capítulo 8

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Harry encendió las luces. Rosie giró en redondo y la seda azul pálido se pegó a su cuerpo.
¿Tu tampoco puedes dormir?
No Harry la observó abril las puertas del frigorífico doble y sacar embutido, que se comió allí mismo, de pie. Veo que tienes hambre.
Rosie enrojeció y asintió con la cabeza porque tenía la boca llena.
Tuvo tiempo de apreciar el  impacto de la sexualidad de Harry, cuyo poderoso físico solo cubrían unos ajustado vaqueros desgastados. Con el pecho desnudo, exhibiendo su piel dorada y músculos firmes, quitaba la respiración. Necesitaba un afeitado, un principio de barba  oscura resaltaba su sensual boca. Como si pudiera saciar su hambre de él con comida, se sirvió un trozo de queso.
¿No te han subido una bandeja antes? Pregunto él con cortesía.
Rosie hizo una mueca y, sonrojándose como una amapola, asintió con la cabeza.
Tal vez sea por el embarazo sugirió Harry, examinando su rostro enmarcado por cabello pálido como la luna y sintiendo un hambre que no tenía nada que ver con el estómago. Sólo con verla se desataban el él instintos primitivos que no había creído poseer.
Puede que al bebé le gusten las proteínas.
¿por qué hablabas contigo misma?
Eras cosas que pensaba Rosie cerró las puertas del frigorífico.
No podía dormir...
¿Pensamiento sobre mí? Ágil como un gato, Harry se acercó unos pasos más a ella.
¿Por qué diablos iba a estar pensando en ti? Rosie lo miró con ojos verdes cargados de desdén.
¿Por qué iba yo a pensar en ti? Le devolvió Harry. Era un terreno desconocido para él, porque nunca había comentado sus sentimientos con una mujer.
¿Te provoco estrés? Sugirió Rosie con ironía, esforzadose por no mirarlo. Estar lejos de Harry aunque fuera una horas la dejaba con un déficit que necesitaba compensar.
Thee mou..., eres tan bella, moli mou.
Rosie casi soltó una carcajada, pero cuando vio su mirada y comprendió que lo decía en serio, que lo creía de verdad, algo  pareció florecer en su interior. Se miraron largamente y su corazón desbocó. Una mano se cerró sobre su muñeca y tiró suavemente para atraerla. «cerebro», gritó en su cabeza, «cerebro, vuelve aquí ahora mismo». Él puso las manos en su cintura y alzó hacia su cuerpo. Sus bocas se juntaron con el febril frenesí que dominaba sus encuentros. Cuando probaba su sabor, necesitaba más. «No iba a hacer esto», le recordó su cerebro en ese momento. « Callate», le devolvió, enredando los dedos en el espeso cabello negro y alzándose hacia el, electrizada de deseo. Siguió besándolo mientras la tensión crecía entre sus muslos, tronando como un aviso de tormenta.
No he dejado de desearte desde aquella noche gruñó Harry, abriendo la puerta y poniendo rumbo hacia la escalera.
¿Eso es una queja? Pregunto Rosie, encantada porque hubiera seguido deseandola a pesar del bombazo de la noticia de su embarazo.
No. Haces que me sienta vivo por primera vez en mucho años contestó Harry, subiendo los escalones de dos en dos, con ella en brazos como una cautiva. Me gusta, pero no me gusta cuando no puedo tocarte.
Esa admisión provocó una especie de cortocircuito en el cerebro de Rosie.
No deberíamos estar haciendo esto dijo.
Aún no hemos hecho nada arguyó Harry.
Ella llevó la mano a la curva frustrada de su sensual boca y busco sus ojos. Comprendió que el deseo mutuo y eso la fortaleció: no era la única que sufría síndrome de abstinencia. No podía estar junto a él sin desear tocarlo y entendía su frustración perfectamente. Volvió a besarla, utilizando la lengua con destreza erótica, y el mundo empezó a dar vueltas a su alrededor. El la dejó sobre una cama en su dormitorio aún más grande que el que ocupaba ella. En ese momento de separación de sus cuerpos, recordó lo que había querido preguntarle.
¿Quién es Adrianna?
Alguien con quien me acosté hace meses contestó Harry sorprendido, mientras se quitaba los pantalones vaqueros.
