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CAPÍTULO UNO.
Bienvenida

Sus frios ojos estaban clavados en ella, su semblante era completamente serio, pero era muy obvio que lo estaba disfrutando, disfrutaba ese silencio, disfrutaba ver como a ella la situación la tensaba. Aunque Velma lo intentara disimular la situación la incomodaba, el silencio, esa mirada, el lugar, estar de vuelta. Estar ahí nuevamente le provocaba un incendio en su interior. Tener a ese hombre nuevamente frente a ella la llenaba de ira. Y apenas lo podía disimular.

Tras varios minutos Bartolomé sonrió con una falsa dulzura y por fin decidió hablar — Bienvenida de nuevo a casa pimpollito — dijo con una edulcorada ternura que la morocha ya conocía.

Cerró con fuerza sus puños apoyados en sus piernas sintiendo la rabia aumentar.

— no sabes lo que te extrañe mi pequeña Velmitis — toco su pecho fingiendo pena, pero al insistente una sonrisa maliciosa escapó de sus labios, lo que provocó que Velma cerrará aún con más fuerza sus puños — ¿cómo te fue todo este tiempo con Pereira? — dijo mientras se levantaba dándole la espalda a la morocha que lo miraba con un odio contenido.

Bartolomé agarró una copa y una botella de alcohol, del pequeño armario. Y con ligeros pasos se acercó hasta quedar parado frente a Velma.

— che, Velmi, decí algo, no te oí hablar — propuso divertido mientras llenaba su copa — te compartiría, pero sos menor, lastima che — se burló, dejando escapar una carcajada. Velma cerró por segundos los ojos apretando con fuerza los dientes, hasta oírlos rechinar. Odiaba su risa.

El ruido de la copa siendo dejada con fuerza en la mesa, hizo que volviera la mirada en Bartolomé, que se había agachado para que sus rostros quedaran a la misma altura. Velma al sentirlo tan cerca evitó mirarlo y mantuvo sus mirada en un punto fijo en la gran biblioteca que había frente a ella, concretamente en una fotografía. Una pequeña en los brazos de un Bartolomé algo más joven, cortando la cinta que inauguraba la fundación BB.

— las normas siguen siendo las mismas, y vos ya sabes a lo que lleva desobedecerme — tomó con violencia su rostro y la obligó a mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros, llenos de maldad y sin compasión, que provocó que tuviera que tragar saliva — espero que hayas aprendido la lección — advirtió con dureza y con la misma violencia que la había tomado la soltó para volver a su lugar, limpiando su mano con un papel, asqueado, como si hubiera tocado basura. Eso era lo que los chicos como ella eran para él. No lo escondía, por lo menos no en privado.

Velma sentía como sus uñas se iban clavando cada vez mas en sus palmas por la fuerza que hacía con todo su cuerpo, sintiendo que dentro de poco sus dientes se convertirían en polvo, y sus uñas harías un agujero en sus palmas, ella sabía que nada podia decir, y mucho menos hacer y eso era lo que le provocaba su ira.

Bartolomé acomodo sus anteojos y con total tranquilidad dio un sorbo de su copa dejando que el silencio nuevamente se adueñara del despacho, así fue hasta que el ruido de la puerta abriéndose provocó una sonrisa en el hombre de perfectos y cuidados rizos.

Velma giró parte de su cuerpo para encontrarse con la persona que había llegado, cuando la vio, todo su cuerpo se tenso. Vestida completamente de negro, con unas llaves colgadas en su cintura y un turbante cubriendo su cabello, se encontraba Justina, que alzó una ceja al ver a la chica. Sus ojos negros se clavaron en los de Velma que no se dejó intimidar por la ama de llaves.

Velma Casi Angeles.Where stories live. Discover now