bas, que si roncaba  como si fuera un tren, dormía plácidamente sobre la alfombra, así que salió de puntillas para que no la siguiera abajo y, si le daba por ladrar, despertara a toda la casa.
La puerta por la que habían salido los sirvientes a saludarlos, conducía a una escalera que llevaba a una cocina que habría hecho buen papel en un hotel. Se preguntó si Harry recibía muchos invitados y si celebraba cenas o, peor, orgias de fin de semana. Parecía muy reservado, pero en la cama no lo era. De hecho era extraordinariamente apasionado. Alzó las manos y las presionó contra su rostro arrebolado.
Para, deja ya de torturarme le pidió a su mente.
¿Quién te tortura? Pregunto Harry, con placidez, desde el umbral.

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