¿No fue una relación seria? Insistió Rosie.
No tengo relaciones serias.
Rosie conocía bien esa estrategia, había tenido varias primeras citas con hombres que no se relajaban hasta dejar eso bien claro. La había hecho gracia que un hombre sintiera la necesidad de advertirle antes de conocerse pero, por alguna razón, no le hizo ninguna gracia oírselo a Harry.  Entonces, ¿Por qué preguntaban los periodistas sobre ella? Persistió Rosie.
Adrianna hizo varias entrevistas insinuando que entre nosotros había más que una aventura. Eso me pasa a menudo con las mujeres admitió Harry, descendiendo sobre ella como un dios de bronce desnudo, masivamente excitado.
¡Vaya popularidad! Caramba, no me extraña que tengas un ego del tamaño del Sol
Harry se rió y su expresión se relajó. No siempre sabía como comportarse era la primera vez que le ocurría.
¿Eso crees? Desde luego susurró Rosie sintiéndose muy seductora. Era por cómo la miraba, devorándola con esos ojos claros sobre piel morena, como si fuera la criatura más deseable del mundo.
–pero no te impresiona, ¿Verdad?
–No, pero me impresionó lo rápido que subiste la escalera conmigo en brazos –confesó Rosie, posando una mano en su fuerte hombro.
No pesas más que una niña.
–pero pronto me pondré gorda y enorme.
–Entonces habrá más de ti de lo que disfrutar, moraki mou  –dijo Harry, agarrando el bajo  de su camisón y tirando para sacárselo por la cabeza.
–¡Oh! –Rosie cruzó los brazos
Sobre el pecho. ¿Planeaba esto cuando me trajiste aquí? Harry rio de nuevo, pero escogió con cuidado sus siguiente palabras.
Digamos que tenía la esperanza de que volviéramos a estar juntos.
Te conozco, lo planeaste Rosie movió la cabeza de lado a lado.
Harry le dedicó una brillante sonrisa de triunfo y aplastó su boca con la suya, lentamente. La pelvis de Rosie se tensó y alzó las caderas hacia él. Él apartó sus manos y bajó la boca para acariciar con ella la curva de sus senos y atormentar los pezones erectos que tanto necesitaban su atención. Mientras utilizaba labios torturarla, Rosie se retorció, sintiendo una necesidad cada vez mayor. Él absorbía su respuesta con interés, festejando los ojos con su cuerpo, poniendo fin a cualquier intento de ocultarle  su desnudez.
He esperado mucho por esto dijo, deslizando el dedo entre sus senos hasta llegar a los rizos rubios de su pubis. Le abrió los muslos y empezó a explorar la cálida y humedad invitación de su sexo. Y ha merecido la pena,  moraki mou.
Temblorosa, Rosie se recostó. Le costaba creer lo que estaba permitiendo, pero lo deseaba tanto que le daba igual la ausencia de promesas. Él trazo un círculo sobre la pequeña perla de terminaciones nerviosas que controlaba su respuesta, provocándole una intensa descarga de placer. Siguió y siguió, y sus caderas se alzaron, mientras sus pezones sentían la abrasión de su torso salpicado de vello. Introdujo un dedo profundamente y ella gimió, arqueando el cuello y tensándose en busca de clímax.
No dejaré que llegues hasta estar dentro de ti dijo Harry con ojos brillantes, situándose para penetrarla. Y me está costando mucho aguantar.
Su tono desesperado la excitó aún más. Lo sentía vibrando de tensión sobre ella, con los músculos contraídos por el esfuerzo.
No esperes le dijo, entre dientes.
Él la llenó con un movimiento fluido que la dejo sin aliento. Gimió de placer al sentir cómo su cuerpo se ensanchaba para acomodarlo.
–¿Te hago daño? –preguntó él, echándole las piernas de modo que le rodearán la cintura.
–No ha sido un gritó de placer –gimió ella al sentir que profundizaba aún más.
