Velma Casi Angeles.

PROLOGO

VELMA FUNES nunca hubiera podido alardear de tener una familia feliz, una familia de esas publicitarias que salían en la tele y revistas, de esas que se veían caminar por las calles. Su familia sólo se componía de ella y su madre, pero le alcanzaba. Para ella eran suficientes las sonrisas que le dedicaba su madre, las caricias que le daba, las tardes en los parques, las meriendas que preparaban juntas, las noches de películas todos los sábados, en el viejo televisor que tenían, para luego quedarse dormidas juntas. Eso era suficiente Velma no buscaba más.

Pero un día sin razón alguna todas esas cosas fueron disminuyendo hasta desparecer. Y ahora los ojos de su madre habían perdido brillo, su sonrisa era inexistente, no se atrevía a tocarla, ni siquiera a mirarla, parecía estar siempre perdida en sus pensamientos, llorando todas las noches, lamentándose de algo que parecía atormentarla. Lo que provocó que con el pasar de los días la felicidad de Velma se volviera translúcida.

Pero un día sin más despertó como siempre, como era antes, la despertó, prepararon juntas el desayuno, le propuso hacer un picnic, viajaron en el último asiento del colectivo, hasta llegar a un parque, donde estuvieron jugando hasta el atardecer y juntas nuevamente volvieron a subirse al bondi, durante todo el trayecto sus manos estuvieron entrelazadas. Griselda Funes no la soltó en ningún momento.

Cuando llegaron a casa y tras pereparar la cena se sentaron junto al televisor, pusieron una película, Velma se acurruco en su madre hasta quedarse dormida con una agradable sensación y una sonrisa en sus labios, Velma sentía que todo podía volver a ser como antes.

Grisleada miró durante varias horas el rostro angelical de su hija que dormía en su pecho. La acarició el rostro, dejó varios besos en su mejilla, jugo con su cabello recordando que hace unos años era su bebé.

Velma abrió los ojos al sentir que su madre se levantaba de su lado, la cubrió con una mantita y se alejó. Velma la vio, vio como se iba con el rostro humedecido por las lagrimas, vio como su cuerpo temblaba.

Velma se levanto y la siguió. Griselda caminaba arrastrando los pies, iba directa hacia el pequeño balcón, abrió la puerta y se acercó a la barandilla. El aire frío de la noche llegó hacia Velma que sintió el viento en su rostro, la pequeña se dio la vuelta para ir a buscar la mantita y llevarsela a su madre, pero en ese momento oyó un fuerte ruido, como si algo hubiese caído del cielo con fuerza hacia el suelo.

Sobresaltada por aquello volvió a girarse en busca de su madre, pero Griselda Funes ya no estaba ahí.

Corrió hacia el balcón encontrándose con una imagen que sabia que nunca podría sacarse de la cabeza, una imagen que desgarro el alma de Velma. Una imagen que quiso nunca haber visto.El asfalto se llenó se gente, unas luces iluminaron toda la calle.

Unas personas que no conocía la vinieron a buscar, le dijerion que ahora que se había quedado sola tendría que ir con ellos pero Velma no quiso, se nego y solo salio corriendo.

Corrió durante horas, durante toda la noche hasta llegar al parque en el que había pasado la tarde. Una vez ahí Velma cayó en que era verdad, estaba sola. Se sentó en uno de los bancos sin saber a donde ir.

El frío comenzaba a hacerse presente al igual que el viento que movía todas las hojas de los árboles. Gotas de lluvia comenzaron a caer, cada vez con más fuerza. Sentia que sus huesos se congelaban, una luz iluminó repentinamente el cielo y de golpe un rugido que la sobreslato, comenzaron a caer truenos, la noche estaba más oscura de lo habitual. Se acurruco contra sus piernas en ese mismo banco. Velma seguía esperando, no sabía el qué, tal vez creyo que mamá vendría a buscarla pero mamá no venía. Paso un día y la lluvia seguía. Al segundo parecía que dejaba de caer pero solo fue momentáneo porque de nuevo las gotas se hicieron notar. La lluvia duro una semana. La misma semana que se mantuvo Velma en aquel banco sin moverse. Pero no venía nadie, Velma entendió que nunca más volvería a ver a Griselda Funes.