xxiv.

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Rin besa el cuello de su acompañante, pasa los brazos por su cintura y le acaricia la cadera. Se disculpa cuando ve lágrimas en sus ojos azules, porque lo que menos quiere es haberlo lastimado pero a la vez no quiere admitir lo lindo que se ve con los ojos llorosos.

No está seguro de en qué momento el sueño lo venció, solo recuerda cerrar los ojos mientras estaba abrazado al cuerpo del más bajo.

Cuando despierta, aún hay algo de oscuridad en la habitación, el cielo en la ventana apenas está empezando a aclarar. Y Rin tiene un dolor agudo en su sien, mientras que su estómago da vueltas.

Se sienta sobre la cama y se cubre el rostro con las manos, sacudiéndose el cabello para intentar reacomodar sus ideas. Junto a él, hay un bulto enrollado en la sábana y Rin lo ignora al momento de levantarse para recoger su camisa y guardar el reloj en su bolsillo.

Se coloca la camisa con desgana y apenas alcanza a abrochar la mitad de los botones antes de rendirse. Colgándose la cinta de su cámara del cuello, puede ver prendas de ropa en el piso y vuelve a mirar al bulto de sábanas sobre la cama.

—No puede ser posible. —Su voz es apenas un suspiro desganado. La garganta le arde y el revoltijo en su estómago no hace amago de mejorar, así que decide ir en busca de un vaso de agua antes de hacer cualquier otra cosa y terminar vomitando en el piso.

Rin arrastra sus pies fuera de la habitación, sin medir la fuerza al momento de cerrar la puerta, simplemente sigue caminando hasta bajar las escaleras, ignorando los ruidos de personas moviéndose en la planta alta de la casa.

Al llegar al piso de abajo, se siente desorientado por un momento ya que no recuerda haber ido a la cocina en ningún punto de la noche, hasta que un flash doloroso del recuerdo antes de discutir a solas con Sae lo golpea, y puede encontrar el camino en dirección a la cocina, dónde no quiso entrar para no ser visto por el chico bonito de ojos azules.

Hay confeti, vasos tirados, botellas regadas y tiene que evitar unos vidrios rotos en la alfombra antes de llegar a la cocina. Los modales pueden irse a la mierda, así que simplemente agarra un agua embotellada y sin preocuparse por buscar un vaso se la toma directamente del pico. Sentándose de forma descuidada en una silla y escondiendo la cabeza entre sus brazos al apoyarse en la mesa.

—Maldición. —gruñe contra sus brazos, le duele la cabeza y le arde la espalda, pero en ese momento es lo que menos le importaba.

Tuvo sexo con un chico.

Joder. Tuvo sexo con un chico desconocido en una fiesta a la que no quería ir después de haberse emborrachado de forma estúpida debido al enojo de haber estado discutiendo sin cesar con la maldita cucaracha y su puto hermano.

Era hasta ridículo el solo pensarlo.

No había que ser un genio para darse cuenta que la noche anterior fue una larga sucesión de momentos extremistas en dónde se dejó llevar por sus emociones. Lo cual no era algo común en él.

Rin era alguien que pensaba antes de actuar, pero al parecer mando su paciencia al demonio la noche anterior, porque todo fue un rotundo desastre.

Bueno, la parte donde se acostó con el chico de ojos azules no fue tan mala pero Rin en su sano juicio no habría hecho nada de lo que hizo, pero lo hizo y ahora está ahí, tirado en la cocina del anfitrión de la fiesta que aún no conoce, con una resaca del infierno, con la dramática posibilidad de contagiarse de alguna enfermedad de cualquier tipo por andarse revolcando en una cama desconocida con un desconocido, y sin saber cómo puta madre volver a casa porque no sabe la maldita dirección para pedir un jodido taxi que vaya a buscarlo.

—¡ME LLEVA EL DIABLO! ¡MALDICIÓN! —gritó de pronto, arrojando la botella al suelo.

Su cuerpo dolió por la brusquedad de sus movimientos y el teléfono se le resbaló del bolsillo, cayendo al suelo con un golpe seco.

Perspectivas. |RinSagi|Where stories live. Discover now