–Tienes el sexo tan estrecho –gruño el con satisfacción, retirándose casi por completo antes de volver a penetrarla hasta el fondo, provocándole una satisfacción delirante. Giró las caderas, cambiando de ángulo, y la tensión creció como una ola gigantesca con cada embestida. El ritmo se aceleró. Ella no podía respirar, no podía pensar. Sólo podía sentir la fuerza masculina de su ritmo primitivo y los deliciosos espasmos que recorrían su cuerpo, acrecentándose hasta que un estallido luminoso la llevó al éxtasis del clímax. Ola tras ola de puro deleite. Por fin, renunciando al control, el se estremeció sobre ella, jadeante, y se dejó ir.
Cuando intento apartarse, Harry la retuvo, eran dos cuerpos sudorosos aún sobre la unidos. Por fin, se dejó caer sobre la cama y la colocó sobre él, abrazándola y besando su frente, mientras le apartaba el cabello del rostro y la estudiaba.
–Ya estoy pensando en la siguiente vez –gruño con desesperación–. Eso es lo que haces conmigo; ha sido aún mejor de lo que recordaba, moraki mou.
–¿Sí? Esa vez me quedé dormida.
–Esta noche no ocurrirá –le advirtió Harry. Se sentó y bajo de la cama, con ella en brazos. Fue al cuarto de baño y la  situó bajo la ducha para que él agua templada los recibiera a ambos–. Esta noche quiero poseerte una y otra vez.
–¿Por qué? –preguntó ella.
–por que estoy harto de desearte y no tenerte.
–Ahora estoy aquí –Rosie, saciada y aún temblorosa de placer, se apoyó contra él.
–Y no te vas alejar de mi –afirmó Harry con un tono posesivo que hizo que en su cerebro se encendieran luces de alarma. Le parecía crucial tenerla cerca–. No en su futuro cercano.
–A veces crees muy mandón –suspiró Rosie, mientras las enormes manos de él extendían el gel sobre su piel, lenta y seductoramente. La sensibilidad que había despertado su primer encuentro sexual no tardó en renacer. Sintió la presión de su miembro, de nuevo duro y cargado de promesas, y no puso ninguna objeción cuando él alzó su rostro y la besó con pasión antes de llevarla chorreando a la cama. Sí la primera vez había sido rápido y excitante, la segunda fue lenta, profunda e indescriptiblemente satisfactoria.
Harry la miró con los ojos velados, molesto de repente. Ella lo había rechazado y eso no le gustaba. Aunque no tenía ni idea de lo que le pasaba por la cabeza y nunca había querido saber qué tenía en la cabeza una mujer, su ignorancia lo enardecia cuando estaba con ella. En ese momento, con ella entre sus brazos, tras el mejor sexo que había disfrutado en su vida, vio su pequeño rostro relajado por el placer y la ira tensó cada uno de sus músculos. ¿Qué carencias había visto en él? Ninguna mujer había juzgado a Harry carente en sentido alguno.
–¿Así que sirvo para la cama, pero no soy lo bastante bueno como marido?
–murmuró con tono ligero pero sutilmente provocador. –No es tan simple –Rosie parpadeó, arrancada de un paraíso de relajación tras el sexo. Necesitaba tiempo para despertar a su cerebro de su estado catatónico.
–Es exactamente así de simple –le contradijo Harry con cierta aspereza.
Captando su tono, Rosie se tensó y lo apartó de ella, de repente incómoda con la intimidad de los cuerpos desnudos y entrelazados.
Se sentó.
–Has admitido que no tienes relaciones serias, y el matrimonio es un compromiso muy serio.
–Serio distinto contigo. Vas a tener un hijo mío –dijo él. Sin previo aviso, apoyó la mano en su hombro, la obligó a tumbarse y abrió la palma sobre su vientre plano–. Mi bebé está ahí dentro.
Desconcertada por el gesto y por la irá que traslucían sus ojos del color de la planta, Rosie se levantó de la cama y se puso el camisón rápidamente.
–Eso no significa que te pertenezca.
–¡Desde luego que sí! –rugió Harry–. Sí crees que voy a quedarme a un lado y dejar que te juntes con otro hombre, ¡Estás muy equivocada!
–Puede que sea tu bebé, pero es mi cuerpo –aunque intimidada por su furia, Rosie alzó la barbilla y lo miró con frialdad–. Sí supieras cómo vive la gente  normal, y no lo sabes, sabrías que mis posibilidades de conocer a otro hombre han quedado muy perjudicadas ¡Por el simple hecho de que estoy embarazada!
