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Después de haber llorado en el hombro de Naab, Namor no volvió a hablarle.
Tomaba el tiempo solo por las veces que Naab o las otras jóvenes le traían comida.
Pero calculaba que había pasado poco más de un mes y no necesito de mucho para saberlo.

Aquel día despertó después de un largo sueño. Y lo que sintió entre sus piernas le indicó que como cada mes y sin falta otro óvulo iniciaba su tortuoso recorrido hacia la matriz.

—Ma'lob Ja'atskab K'iin. (Buenos días)—Naab había entrado con un cuenco de las frutas carnosas con sabor a mango. Y cuando la vio con la mano entre su piernas y llena de sangre,lo dejó caer y se acercó a ella.

—Estoy bien Naab. Solo puedes traerme una toalla,pedazo de tela o algo.—Itzé le intento explicar que necesitaba algo de tela. Pero Naab no entendía.—A dónde vas?—dijo al verla salir a toda prisa.
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Namor se encontraba en su cueva asiendo algunos cálculos en cuanto a las cosechas cuando vio a Naab entrar de prisa.

—Señor...

—Que sucede mi niña?

—Itzé esta sangrando de la entrepierna. Trata de decirme algo pero no entiendo su lengua.

Namor no perdió el tiempo y corrió a la gruta donde había instalado a Itzé.

—Naab estoy bien...—Itzé se sorprendió al ver a Namor entrar.

—Que te ah sucedido?—dijo al verla con la sabana entre las piernas.—Naab dice que estás herida.

—Estoy bien. Es algo normal.

—Es normal que sangres de la vagina?

—No se como son ustedes anatómicamente. Pero las mujeres de la superficie sangramos cada mes. Le intente decir a Naab, solo necesito algo absorbente y pequeño. Por favor,puedes decirle eso.

Namor le dijo todo lo que Itzé había dicho y le pidió a Naab buscar compresas pequeñas.

Naab llegó unos cuantos minutos después.

—Gracias.

—Segura que estarás bien?—dijo no muy convencido Namor.

—Si.

—(Cuídala y si pasa algo dímelo.)

Namor dio media vuelta y volvió a su tarea.

Escuchó pasos de nuevo pero no era Naab.

—Las tortugas iniciaron la migración.—Attuma había vuelto.

—Excelente.

Hablaron del entrenamiento de los nuevos soldados y de cómo pronto las ballenas volverían a Talocan para dar a luz.

Attuma salió poco después para regresar a Talocan cuando alguien se estrelló contra sus pecho.

—Lo siento!—una mujer bajita le habló en la lengua de la superficie.

Attuma la tomó del cuello.

—Suéltala!!—Namor le gritó.

—Es una humana.—

—Es mía. Déjala ahora mismo o te romperé el cuello.

ITZÉ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora