41. Cacería en el subterráneo

331 53 12
                                    


¿"Sólo hace falta comprar los pases"? ¡Error! Hacía falta formarse en la interminable fila y aguardar la llegada del tren. Una pelea a bordo había retrasado el servicio en todas las vías.

Sorprendentemente, la jovencita se lo tomó muy bien, sobre todo para ser la primera vez que usaba transporte público. Debía ser la inexperiencia, dese luego. Un motivo menos cínico —o realista, según se quisiera— tendría que ver con estar viva; cada minuto ajeno a la meta sería precioso. Circunstancia sospechosa; mejor era no pensar más al respecto y observar con atención el andén.

"Me habré imaginado que alguien nos espiaba. Encima, alguien con cola. Habrá sido una serpiente en el césped. Una serpiente negra y peluda. ¿O habrá sido quién creo que era? Está buscando revancha. Si viene, Sienna sabrá pararle los pies de nuevo" — te distraías.

—¡Ya era hora! —refunfuñó Leviathan al ver llegar el tren— este retraso es inaceptable. ¡Oye, muchacho! ¿Qué estás viendo? Sube de una vez.

Un instante fue suficiente. Ofreciste el último asiento disponible a Squigly y estaba por darte las gracias cuando un par de zarpas enguantadas te arrebató a la voz de "¡A ningún lado!", para arrastrarte fuera del vagón. Se cerró la puerta de inmediato y el tren inició su marcha, dejándote atrás.

Alarmado, volteabas lentamente para confirmar tus sospechas: Nadia Fortune les venía siguiendo y ahora te había atrapado como a un roedor. ¿Qué intenciones tenía? Sin duda no tramaba nada bueno.

—Puedes irte sin decir adiós —inició su diálogo, dilatando grotescamente las pupilas— pero no sin decir antes cómo diantres sabes eso. ¡Confiesa! ¿Qué sabes tú de mis amigos?

—No sé de que me hablas... —intentabas ganar tiempo. Debías tener cierta concentración para echar mano de tu arma secreta—

—¡Sí, sí que lo sabes! —apremió— No me vengas con cuentos. ¡Dime ya!

Cerraste fuertemente los ojos, intentado repetir la maniobra. Te fue difícil con sus garras sacudiéndote, pero al décimo intento lo lograste, habías regresado al mismo vagón... ¡No! No era el mismo: ella estaba en otro. Podías ver a su parásito atisbando tras ventanilla. Tan pronto se percató de tu presencia, dijo algo. Su joven ama se levantó de un salto y corrió para observarte.

¡La teletransportación finalmente daba resultados! Sólo un intento más. Pero no iba a resultar fácil; habías movido a una polizona felina.

—¡Ugh! ¿Qué has hecho? ¡Ah, malvado pecarí! ¡Ouch! Mi cabeza...—maullaba en el suelo—

Veloz como el pensamiento, abandonaste el sitio. ¿los pasajeros estarían asustados? ¡Qué importaba! sólo debías decidir cuál de los dos destellos en la oscuridad era el indicado; ya entendías que todo eso de la nada y las luces equivalía a un mapa. Un error de cálculo habría sido fatal.

Confiando sin reservas en tu instinto, te dirigiste hacia el destello más atrayente, había una cualidad magnética en él en comparación con el otro, se podía decir que te llamaba.

La fe ciega daba resultados afortunados de nuevo: ahora estabas justo al lado de la pequeña Contiello.

—¡No vuelvas a quedarte atrás! —te reprendió— ¡Lo que esa... ¿cuál era su nombre? Señora o señorita Fortune pretende no es nada bueno. Ahora sí, dime cómo es que lograste desembarazarte de ella.

—Espera un momento. No me siento nada bien. Ya está. —aspiraste hondo— Fue una cosa rara. Sentía como si perdiera el control de mis actos y dije algo que ni siquiera yo podía entender.

—¿Y después? —seguía inamovible, cruzada de brazos. No parecía convencida.

—Después ella insistió en que dijera como sabía eso. Sé que suena tonto, pero piensa en lo anormal que es esto de teletransportarse y encima que exista una cosa como ya sabes qué.

—Es un punto válido. Tal vez era algo con lo que naciste y "despertó" hasta ahora. No serías el primer caso del que tengo noticia. —Finalmente desistía— pero sigo intranquila. No necesariamente porque conversaste con ella a mis espaldas o parece interesada en perseguirte. —movía inquietamente los dedos encima de su boca, gesto inequívoco de que, al menos parcialmente, sus palabras indicaban lo contrario. ¿O sólo era tu anhelo? Carecías de mucha pericia en el arte de interpretar lenguaje corporal.

—Si te hiciera algo esa grosera ya no tendríamos la ventaja de un informante. —concluyó.

—Secundo la moción, chico. —se anexó el dragón— Aunque no soy tan insensible como mi señora y temo no sólo porque nos ayudes en...

—¡Leviathan! —interrumpió la aludida, bastante apenada y algo enojada— ¡Yo no soy insensible! —Se dirigió a ti— bien, ya me entiendes. ¿No?

¿A quién llamaba "insensible" el parásito cascarrabias? Hubiera hecho mejor en no mostrar recelo al inicio. O tal vez no. Se trataba de un procedimiento laboral, sin importar lo raro y peligroso del mismo.

—Ya lo creo. Pero ahora debemos irnos sin ser vistos. Sigue en el tren y estoy seguro que en la próxima estación vendrá de nuevo.

—¿Puedes llevarnos al furgón de cola? —sugirió la azul.

—No creo... esto no tiene furgón de cola. Pero sí al siguiente vagón. Ya no debería faltar mucho para llegar a Little Innsmouth.

—Si insiste en algo, ya verá. —Sentenció, dando una palmada sonora sobre su puño— no le tengo miedo ni a la sangre que derrama ni a verla sin testa.

 —Sentenció, dando una palmada sonora sobre su puño— no le tengo miedo ni a la sangre que derrama ni a verla sin testa

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


—Eres realmente sorprendente, Squigly. Yo casi me desmayo al verla. ¿Es que no temes a nada?

—Sí, sí hay algo, —se apenó— los ruidos súbitos. ¡Los detesto! Esos estruendos infernales. Lo que sonó cuando repetiste eso del vacío y la oscuridad. Disculpa, sé que no eres culpable. Sólo fue algo muy desagradable.

—Haré lo posible por evitarlo. No siempre es así.

—¡Gracias! Dime, ¿realmente no podías hacer eso antes de conocernos?

—No en absoluto. No entiendo de dónde he sacado eso. Ni lo de decir cosas que no escucho.

—¿Con que glosolalia? —dictaminó el parásito— esto entierra definitivamente mi hipótesis. No tienes ninguna relación con alguien de quién sé, en definitiva. Además de que no hay humano capaz. ¡Menos mal! Eso habría sido catastrófico.

—¿De quién hablas? —te alarmaste—

—No hace falta. Mejor que sea así. No perdamos de vista nuestro objetivo. Y esperemos no toparnos con esa Eliza.

—¡Pero yo siempre quise tener su autógrafo! —se lamentó su anfitriona.

Siete Veranos (Squigly X Lector)Where stories live. Discover now