CAPÍTULO TRES. UNA MUJER...¿PORQUÉ EN TODA HISTORIA DEBE HABER UNA MUJER?

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Valencia. Febrero. Año 2032

 Recuerdo que algo inquietante e inusual ocurrió la mañana de mi segundo día de guardia. No serían más de las 07:30h am. Las puertas de seguridad se abrieron anunciando la llegada de algún invitado autorizado. Me encontraba en el control de enfermería, hasta el momento, sórdido en el libro que leía. Oí pasos dirigiéndose hacia donde me encontraba. Un ruido distinguido marcado por unos zapatos de tacón. El traqueteo anunciaba que estaban próximos, por lo que guardé el libro y me dispuse a salir fingiendo que estaba manteniendo la ronda habitual. Justo a mi salida me los crucé de frente. Se trataba del supervisor de mi planta y andaba acompañado de una mujer que me resultó de lo más familiar.

—Buenos días Eden —Saludó de buen grado el supervisor. Yo asentí con la cabeza y le devolví el saludo—. Esta es Paula. Paula este es Eden —dijo señalando a la mujer que ocupaba su lado izquierdo.

—Hola. Encantada —Paula extendió la mano muestra de una presentación formal. Yo imité su movimiento y nuestras manos se unieron en medio de ambos. Mi sonrisa no fue tan afable como la que ella mostro, de hecho, fue algo más espeluznante e hipócrita. Eso delató la carente y sorprendente falta de trato humano al entablar un simple saludo. Me fijé de nuevo en sus ojos. Ese color verde pardo era inconfundible. 

—Bien. Una vez finalizada las formalidades en cuanto a las presentaciones le comento: Paula es una enfermera de Barcelona y ha venido a conocer las instalaciones de esta planta, y por supuesto, a formarse en todo lo relacionado con el trabajo que llevamos a cabo en esta área. Es menester suyo, que durante estos dos días y sus sucesivas noches le enseñe y explique en qué consiste nuestro trabajo sin reparo alguno.

—Muy bien. Si me acompaña Paula le mostraré el control de enfermería —Paula asintió y posteriormente siguió mis pasos.

El supervisor se despidió de nosotros y se marchó. Nosotros nos dirigimos directamente a la antesala donde se situaban todos los fármacos y las neveras donde se conservaban los fluidos que administramos en esta planta.

Se mostró interesada ante toda la explicación que fui dando durante el recorrido por la sala. Apenas había formulado pregunta alguna acerca de todo lo que le estaba mostrando, cosa que me provocó cierta desconfianza.

Anduvimos por los largos pasillos blancos de la sala. Visitamos a algunos de los pacientes y sujetos que se alojaban en el hospital. Se interesó por la diferencia en términos de “paciente” y “sujeto”. Se preguntaba porque esa distinción ante una persona humana. La respuesta radica en el estadio en el que la persona es atendida en la unidad. Es decir: un sujeto es aquel en estado de hibernación que no ha salido de la cuna. Un paciente es todo ser humano consciente que se encuentra en la fase de condicionamiento y recuperación de recuerdos. Ella asintió. Por otro lado, le mostré el W-Visión.

Este mecanismo es un casco conectado al cerebro por electrodos pegados en la piel alrededor del cráneo. La visera es una pantalla que se fija en los globos oculares, y muestra al paciente en primer lugar, recuerdos selectivos de su vida, y, en segundo lugar, un condicionamiento ante la nueva era que está a punto de vivir. De esta manera una vez dados de alta, el paciente se convierte en un eslabón social totalmente integrado en ésta, y del cual ninguna persona puede diferenciarlo del resto. 

Su siguiente pregunta fue el papel que ejercemos nosotros como enfermeros y la utilidad del proyecto. Mi contestación fue sincera, tal y como el coordinador había sugerido. Los sujetos provienen de un lugar llamado Nido Blanco. Este lugar está situado en las afueras de la ciudad y consiste en una red empresarial dedicada a la preservación de la vida biológica. Seres humanos portadores de una enfermedad incurable, y con la tecnología que disponemos, es sometido a una congelación e hibernación controlada. Son depositados en lo que llamamos “cunas” y allí se extraen muestras biológicas para el estudio exhaustivo de su patología. Una vez concluido y verificado el suero curativo, pasan a esta sala donde se les despoja de su hibernación, se curan, y son reestablecidos a sus vidas cotidianas.

