Siete

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Ya era tarde a la noche cuando ambos cayeron rendidos a la cama. Mei, especialmente, estaba agotada, y ese delicioso dolor luego de hacer el amor le estaba calando el cuerpo.
Atsushi, por su parte, se acomodó detrás de ella, con marcas un poco visibles en sus muñecas por la corbata que se había usado anteriormente en el juego apasionado de privarlo de sus manos, sin posibilidad de poder tocar a la diseñadora.
Ambos tenían marcas de chupetones y mordidas en sus cuerpos, así como de pequeños golpecitos visibles por la corbata.

-Mei… -el pelinegro suavemente le abrazó, y giró el rostro femenino para besarle. La castaña correspondió con fervor y deseo- Te amo, mi Mei.
-También te amo, mi Acchan… Mi novio.
-Sí lo dices así vas a apenarme… -Mei le regaló una sonrisa agotada, pero que reflejaba todo ese cariño sincero y amor puro que empezaba a sentir.
-Como dices tú, Acchan… ¿Y está mal?
-¿Como podría estar mal…? Si eres la única que logra hacerlo…

Mei se giró, quedando frente al chico. Cerró los ojos delicadamente y se acomodó en su pecho.

-Yo soy… la única que te hace vulnerable… pero a la vez fuerte…
-Sí, mi Mei… tú eres mi vulnerabilidad. Mi punto débil…

Mei acompasó su respiración. Entreabrió la boca y se entregó suavemente a Morfeo. Atsushi la admiró suavemente durante algunos momentos y acercó su mano libre para acariciar su cabello. Con miedo, pero casi seguro de lo que debía hacer. Acarició delicadamente su cabello y deslizó el dedo por su mejilla, cuando supo que Mei ya estaba descansando, dormida un poco más profundo, le cantó en voz baja:

-"Tan solo mirabas el cielo vacío, cuando un pájaro trinó y el sol salió, quédate tan solo un poco más, soñando, así es como debe ser… En las noches cuando tiemblas y el mundo se hace lejano, en tu tristeza solo vuela al cielo… vuela hacia cualquier lugar… Mira a la estrella fugaz, correr por el cielo nocturno, casi a punto de caer, como gotitas en las puntas de tus dedos… Aleluya, solo para ti…"

Mei se giró hacia el otro lado, respirando de forma acompasada. Atsushi sonrió, pero no paró de cantar:

-"Mira al cielo, ¡Allí hay una nueva luz! Las lágrimas de la luna y las flores del sol… Para que así nunca deje de saber dónde estás… Sosteniéndote, abrazándote fuerte, más fuerte, más fuerte…"

Atsushi la contempló dormir a través de la iluminación de los ventanales. Las luces estaban apagadas hacía ya un buen rato, y amaba que así fuera. Podía contemplar a Mei con esa suave luz, y eso era todo lo que necesitaba.

-Descansa, mi dulce amor.

Atsushi entonces se acomodó a su lado y luego de unos minutos acompasó su respiración, quedándose profundamente dormido.
En ese momento, Mei Utsunohara abrió los ojos. Acchan la había despertado sin querer cuando había pasado sus dedos por su mejilla, pero decidió no abrirlos por temor a que el chico se sintiera culpable de haber interrumpido su sueño. Se apenó mientras llevaba sus manos a su rostro. Lo había escuchado cantar. Su voz era tan hermosa… Mei sintió que no podía resistirlo.
Y así, Mei Utsunohara supo que, por primera vez, la voz de Atsushi era la más clara de las voces en medio de todos los ruidos infernales de la música. Que él era la voz que sobresalía de todo el caos y que sería la única voz que pudiese escuchar por mucho, mucho tiempo.
Dicho esto, permaneció en vela pensando hasta el amanecer.
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La mañana golpeó a Atsushi de forma suave. Estiró las manos para atrapar la figura de la diseñadora entre sus brazos y ya no se encontraba en la cama. Fue cuando abrió los ojos y se estiró, llevando sus manos a su rostro, moviéndolas suavemente para despertarse, terminando en su cabello desordenado. Suspiró con algo de tedio, no podía entender por qué Mei se había ido.
Fue cuando vio aparecer a la diseñadora, con una camiseta larga de color blanco y los ligueros sobresaliendo, junto a las medias de satín, entrando a la habitación para buscar algo en una de sus maletas.
Entonces no había sido un sueño.

La canción de amor que amé en abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora