12 𝑹𝑨𝒁𝑶𝑵𝑬𝑺 [JENNA ORTEGA]

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Faltaban dos días para navidad, y aunque ya tenías dieciocho años, tus padres te castigaron por llegar tres horas después de la hora que te habían dejado. Y sí, acepto que fue culpa mía.

Te llamé a media noche para decirte que quería llevarte a un mirador que había encontrado a unas calles de la escuela, y tú respondiste susurrando:

-Ven a mi casa y espérame en el patio trasero, voy a escaparme por la ventana.

No te creí capaz de escaparte de tu casa, y mucho menos por la ventana. Pero al ver tu silueta saliendo cuidadosamente de la diminuta ventana de tu baño me di cuenta de que no debía subestimarte.

No sé en qué momento pensaste que salir a la calle con un pantalón de pijama y una buena idea, sobre todo en diciembre.

Te di mi chaqueta, y tú me besaste.

Cada que me veías me besabas, y me gustaba, pero parecía que no estabas consciente de que tus padres estaban a unos metros de nosotros y que, si por alguna razón se asomaban por la ventana y nos veían, nos matarían.

Fuimos al mirador, la ciudad se veía casi tan hermosa como tú, y me sentí feliz por verte tan emocionada de estar ahí.

Pasó una estrella fugaz y me dijiste que pidiera un deseo, pero no pedí nada, porque pensé que tenerte ahí conmigo era lo único que necesitaba.

Que idiota.

Debí pedir que te quedaras conmigo para siempre.

Cuando nos subimos a mi auto te quedaste mirándome por varios segundos, y comenzaste a besarme, pero un rato después, dejaron de ser solo simples besos, y decidimos pasarnos a la parte de atrás del vehículo.

Me da risa recordar que nuestra primera vez fue en el asiento trasero de mi auto. Al final me miraste a los ojos y me dijiste que me amabas, y yo te creí.

Y esa es la séptima razón por la que te odio.

Porque no nos escapamos una vez, ni dos, fueron doce. Doce veces de las que me arrepiento rotundamente.

Te odio por haberte escapado conmigo.