iv.

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Rin dejó caer su cabeza contra la ventanilla del auto. Maldiciendo en voz baja por haber aceptado el trato, arrepintiendose del momento en que se cambió de ropa, abandonó su cómodo apartamento y subió al auto de su hermano.

Justo frente a él, en el asiento del copiloto, Shidou tuvo el descaro de reírse.

—Nadie te obligó a venir. —Se burló el rubio con mechones rosas.

El Itoshi menor pateó su asiento en respuesta, ganándose un regaño por parte de su hermano mayor, y consiguiendo así más risas por parte del insufrible insecto de ojos rosas.

—Fue una maldita emboscada. —Se quejó el menor.

—Lo fué, pero aún así subiste al auto por voluntad propia. —contestó Sae. —No es como que fuéramos a traerte atado y amordazado.

—Ese era nuestro último recurso. —comentó Ryusei con un tono tan alegre que le molestó. —Habría sido tan divertido.

—No intentes incluirme en tus asquerosas prácticas sadomasoquistas, antenas.

—No te necesito, para eso tengo a Sae. —contestó Ryusei, ganándose un golpe en la cara por parte del mencionado y otra patada a su asiento. —A veces los odio a los dos.

—Maldita sea, Rin. Deja de patear el asiento. —gruñó Sae, para después disculparse por lo bajo con su novio por el golpe.

—Dile a tu perra que se calle. Es insufrible.

—No le digas perra a Ryusei. Ten respeto. —regañó.

—¡Eso, Rin-Rin! ¡Ten respeto!

—No puedo respetar al inútil que no me respeta.

—El respeto se gana. —acusó Shidou.

—Lo mismo digo, perra engreída. —gruñó el pelinegro. —Así que ¿Por qué no mejor te vas al infierno, cucaracha estúpida? Le harías un favor al mundo.

—Oh, no digas eso, Rin-chan. Para irme al infierno tendría que morir antes y eso pondría muy triste a mi querido Sae. —respondió con una voz melosa, colocando su mano sobre la del mayor que estaba en la palanca de cambios. —¿No es así, bonito?

—Me das asco.

—Y tu a mí pero me encanta tu hermano, así que, tengo que aguantarte, pestañas.

—¿Podrían callarse ya?

La ceja de Sae estaba temblando, mientras que su mano izquierda sujetaba con fuerza el volante del auto. Sabía que era una mala idea tener a esos dos juntos en un lugar cerrado y con poco espacio como lo era un auto, pero aún así, no tenía otra opción. La razón por la que quería que Rin fuera a una fiesta es porque, desde su punto de vista, su hermano era un amargado que necesitaba al menos un poco de diversión, era su problema si decidía tener o no vida social, amigos o algún tipo de relación sentimental o sexual. Ya sabía que Rin era alguien complicado y no era su intención orillarlo a hacer cosas que no quisiera, pero como su mayor, y probablemente, la persona más cercana que tenía, sabía muy bien que ir a fiestas, bailar, beber, y demás, eran cosas que no haría por sí mismo.

Darle un pequeño empujón no sonaba como una mala idea y a fin de cuentas, como lo dijo en un principio, Rin no estaba obligado a asistir, Sae solo iba a darle un pequeño incentivo.

El hecho de que haya aceptado (ya sea movido por el beneficio económico o no) era suficiente para hacerlo sentir esperanzado al respecto. Aunque su hermano estuviera autoconvenciendose a sí mismo de que lo que hacía era nada más que un trabajo extra.

La idea era que Rin bebiera y disfrutara de la ocasión, más allá del enriquecimiento artístico que sin dudas sacaría de la experiencia. Por eso, él era el "adulto responsable" en esa ocasión, siendo el conductor designado.

Estacionó frente a la casa que no era tan impresionante tomando en cuenta que le pertenecía a los Mikage pero aún así era bonita. Rin y Shidou no tardaron en bajar para seguir discutiendo hasta casi llegar a los golpes, siendo evitado por el pelirrojo que se interpuso en el medio de ambos.

Y así, los tres llegaron a la fiesta de Reo.

Perspectivas. |RinSagi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora