Siete Veranos (Squigly X Lector)

111.-El soplo de las osamentas

¿Eran peores los horrores del pasado o los del presente, o los del... futuro? ¡No debías pensar en qué significaba eso último que viste! Al menos, por ese momento, todo había vuelto a la normalidad. A la espantosa y triste normalidad de ver a una Squigly víctima de una crisis emocional profunda por haber tenido que lastimar a su propia familia. ¿Había algo en tu "conocimiento" que pudiera servir en ese momento? ¿En todo lo que habías visto, reconociste alguna cosa?

—¡Habal de Garmin! —Recordaste en voz alta, apresurado.

—¿Eh? —El parásito se sobresaltó al escuchar eso. Todavía seguía intentando consolar a su portadora sin mucho resultado—¿Qué has dicho?

Repitió su interrogante mientras se alargaba hasta topar su nariz con la tuya, con intenciones no del todo claras. Entonces, ¿lo que dijiste tenía algún sentido para alguien más? ¡Esa sí no se veía a menudo!

—¡So-soplo de las osamentas! —Reafirmaste, más muerto que vivo, antes de añadir en voz baja: —¿Puedo explicárselos?

—No me parece correcto presumir erudición en un momento como este, sin embargo, si mi señora —levantó con sumo cuidado y delicadeza el mentón de la pobre— pudiera escucharte, mucho agradecería.

La pobre criatura seguía sin poder controlar sus sollozos cuando accedió a prestarte atención. Una palabra errónea se veía muy cara. Muy, muy cara. Y cómo a ti eso de humillar y hacer enojar al prójimo no se te daba, ¿verdad?

"Espero que no sea como con los infelices esos..." —Haciendo de lado otra inoportuna memoria sobre intentar corregir rumbos torcidos, empezaste por enumerar, sin recurrir a las malas palabras, algunas cosas de conocimiento común:

—Es cierto que algunas personas cambian radicalmente de personalidad y hábitos por circunstancias externas. Demasiado externas. Enfermedades, accidentes, desgracias. Pero algunas... bueno, no necesariamente son así. El señor Contiello, ¿desde cuándo fue tu portador, Li-Leviathan?

—Fallo en encontrar relevancia de ese dato para esta ocasión. Dejémoslo en que serviré a su ínclita familia hasta mi último aliento.

—¿Y él sabía lo que habría de pasarle cuando te pidió que lo dejaras para proteger a su propia hija cuando su esposa pidió el deseo?

—¡Ah! —Eso le causó cierta alarma. —¿Puedes ver el pasado otra vez?

—Sí, yo diría. Pero no es eso lo que pretendo exponer. —Cortaste— Cualquier criatura viviente, sin olvidar las más sencillas —"¿Será el caso para los virus y los viroides?", reflexionaste para tus adentros —, deja atrás una semejanza suya en sus restos corpóreos. No es el "alma", o la personalidad, o la capacidad intelectual, o esa cosa capaz de "reanimar" ... es algo diferente, porque permanece en los restos. Lo que se busca contactar en otras prácticas...