–¿Por qué iba a importarte eso? Eres mi mujer. ¡Acostúmbrate! Escupió Harry, enfurecido porque pudiera hablar se sus posibilidades de conocer a otro hombre cuando aún rezumaba el calor de su cuerpo
–No soy tu mujer. No soy la mujer de ningún hombre –declaró Rosie–. No voy a pagarme a ti porque tengas un jet y montones de dinero. Eso no es mi sueño, ¡no es lo que quiero de la vida. –¿Y qué diablos quieres de mí? le devolvió Harry, que no entendía nada.
–Sentimientos, ¡bruto! –tronó Rosie, airada porque no captaba el mensaje–. ¡No me basta con que tengas dinero y seas fantástico en la cama!
–¿Crees que voy a enamorarme de ti como un adolescente?  –harry  saltó de la cama, exasperado por la creencia de que ella quería un final de cuento de hadas que no podía darle.
–Eso es, ¡burlarte de mis sueños! –siseo Rosie, con el rostro como la grana–. No tiene que ser amor, solo cariño, falta de egoísmo, amabilidad...
–¿Acaso no he sido cariñoso y amable? –ladro Harry, que odiaba sentirse a la defensiva.
Rosie reflexión sobre su comportamiento desde que le había dado la noticia del embarazo y tuvo que admitir que había demostrado ambas cualidades, pero aun así necesitaba más.
–Ni siquiera a ti –replicó Harry –. Y empiezo a pensar en el bebé como un ser Unido a ti. ¿No es eso suficiente como principio?
Qué aún la deseara, a pesar da las complicaciones, significa mucho para Rosie, pero en el fondo de su ser algo seguía rechazado la idea de casarse con un hombre que no la amaba, que, lo admitiera o no , pensaba que su riqueza era suficiente para poner fin a sus objeciones.
–admito que ofreces un buen trato  –murmuró,  queriendo aplacerlo sin saber por qué, tal vez por la intimidad que habían compartido esas últimas horas y que no quería perder–. Sobre todo para alguien como yo, que proviene de la pobreza.
–Eso no importa. Eres una de las personas más buenas y consideradas que he conocido –dijo él, velando los ojos.
–Pues sería porque conoces a mala gerente.
–No te interesa mi dinero. No intentas aprovecharte de mí y me gusta estar contigo. Créeme, eso importa mucho más –dijo Harry–. Pero no tengo la capacidad emocional de darte amor. Nunca he estado enamorado.
–¿Nunca? –Rosie lo miró boquiabierta.
–para mi siempre ha sido sexo, nada más complejo –admitió Harry–. Y el sexo me gusta más contigo que con nadie.
–Supongo que eso es algo –Rosie tuvo que controlar el impulso de sollozar, atónita y emocionada a la vez. Harry era un genio a la hora de crear conflictos en su interior.
–Para mí es más que algo,  moraki mou.
–Esa es la diferencia más fundamental entre nosotros. El sexo es más importante para ti, y menos para mí. Pero buen sexo no implica un buen matrimonio.
Harry tenía ganas de dar un puñetazo a la pared, pero se conformó con bullir en silencio. Ninguna mujer lo había airado tanto: lo irritaba sentirse perdido, sin  saber las respuestas adecuadas ni cómo salir triunfal de la conversación. Rechinó los dientes. Rosie se acercó a él, le echó los brazos al cuello y se puso de puntillas para besar  una esquina de su boca.
–No quiero discutir contigo –le dijo.
–Pero lo estás haciendo.
Rosie deslizó una mano, francamente manipuladora,  por su fuerte torso bronceado y se acercó a él, avergonzada por recurrir a lo fácil.
–Volvamos a la cama... –susurró.
Harry sintió un intenso alivio.
Entendía la lujuria como entendía que necesitaba aire para respirar: no daba lugar a malentendidos. Tiró de la mano de ella hacía abajo.
–¿Recuerdas que me pediste que te dirigiera?  –preguntó, asombrado por la velocidad en que su erección volvió con el primer tímido contacto de sus dedos. Estaba ingorancia en el dormitorio. Una larga sucesión de mujeres sofisticadas que anhelaban complacerlo, lo habían llevado a esperar mucho de  sus amantes.
