VI

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"A veces me pregunto que hubiera pasado si hubiéramos cambiado la manada de lugar, si hubiéramos mudado el pueblo a un lugar lejos"



Me había posicionado delante de Agathê para que no le hicieran daño. Llamé varias veces, olfateé, traté de buscar con la vista, pero no veía a nadie. Aun así, fuimos corriendo a nuestras casas. Primero me aseguré de que ella llegara bien a la suya y luego fui a la mía.

Al llegar entré con sigilo, pues no quería alertar a mis padres. Me dirigí en puntas de pies a la habitación donde descansaba papá, esperando que hubiera mejorado.

—¿Cómo está? —pregunté susurrando al ver que mi padre estaba durmiendo.

—Está mejor. Tuve que obligarlo a tomar mi sangre, pero aun así necesita del jugo para curarse por completo —susurró mi mamá, quien no le quitaba la vista de encima ni por un segundo.

—Con respecto a eso, hay frutos para hacer muy poco, apenas va a alcanzar para los heridos y el resto para los más necesitados, solo para que se mojen un poco los labios —dije preocupado. Sabía que, si a alguien le estaba haciendo daño esa escasez, era a mamá.

—Tranquilo, mi niño, estaré bien. Mientras tu padre se recupere, todo volverá a ser normal. Por cierto, Alessandro nos contó que lo hiciste perfecto hoy. Estamos muy orgullosos de ti por eso, mi cachorro. Ahora deberías ir a dormir, es muy tarde. —Como siempre, mi madre me hablaba con dulzura y orgullo; eso era lo que me reconfortaba al final de cada día.

Le di un suave beso en la frente y luego miré a mi padre por última vez. Aún sangraba más de lo normal por un costado y el cuello. Suspiré y me fui directo a mi habitación.

No les había contado nada de lo que nos había pasado a Agathê y a mí porque lo último que quería era preocuparlos más de la cuenta. Miré la hora y recordé que aún tenía un montón de tareas de la escuela sin hacer, así que me senté, cansadísimo, a terminarlas todas.

Esa noche no dormí nada y, al otro día, en la escuela, estaba que me caía del sueño. Massimo y yo aún seguíamos molestos, pero eso no evitaba que compartiéramos en clase o a la hora del almuerzo. Así pasaron los tres días que se necesitaban para que el jugo estuviera listo. Por suerte, a mi padre le hizo efecto casi al instante: hizo que dejara de sangrar y tuviera un mejor aspecto. Mi mamá también había mejorado un poco después de aquella pequeña dosis que yo le había dado.

Después de la recuperación de mi padre, pasó una semana en la que estuvo colmado de trabajo, como la organización y estrategias que mantenían a la manada a flote, desde la comida hasta la reparación de casas, por todo el tiempo que estuvieron ausentes él y los guerreros que fueron con él y luego el lapso en el que mi padre estuvo en reposo. Ese día, él iba a tener tiempo para pasar con nosotros sin obligaciones de por medio. Por la mañana, antes de ir a la escuela, le había preguntado si Agathê podía ir a la casa a cenar para presentársela, lo cual él aceptó, emocionado, con la condición de que fuera otro día porque después de lo que había pasado quería que me pasara una semana junto a él y a Hardy, mi entrenador cuando mi padre no estaba.

—Le pregunté si podía ser hoy y me dijo que no que sería después de un entrenamiento especial que quería hacer conmigo y Hardy —le conté a Agathê.

—Oh entiendo. ¿Y ese entrenamiento? ¿Es por lo del ataque? —preguntó Agathê, susurrando lo último.

—No lo sé, supongo, nunca cuestiono lo que mi padre me dice solo obedezco y ya —respondí encogiéndome de hombros

Sangre MestizaWhere stories live. Discover now