La utilidad del condicionamiento y del recuerdo selectivo, es vital para la supervivencia de estos pacientes. Todo esto es debido a que el tiempo de congelación superior a un año, ha mostrado que una vez despiertos, provoca daños en diversas zonas del cerebro, entre ellas; la zona encargada del recuerdo y la zona del comportamiento cívico y social.
Ella asintió sorprendida del avance que suponía este proyecto para la humanidad.

Era consciente de la importancia de que todo esto debía mantenerse en secreto, pues todavía estaba en una fase temprana de experimentación humana, y tan solo se estaban despertando a aquellos pacientes que se sometieron voluntarios al experimento. Claramente no podíamos despertar a la gente que había invertido un gran capital, pues si se cometía un error o no estaban del todo claras las complicaciones que podían surgir tras la descongelación, suponía una gran pérdida de millones, y por supuesto, un derrocamiento de todo el proyecto. Esto era algo que se había acordado en el contrato estipulado con los grandes magnates que habían invertido sus millones en asegurar una supervivencia a ellos mismos y su progenie.

Ella asentía sorprendida y emocionada, pero a la vez mostraba cierto reparo en cuanto lo anteriormente explicado. 

Tras toda esta explicación, tomamos asiento en el control de enfermería y le propuse tomar un café. Ella accedió con gran entusiasmo. Tomó asiento en uno de los sillones y yo me coloqué enfrente. “¿Eres de aquí?” preguntó ella, “Si, me crie en Valencia”, contesté algo entrecortado. Ella asintió. “¿Llevas mucho trabajando en este servicio anexo?” Volvió a preguntar. “Unos cinco años —me quedé pensando— sí, unos cinco años más o menos” respondí. Nos quedamos un rato callados. La tranquilidad del silencio es placentera.

Tan solo duro segundos.

“Y dime, ¿Estas casado, tienes hijos?” Qué interés más repentino por mi vida privada. “No, no. Ni estoy casado ni tengo hijos” Conteste sereno y cortante. Ella miró a los alrededores, observante, sin dar un sorbo al café. Yo, por el contrario, ya había acabado la taza. “Vaya, eres de pocas palabras” Ella sonrió, su expresión mostraba simpatía, alegría y ganas de hablar. La mía en cambio, mostraba discrepancia a su apogeo charlatán. “Sí, soy poco hablador, perdona. Quizás con Francis estarías algo más entretenida” contesté dando un sorbo a una taza vacía. “¿Francis?” preguntó ella. “Si, uno de mis compañeros en el trabajo”. Ella asintió. 

—Buenos días mí querido Eden —era la voz de Francis— ¡Vaya!, y veo que muy bien acompañado —Se dirigió a Paula— ¡Buongiorno, principessa!, Mi nombre es Francis. ¿Sería tan amable de decirme el suyo? —Francis la agarró de la mano y la besó.

Ella, intentó repeler tal acto de manera tímida. Francis mantenía una sonrisa de encantador caballero.

—Mi nombre es Paula. Encantada de conocerte.

Paula mostró timidez ante la verborrea de Francis. Sentía un amor incondicional a las mujeres. Creo que no discernía entre una u otra, tan solo el hecho de ser mujer, lo volvía aún más charlatán.

Una vez finalizado el bombardeo de preguntas a Paula por parte de Francis, le puse al día de lo ocurrido. El fingió escucharme, y digo fingió porque mientras yo le explicaba delicadamente todo lo acontecido él se limitaba a observar a Paula.

—Por cierto, ¿Qué haces tú aquí de nuevo? —pregunté. Él seguía manteniendo su atención a Paula— ¿Serías tan amable de prestarme atención? —Francis captó el tono de mi pregunta enseguida y se disculpó. 

—Le he cambiado la guardia a María. Tenía que llevar a su madre a no sé qué recado.
Yo asentí, sin dar importancia a lo dicho. Me era indiferente a quien dar el relevo. Le expliqué todo minuciosamente ya que los tratamientos que debía administrar eran de suma importancia y debían de ser administrados intercalados cada cuatro horas.

Él asintió afirmando que había entendido todo. Una vez hecho el relevo nos dirigimos Paula y yo a los vestuarios.

Nido BlancoWhere stories live. Discover now