XVII

75 6 7
                                    

Mirando hacia atrás, comprendo ahora que proteger a los nuestros en momementos

de conflictos, revela verdades que fortalecen inquebrantablemente nuestros lazos.


Me paré de la cama interponiéndome entre Alysa y Osmond, el aroma de este no me presagiaba nada bueno y no permitiría que le hiciera ningún daño a mi chica, aunque al parecer su odio era hacia mí, tenía que estar seguro.

—Sabías que algún día esto iba a pasar, solo era cuestión de tiempo. Así que mejor relájate, que la estás asustando. Ella es mayor de edad para escoger quién, cuándo, cómo y dónde la muerden —dije intentando calmarlo y evitar que cometiera una locura, por lo menos no delante de ella.

—¿Mayor de edad? ¿Y eso qué rayos tiene que ver aquí? ¡Ella no sabía lo que significaba y tú solo te aprovechaste de eso! ¡Sabía que no podía confiar en ti! —gritó Osmond, enojado entre gruñidos.

—No seas imbécil, claro que le expliqué en lo que se estaba metiendo, ella aceptó. Solo cálmate y escúchala. Me iré para que hablen, pero solo si estás calmado —A pesar de que me sentía ofendido, traté de sonar lo más neutro posible para no alterarlo más.

—¡Dudo que le explicaras todo! ¡Ella no aceptaría semejante cosa! ¡Ella no es así de imprudente! ¡Seguro la estás obligando! ¡Tal vez chantajeándola! —Enseguida que escuché el tono con el que me había gruñido, me puse en posición de ataque, no podía creer que él sería capaz de matarme solo por morder primero a la chica que él quería; él tuvo veinte años para hacerlo.

Estaba completamente confundido, estaba sobre reaccionando, no teníamos que pelear como unos salvajes; era una de las grandes diferencias entre nosotros y nuestros ancestros. Antes de siquiera reaccionar, lo tenía sobre mí queriendo matarme. Mi lobo rugía por salir y pelear con el enorme lobo negro frente a nosotros, pero no se lo permití, no dejaría que la sangre corriera, menos por algo que ya no tenía remedio. Podía escuchar los gritos de Alysa, asustada mientras el animal frente a mí intentaba acabar con mi cuello; por suerte, yo era más hábil y fuerte, por lo que solo lograba hacerme algunos rasguños.

—¡Cálmate! ¡Las cosas no se resuelven así! ¡No quiero hacerte daño! ¡Para! —Le pedí, pero no me escuchaba, solo gruñía. Mi lobo quería salir y destrozarlo para acabar con todo eso; no lo dejé, Alysa no tenía por qué ver algo tan horrible.

Por otro lado, Alysa lo único que hacía era culparse mentalmente por haber roto la promesa que le había hecho a ese tipo. Ahora sí, tanto mi lobo como mi vampiro estaban llenos de rabia y querían matarlo por hacerla sentir así, cuando ella no había hecho nada malo.

Estaba a punto de dejar salir a mi lobo cuando escuché cómo Elizabeth y Noa, su padre, subían las escaleras, asustados por los gritos.

—¡Osmond! ¡Para! —gritó Noa. Osmond, por otro lado, solo gruñó enojado y siguió atacándome, ignorando la orden de su Alfa—. ¡Osmond! ¡Te dije que pares! Él tampoco sabe lo que significa. ¡Déjalo en paz!

—¿Qué cosa es la que no sé? ¿Por qué ese loco quería matarme? ¿No que muy monjes protectores? —Fueron las tres preguntas que al instante llegaron a mi cabeza cuando Osmond paró y fue cabizbajo, como cachorro arrepentido con la cola entre las patas, hasta donde estaba Noa. Fui hasta donde estaba Alysa y la abracé, buscando protegerla de cualquier movimiento que hiciera ese tipo.

—Kylian, cuidadito con tu tono de ironía, estás hablando con alguien mayor que tú —me regañó Eli, señalando con el dedo acusatorio.

—Déjalo, es comprensible —dijo Noa, colocando suavemente una mano sobre el hombro de su hija, volviendo al mismo tono de voz calmado de siempre—. Si hay cosas que aún no saben, es porque aún no es tiempo de que las conozcan, no hay que adelantarnos al tiempo.

Sangre MestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora