CAPÍTULO 1

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Sangre asesina

(El asesino)

Había planeado todo; menos la forma de asesinarla. Lo único en lo que sí estaba seguro, es que tendría que ser hoy; la madrugada después de su boda. Me dolía la cabeza y lo único que me importaba era asesinar a Brittney; ese era el nombre que durante meses no podía quitármelo de mis pensamientos. Esta noche eso va a cambiar. Miro hacia el interior de la cabaña, está oscuro, pero sé que está ahí; acostada, dormida, y lo mejor; sola. Lo que ella no sabe es que hasta mis mejores sueños; para ella serían su peor pesadilla. Su ahora esposo había salido y todos los invitados ya estaban durmiendo en las demás cabañas. Era la oportunidad para matarla. La puerta trasera la han dejado abierta. Para mi seguridad mental sé que no hay nadie que pueda verme. Mi mano derecha sujetaba un cuchillo con fuerza. Amaba este cuchillo, yo mismo lo había hecho; en la punta terminaba con forma de tiburón. Y a cualquier tiburón le gusta la sangre.

     Echo un vistazo a mis espaldas, no había indicios de su marido. Cierro los ojos con la intención de tranquilizarme, pero era inútil. La noche ya era demasiado fría a esta hora y la luna es lo único que alumbra al exterior. Abro despacio con el pie derecho la puerta. Esta hizo un ligero rechinido. El viento estaba quieto; aun así, sujeté la manija para evitar que se fuese a azotar. Sobre mi yugular sentí que el corazón me comenzaba a aumentar la velocidad de bombeo. Al traer guantes podía sentir que mis manos ya empezaban a humedecerse por dentro. Debía darme prisa. Entro a la pequeña sala y cuido que mis pisadas sean silenciosas.

     Por dentro la cabaña todo estaba en silencio. Y en su mayoría oscura. La luna llena brillaba a las afueras, era hermosa, y siendo la única luz que existía; aquella luz no era suficiente para ver en el interior de ésta. Suelto la manija, pero no cierro la puerta, supuse que esto haría más ruido y no quería despertarla. Todas las cabañas eran iguales; me introduje por el pasillo de la orilla dando pasos cortos, lo más pegados posible. Desdoblo hacia la izquierda y observo la habitación. Esta no tenía puertas, estaba abierta al pequeño pasillo. Voy dando pasos hacia la cama. Ella estaba acostada sobre el lado izquierdo de esta. Había quedado dormida por encima de las cobijas. La contemplé por unos segundos. Estaba embarazada y pronto daría a luz. Pero no lo permitiría. Estaba decidido a hacerlo. Traté de respirar hondo y exhalar despacio. Debía calmarme si quería que esto funcionara. Desdoblo el gorro de la cabeza y cubro mi rostro con el pasamontañas que me había hecho cortándole un par de agujeros a la altura de los ojos. Lo acomodo en mi rostro y dejo que mis facciones se acoplen a la tela.

     Camino hacia la orilla de la cama y trato de acomodarme hasta estar frente a ella. Aún traía puesto el vestido de bodas. Me aproximo a su espalda, su cabello era lo único que distinguía en la oscuridad, eran como pequeñas manchas claras encima de las sábanas. A un costado de la cama existía una lámpara de buró. Tiré del cordón de esta y tardó unos segundos en encender.

     Miré que mi sombra se proyectaba sobre uno de los muros color crema, en esta se veía como sostenía el cuchillo y se me hizo una buena imagen para recordar. También se veía parte de la sombra del cuerpo de Brittney.

     «La vida es fugaz». Pensé.

     Coloco con cuidado el cuchillo sobre el buró de la cama y tomo con las dos manos el paliacate que colgaba de mi cuello. Lo desamarro y lo tomo con fuerza. Me acomodo hasta predecir mi mejor postura. Me acerco hacia su rostro y en el aire acomodo el paliacate a la altura de su boca. No quería que gritara. Recuesto la mano derecha sobre la almohada encima de su cabeza. Di un último respiro antes de actuar. Con lentitud voy introduciendo el paliacate por debajo de su mejilla derecha. Al punto; intento anudar el paliacate con fuerza lo más rápido posible. Ella se despierta, dando un salto ligero con la cabeza. Inmediatamente intento colocarle el paliacate entre los dientes antes de que pudiese realizar algún grito de auxilio. Salto sobre su espalda y le giro la cabeza hasta que su rostro mirara hacia la almohada. Ella comienza a lanzar patadas con sus talones, pero ninguno de estos logra darme. Intenta gritar, estos gritos eran más fuertes de lo que yo había imaginado. Mi miedo comienza a acelerar. Con algo de suerte logro amarrarle el paliacate y doy un nudo con fuerza. Ella continúa dando patadas al aire cerca de mi espalda. Someto su cabeza sobre la almohada y ella comienza a realizar ruidos con la boca. Estos seguían siendo fuertes. Más de lo que había pensado. Comienzo a preocuparme. Mis minutos están en cuenta regresiva.

7,001 CARTAS DE FELICIDAD ©Where stories live. Discover now