CAPITULO XXI

135 16 6
                                    


Los grandes y expresivos ojos azules de Beverly, en ese momento, se volvieron una horripilante pesadilla para Eddie. Paso de tener su rostro entre sus manos, a ser arrebata de un sencillo jalón. Fue demasiado rápido como para reaccionar, su intento por tomarla fue inútil y solo sintió el tacto del frio lago en sus dedos. Un grito desgarrador salió de su garganta al pronunciar el nombre de su novia. Posteriormente, no tardaron en unirse las voces de aquellas personas que lo rodeaban.

Sin tomarle la minima importancia al resto, a su temor por Vecna y al portal; salto al lago.

La cosa que la tomaba del tobillo, subió a su cintura arrastrándola de una manera sobrenatural en las profundidades del agua. Peleo tanto con sus brazos como sus piernas para detener su frágil cuerpo sobre el helado lago, pero nada le daba ventaja. Y ya sin nada que hacer y pensar en su fin, grito adentro del lago el nombre de su novio con el poco oxigeno que sus pulmones tenían.

Pero de pronto, cuando ya catalogaba su existencia como perdida, donde la gobernaba la amarga oscuridad, sus ojos fueron sorprendidos por una reluciente luz blanca y su cuerpo, repentinamente se desplomo en una superficie.

Beverly jadeo de dolor debido al impacto de aquella caída. Se giró a un costado para sostener el peso de cuerpo, poco a poco abrió sus ojos debido al abrupto cambio y con lentitud, pudo estabilizar su respiración. Al estar más consiente, se percató que su ropa no estaba húmeda. Se levantó de golpe y al alzar su mirada, se encontró con el reflejo de ella misma en un espejo. Se acercó unos cuantos pasos e inspecciono su apariencia: su cabello estaba seco y perfectamente peinado, su maquillaje pareciese como si se lo hubiera retocado y su vestimenta relucía de lo limpia que estaba.

Tal cual como se arregló esa mañana. Era como si nunca hubiesen ocurrido los acontecimientos de aquella noche en el tráiler de Eddie.

Ella se encontraba en un cuarto como si fuese de un hospital. Todo era blanco y lo resaltaba una gran arcoíris den las paredes como el en suelo que pisaba. Lentamente recorrió el lugar y noto distintos juegos, mesas, sillas y juguetes. Todo era apto para niños, con exageradas medidas de seguridad.

Por un instante, pensó que ya estaba muerta. No encontraba otra lógica, porque nunca había pisado lugar como ese. De pronto, una voz se escuchó a sus espaldas haciéndola sobresaltar.

—Bienvenida, Beverly.

Ella se giró aprisa y encontró a un hombre vestido de camisa y pantalón blanco y en sus caderas lo ajustaba un cinturón negro. Piel lechosa, ojos azules más claros que los de ella y un cabello color oro, con facciones bastantes blandas, se veía agradable.

—¿Dónde estoy? —Fue lo primero que le pregunto

El chico sonrió. —Donde estas a salvo.

Beverly rio con sarcasmo y cruzo los brazos.

—No sabía que primero tendría que pasar por una guardería para poder entrar al cielo.

—¿Quién te dijo que estabas muerta?

—Entonces dame una respuesta más lógica.

—Bien. —Contesto con esa cara de inocente. — ¿Por qué mejor no nos sentamos? —Señalo una de las mesas que estaba detrás de Beverly.

La rubia frunció el ceño, sin responder a lo anterior. Aquel chico sonrió por debajo y camino en dirección a la mesa, Beverly lo siguió con la mirada porque sentía desconfianza. El arrimo una de las sillas y le hizo una señal para que se sentara primero.

No le quedo más que resoplar y aceptar; necesitaba respuestas.

—Eres terca y de mente dura. —Le dijo el chico, después de sentarse y quedar cara a cara.

HEALER | Eddie MunsonOnde histórias criam vida. Descubra agora