25.- El umbral de la ira

440 71 6
                                    

¡Vaya forma de derrumbarse! Ahora pasabas a segundo plano, siguiendo a esos tres por los corredores de la pequeña, pero elegante casa de descanso — "¿Qué clase de burro tiene una casa de descanso en New Meridian?" rumiabas para tus adentros— del peculiar personaje. Desaprobabas todo lo que tuviera que ver con él.

— ¿Has vivido siempre aquí, Lockjaw?—señalaste, disfrazando tu fastidio.

—Locke von Jagd para ti, T/N. Y no, he estado mucho tiempo fuera. Desde que mis padres fallecieron aquella espantosa noche he permanecido alejado, por temor a represalias de los Medici. Tú debes saber —dijo dirigiéndose a Squigly—que estudiaba en el extranjero por aquel tiempo. ¡No sabes cuánto los he extrañado todos estos años! ¡Y a ti!

—Y no sabes cuánto he extrañado a mis padres y a mis amigos. ¡Pero sigues aquí! ¡Siempre creí que también estarías con ellos!

—Había días en los que hubiera preferido estarlo. Pero, recordando lo que me decía tu padre, siempre hice lo mejor que pude y heme aquí, he regresado.

— ¿Y no has temido por represalias? Tú sabes cuán cercanas eran nuestras familias a los Medici.

—¡Esos traidores! Sí, claro que he temido. Pero ya me han olvidado. Y tanto mejor. Vivo para la memoria de los nuestros. —"¡Vaya bufón hipócrita! Es fácil vivir para memoria de otros cuando se tiene todo" pensaste— y he cambiado legalmente mi nombre. Pero todos me siguen conociendo como Lockjaw, bueno, para el noble guardián de los durmientes —te dio una palmadita en el hombro— soy Locke von Jagd. T/N, me gusta ser sutil y directo. ¿Has escuchado de mi agencia funeraria?

—No, no realmente, señor Jagd...

—¡Locke von Jagd! —reprochó con el índice muy recto— ¡Locke-Von-Ja-gd!

—¡Tienes cada cosa, Lockjaw! No seas severo con él. Es un verdadero gentilhombre. —acudió a tu auxilio Squigly— sólo que no ha escuchado sobre la familia von Jagd.

Continuaron hablando de cuanto extrañaban a sus padres. Fuera lo que fuera, parecía que debió ser una tragedia. Incluso tenías algo de empatía por Lockjaw, que parecía comprender muy bien a Sienna. Simpatía que no duró mucho...

Aquella rara química entre los dos era un tanto escalofriante: no hizo jamás ninguna observación detenida en su mano esquelética ni en sus raros ropajes, mucho menos en el ojo ausente. Por el contrario, parecía bastante familiarizado con la idea de hablar con una no-muerta.

Tenía encendido el aire acondicionado a toda capacidad. Nada raro en las noches de verano, ¿O sí? Ahora que hasta tú sentías frío resultaba extraño que él no pareciera estar incómodo en absoluto. El aire mismo estaba más frío que Squigly.

Pasaron largas horas hablando, de cuando en cuando te dejaban entrar en la conversación. Sólo que era bastante penoso escuchar que Lockjaw había visitado la corte del rey Gilgamesh cuando sólo podías jactarte de haber asistido a todas las juntas del sindicato, incluida una en la que fuiste golpeado con una silla durante una negociación nefasta sobre el uso de enagüillas con el uniforme. ¡Tan sólo Lev —como le decía von Jagd—parecía compadecerte de las crueles carcajadas de los otros dos! Veías una vena sádica insospechada en aquella chica dulce y comprensiva.

La decoración misma lucía tenebrosa: no estaban ausentes los motivos grises y avejentados. Todo estaba fuera de sitio para su propietario y sus mayordomos, autómatas no del todo disimilares a esa monstruosidad andante de Ottomo. Pesados tapices parecían cubrir algo en las paredes. En la chimenea había una gran pintura... un retrato de una joven bellísima que de inmediato reconociste. ¡Era verdad! Los ojos de Sienna habían sido azules cuando vivió por primera vez. ¡Ah, qué doloroso era verlos! ¿Era esto nostalgia de lo inexistente, de cosas en las que no tuviste parte y que ya extrañabas? La misma Sienna no dejaba de preguntar cómo había llegado ahí.

Supuestamente había sido recuperado por von Jagd a su retorno, pasados varios años. Lo habría salvado in extremis en una subasta pública. Al parecer iba a ser destruido, pero un descuido de los pasados propietarios lo envió a un museo de arte, mismo que cerró y terminó por subastar toda su colección. O tal era el relato.

Por fin, se tocó el tema de la Skullgirl. Se mostró perfectamente ecuánime y parco, escuchando con atención como había sido todo. Por su profesión, propietario de una agencia funeraria, era de esperar que estuviera familiarizado con la siniestra leyenda. Y en efecto, así lo parecía.

Para sorpresa tuya, no se tocó el tema del informante, tal vez por lo distraídos y encantados que estaban Lilly y ella, tú mismo pensabas que éste sujeto sería el menos indicado para tomar parte, sin saber por qué. Casi podías escuchar voces interiores, en particular una... ¡Aquello no era ninguna voz interior! ¿Qué decía? No lograbas descifrarlo. Creíste ver que el único ojo de Squigly te miraba con empatía cuando pusiste ese rictus de terror. ¿O ya estabas alucinando otra vez?

—Bueno, señores, me retiro a tratar algunos asuntos, no me gusta hablar de negocios. Mañana mismo les daré toda mi ayuda. Mi casa es su casa. Pueden usar el jacuzzi si así lo desean... en turnos, claro— anunció antes de llamar a sus mayordomos mecánicos y darles indicaciones.

—¡Qué bien! Ya me sentía asquerosa de estar bajo tierra y después de pelear con esa mujer-gato. Bueno, nos despedimos hasta mañana. ¡Duerme bien, nonna! ¡Hasta luego, Lockjaw!

—Adiós, Squigly y Leviathan. Creo que saldré por un momento, señor von Jagd. Tengo que tratar un tema laboral también.

—¡Así me gusta, T/N! También veo que tienes vocación. No regreses tarde, que mañana hay que madrugar.

"¿Qué sigue? ¿Annie de las Estrellas tiene su autógrafo?" tronabas por dentro mientras salías presuroso.

Siete Veranos (Squigly X Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora