El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus pensamientos, sentimientos y preferencias. Para poder comprender el color, debemos entender de dónde proviene.
¿Qué es lo que reside en el...
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Kid no era precisamente la imagen que acompañaría la definición de romanticismo en una enciclopedia, pero ello no implicaba que no fuese consciente de lo que era necesario llevar a cabo en ciertas ocasiones.
Kid tampoco pertenecía a las definiciones de riqueza o lujo, pero cualquiera era capaz de notar que existía un fuego dentro de él que era capaz de irradiarse en tantas formas diferentes que, aunque la pasión y la furia fueran las llamas más brillantes, no por ello eran las más duraderas. La dedicación, la entrega y la ambición permanecían latentes en las ascuas infernales que se situaban en el núcleo de su corazón.
Por lo tanto, aunque incluso alguno de sus amigos se hubiese reído de él por no ser capaz de imaginarse aquello, Kid esperó a Nami a la puerta del trabajo con sus mejores galas y un ramo de rosas a juego con el color de su pelo, de sus uñas, de su pintalabios, de su traje y del amor de su vida.
Ambos eran conocidos por ser un par de gamberros sin escrúpulos, pero Nami lo sabía disimular tan bien que ninguno de sus compañeros comprendía bien qué hacía acercándose al hombre apoyado en una furgoneta desvencijada con el traje más estridente posible.
Aun así, ella simplemente se reía por la reacción ajena y tomó su mano en cuanto la extendió. Kid, sin apartar los ojos de los suyos, se había inclinado ante ella y besado sus nudillos en un torpe gesto de galantería que les sacó otra risa antes de que se formase un extraño silencio entre ellos cuando Nami no supo reaccionar a la entrega del ramo de rosas.
—Ya que te irás de viaje de negocios mañana, ¿qué menos que recordarte lo que tienes en casa para que no tardes en volver? —comentó su novio con una sonrisa socarrona que rápidamente fue borrada de entre sus labios cuando Nami le apartó la cara entre risas.
