Capítulo 7

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Diciembre trajo consigo el viento gélido, la nieve y muy pronto problemas. No obstante, ajeno a lo último, Emma sabía que a inicios de mes debía ir al cementerio a limpiar malezas y otras suciedades de la tumba familiar de los Sano.

La chica había adquirido un gusto por la limpieza en aquel cementerio, era bastante silencioso y aunque se tratara del lugar que descansaban los que ya no se encontraban entre ellos era placentero ver el resultado del buen mantenimiento que le daban a las lápidas en unos minutos.

Cómo de costumbre Mikey la estaba acompañando y como de costumbre el se encontraba en silencio mientras retiraba la tierra de las letras talladas en la lápida de Shinichiro. Sin embargo Mikey no podía evitar pensar que Emma estaba más callada de lo usual, casi siempre que iban al cementerio ella trataba de sacarle conversación todo lo que podía para ayudarlo a sentirse mejor con respecto a Shinichiro, su madre y su padre. Pero a su lado Emma solo pasaba una esponja con agua sobre la lápida de la señora Sano sin decir una sola palabra pero había una sonrisa en su rostro.

—Estás más callada de lo usual.

—Solo estaba pensando. Deberías intentarlo te vendría bien.

Ignorando el comentario Manjiro observó a Emma por unos instantes más, ella se miraba feliz, una mirada más brillante a pesar de que estaban frente a su difunta familia.

¿Ella ya los había superado? Porqué... Porqué haría algo como eso.

—¿Qué pasa? —le pregunta, Manjiro se ha quedado demasiado viéndola.

—Tú... ¿No te sientes triste estando frente a ellos... No los extrañas?

Con Emma, Manjiro podía hablar un poco a cerca de lo que sentía, solo un poco. Ella se da cuenta de la incomodidad que refleja la mirada de su hermano y tan solo puede negar.

—Extraño a madre —dice con una dulzura al mencionar a la señora Sano, esa mujer tan amable que no le importó que ella fuera la hija de una infidelidad. La señora Sano había sido tan amable, tan dulce y la había tratado mil veces mejor que lo que su madre biológica había hecho alguna vez ¿Cómo se supone que no la extrañaría?— Pero ya ha pasado mucho tiempo, a ella no le gustaría que siempre me viera triste cada que venimos... Y todavía sigo extrañando mucho a Shin-nii, pero debo ir superándolo poco a poco y la mejor forma es sonreír en momentos como este.

Manjiro solo desvía la mirada hacia la lápida de Shinichiro.

¿Superar? Eso era como decir que debía olvidarlo, que debía olvidar que alguna vez estuvieron vivos, que alguna vez su hermano mayor le tomó la mano y le enseñó muchas cosas. Superar era algo que estaban haciendo su abuelo y su hermana, él podía verlos en la forma en que llevaban sus vidas y no se miraban miserables por el recuerdo sombrío cómo él lo hacía en ocasiones. Sentía que él y su mente estaban congelados en el tiempo mientras los demás avanzaban... ¿Avanzaban a dónde?

Mikey simplemente no entendía el concepto de superar a un fallecido, el porqué su propósito era fácil de interpretarse cómo una forma suave de decir "ya, olvídalos, están muertos". Emma lo hacía ver fácil, que su dichosa superación la hacía sentirse mejor consigo misma (y eso, era algo que muy en el fondo él odiaba).

Porque Mikey no podía concebir que el mundo a su alrededor seguía girando ajeno a su dolor.

.

.

.

Mikey le dice que irá por otro lado, seguro a encontrarse con Ken-chin y Emma solo agita su mano en despedida acostumbrada a sentir que su propio hermano la dejaba de lado.

—No seas absurda —se regaña así misma, Mikey no es su niñera y puede ir donde quiera pero la verdad era que ella quería seguir acompañada de él en ese momento.

Así tendrás algo mío acompañándote cuando te sientas sola.

Toca el collar y sonríe, Keisuke había cautivado su corazón en ese momento. Al parecer cuando se pasa por una situación cercana a la muerte las personas suelen cambiar drásticamente.

Era un chico con una personalidad bastante fuerte, pero ahora podía ver un lado más amable. Era nuevo todo aquello y le hacía sentir extraña, se conocían desde niños así que cualquiera podría decir que ella conocia a Baji cómo la palma de su mano. Pero no era así. Los pensamientos de Baji eran algo misteriosos y no esos pensamientos de querer quemar autos cuando tiene hambre o darle una paliza a alguien solo porque lo vio por más de diez segundos.

Emma quería saber un poco más sobre los pensamientos del Baji que miraba triste a través de la ventana del hospital, del mismo Baji que le regaló aquel collar.

Cuando lo pensaba parecía que hubiesen dos Keisuke, el que ella creyó conocer y al que estaba empezando a entender. Esa parte de su vida estaba empezando a ser como un lienzo en el que pintaba una balada de desamor por un lado expresando la atención que anhelaba de Ryuguji Ken y por el otro lado, dónde no hay lienzo donde pintar estaba trazando líneas y pinceladas dibujando una amistad que nunca imaginó que podría llegar a tener con Keisuke.

¿Keisuke era su amigo? Emma se detuvo a mitad del camino y miró hacia el cielo nublado. Qué curioso. Aunque deseaba decir que era su amigo. Suyo. Si intentaba abrir la boca lo que saldría sin duda sería el amigo de Mikey.

El corazón de Emma se encogió.

¿Porqué? ¿Por qué tenía que sentirse así? Como si su vida estuviera destinada a ser una sombra de Mikey. O en sí, algo de Mikey.

Emma esperaba poder decir algún día que Baji Keisuke era su amigo.

Luego de sentirse abatida en medio del camino siguió caminando hasta encontrarse con un lindo gato, era mayormente negro y su barriga era blanca. Sus ojos verdes y esa cola que se meneaba suavemente.

El minino maulló y ella lo acogió en brazos.

—¿Cómo debería llamarte?

Keisuke. Ella negó, no era un nombre adecuado.

—¿Horus? ¿Qué tal, te gusta ese nombre? —el gato ronroneó. Emma sonrió y supo que tendría aún más compañía.

Luego de ese encuentro con el felino ella llegó a su hogar donde le daría un recorrido al gato mientras le animaba a quedarse. Eventualmente Mikey llegaría y la molestaría diciéndole que ya se estaba preparando para ser la solterona con gatos.

¿Era a caso pecado estar soltera y amar a los gatos?

—¿Te lo vas a quedar de verdad? —preguntó por tercera vez en las noche, su plato de comida ya estaba llegando a la mitad de vaciarse en aquella cena.

La rubia le sirvió un tazón del leche al gato y asintió.

—Sí, es lindo.

—Tú no sabes cuidar de gatos, Emma.

—No creo que sea tan difícil, alimentarlo, jugar con él... Sí, ya me aseguré y es macho.

Mikey siguió cenando, no le importaba que el gato se quedará, solo quería ver si en serio Emma lo cuidaría.

—Baji tiene un gato también. Podrías pedirle ayuda.

—No necesito ayuda —Emma se sentó frente a él para cenar— A Horus le gusta su nuevo hogar.

—Que nombre tan ridículo.

—¿Cómo debería llamarlo?

—Manjiro.

—Que nombre tan ridículo.






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