Pero nada lo había excitado tanto como la titubeante caricia de Rosie. Y eso a pesar de que sabía que lo estaba haciendo para dejar atrás la incomodidad creada por la conversación que él no tendría que haber iniciado nunca.
Rosie pasó los dedos por su miembro, grueso y duro, y dio un portazo a los pensamientos que la torturaban. Bueno o malo, no importaban si la hacia feliz.
Y Rosie zumbó de felicidad cuando abrió los ojos la mañana siguiente: Harry estaba a centímetros de ella y su presencia la tranquilizaba. Su duro y delgado rostro parecía más suave cuando dormía y sus largas pestañas negras casi le rozaban los pómulos. Guapo, vital y lleno de misterio. Deseaba meterse bajo su piel. Averiguar por qué era tan reservado, como si fuera un rompecabezas. La fascinaba y, tras una noche de sexo apasionado, no creía que eso fuera a cambiar por el momento. Era fantástico en la cama, pero seguramente le parecería un insulto que para ella lo mejor fuera descansar en sus brazos después, sintiendo unida a él y a cada sonrisa de sus labios.
La asustaba que tuviera tanto poder sobre ella. No había elegido dárselo, pero de alguna manera, el lo había tomado, robándole el corazón. La había enamorado, pero él no correspondería a ese amor, eso estaba cloro. Consciente de las mujeres que estaban dispuestas a caer a sus pies, sabía que esperar más seria como golpear la cabeza contra la pared. Decidió que para Harry Styles era una novedad, una trabajadora común que había sido virgen. No sabía cuánto tiempo lo retendría esa novedad. Sí no tenía cuidado, caería en la trampa de intentar hacer a Harry feliz. Había notado que, cuando reía o sonreía espontáneamente, parecía sorprenderse de ello.
Desayunaron en la galería, con vista a la playa de arena blanca que resplandecía bajo el cielo azul.
El paisaje era digno de la impresionante casa que él le enseño después de desayunar. Ella buscó fotos familiares en vano.
–No éramos esa clase de familia –dijo Harry con desapego.
–Pero tiene que haber sido muy divertido vivir aquí de niño, con la playa a tres pasos de la casa.
Harry no contestó y el silencio se volvió incómodo, picando la curiosidad de Rosie.
–No te divertirás mucho de niño, ¿Verdad?
–No –admitió él–. Pero recibí buena educación y todos los cuidados –añadió, para que no pensara que lo habían tratado mal–. Vamos a dar un paseo.
El paseo por la playa puso fin al tema, como seguramente había pretendido Harry. Rosie paseaba por la orilla cuando sonó el móvil de Harry. Habló en griego y, sonriendo, se apoyó en una roca e hizo un gesto para que Rosie se acercara y rodearla con un brazo. Eran esas cosas las que le deban la esperanza de que si le importaba, tan vez más de lo que él creía. Ella hundió la nariz en su camisa, adorando el olor de su ropa y de su cuerpo, caldeados por el sol. Se dijo que no solo se trataba de sexo, él no tenía obligación de abrazarla fuera de la cama.
–Tu abuelo volará aquí está tarde para verte –le dijo Harry tras una larga conversación.
–¿Por qué?  –Rosie se dabatía entre la alegría y la preocupación.
–Para arreglar las cosas contigo, ¡Es obvio! –gruño Harry–. Eres su nieta. Eso significa mucho para un hombre con su historia familiar.
–No quiero que te presione para que te cases conmigo –le confío Rosie–. Espero que no venga para eso
–He retirado la oferta –dijo Harry sin el menor titubeo–. Tienes razón. ¿Por qué casarnos? El sexo es fantástico. Me basta con eso.
Rosie descubrió que no era nada predecible porque, en vez de relajarse una vez eliminada la fuente de presión, se debatía entre querer gritar y querer abofetear lo. ¿Había retirado su propuesta de matrimonio?  ¿Se conforma? ¡Pues ella no! La mortificó sospechar que había cambiado de opinión porque había vuelto a caer en la cama con él. Se sentía perdida en un abismo emocional:  lo quería y necesitaba, pero no quería admitir ninguna de las dos cosas, y temía las posibles consecuencias de esa vulnerabilidad.

 HerederoWhere stories live. Discover now