CAPÍTULO 79

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Una despedida

(Jensen)

A seis meses de la muerte de William ninguna noche ha sido igual. Estas se volvieron silenciosas, ya no había necesidad de imaginar la vida perfecta, esperé soñar con Brittney esta madrugada, pero ella nuevamente nunca apareció. Desde la muerte de William no he vuelto a despertar a mitad de las noches. El insomnio pareció mejorar, cada vez me pasaba menos veces. Desde entonces ya no la he visto. Yo no podía hacer trampa, no podía obligar a mi mente a soñarla dormido. A veces el silencio es una respuesta, en este caso tal vez lo era. Quizá ella ya está feliz con William. Yo lo sabía. Tal como me lo había dicho en un sueño: uno de los hijos se iría con ella.

A veces la extraño, y también extraño escribir, se había vuelto parte de toda mi vida. Desde que William se fue ya no he tocado una hoja de papel, ya no hay razón para hacerlo. Mi hija Violet ahora está conmigo, y sé que mi hijo está en un mejor lugar.

Mi madre una vez me dijo que aprovechara cada día de mi vida. Que tal vez una noche cerraría los ojos y que cuando los abriera ya estaría en otro lugar. Quizá ya no pueda disfrutar a mi hijo William, pero aún tengo a Violet. Pronto ella será mayor de edad y hará su vida. Pero ambos hemos prometido vernos seguido. Tal vez Brittney o William nos esperen mientras estemos aquí. Ha mitad de la carretera mi hija ha comprado un ramo de flores uno es para Brittney y el otro para su hermano. Gracias a Rachell pudimos tener permiso de sus padres adoptivos para enterrarlo junto a Brittney.

—... y libranos del mal, amén —pronunciaba mi tío Chris.

Violet se despedía de ellos dando unas palmadas en las lápidas. De su bolso ha sacado lo que parecía un listón dorado.

—¿Qué es eso? —preguntó Chris.

—Es un hachimaki de chef.

—¿Un qué? —pregunté.

—Hachimaki —aclaró Violet—: es una cinta que se colocan en la frente los japoneses. Es un símbolo del esfuerzo, así me lo explicó William... —asentí—. Me lo dio su ex jefe del restaurante japonés. Dijo que William le ponía pasión a su trabajo, en el restaurante le colocaron su foto a un lado de la cocina ¿lo sabían?, dice que la gente pregunta a menudo por él.

—No sabía eso —admití.

—Creo que a él le gustará tenerlo —mencionó mientras enredaba la cinta en la cruz de su tumba.

Luego de esto los tres nos despedimos y echamos un vistazo a las lápidas por última vez.

—Aún te extraño Brittney, y también te extraño a ti, hijo. Los extraño mucho, mucho. —pensé.

Luego de esto nos despedimos y comenzamos a tomar el camino de vuelta a la salida del cementerio. Coloqué mis gafas sobre los ojos y abroché el último botón del traje que llevaba.

A mitad del camino percaté que algo me hacía falta; palpo con las palmas de las manos mis bolsillos y también mi pecho, noté que había olvidado mi celular en las tumbas. Luego de veinte años sin uno aún no estaba acostumbrado a tenerlo conmigo todo el tiempo.

—Espérenme, ya regreso, olvidé mi celular. Ustedes... continúen.

Ambos asintieron, pero prefirieron aguardar ahí.

Yo volví hacia donde estaban las lápidas. A la distancia miré el celular, lo había dejado a un costado de la copa de un árbol.

—Ahí estás.

Camino hacia este y lo tomo del suelo. Me veo en el reflejo de la pantalla y lo limpio con el antebrazo. De nuevo lo meto en mi bolsillo. Al levantarme noto que hay una pequeña nota debajo. Estaba escrita a puño y letra en tinta negra. Me pongo en cuclillas y la tomo también. En esta leí el siguiente mensaje:

También te extraño, cuida de nuestra hija, los queremos.

—Britt.

Me quedé un tanto impactado, giré la cabeza hacia las tumbas una última vez. Sonreí. Ellos estaban aquí. Lo supe. Al volver a ver la nota las letras se difuminaron hasta dejar el pedazo de papel en blanco. Me levanto del césped y vuelvo hacia la salida. Esta vez corrí.

—Perdón —me disculpé. Continuamos la caminata.

Luego de un par de pasos el celular de Violet había hecho el sonido de un timbre, al parecer era un mensaje. Ella lo sacó del pantalón y lo observó un instante, en este se leía:

«Hola, ¿Cómo has estado, Violet? Perdón por no haber podido asistir a tu audición... Soy Steven, ¿me recuerdas?»

—¿Quién es Steven? —inquirió mi tío. Él también había leído el mensaje igual que yo.

—Ah... es un amigo... Pero después le contesto —respondió. De nuevo apagó el celular y lo guardó en su bolsillo—: mis dedos están entumidos para responder.

El viento nos daba de frente y por primera vez el frío no me molestó en lo absoluto.

—Y ahora... ¿a dónde iremos? —preguntó Chris.

—Cualquier lugar es bueno con ustedes —respondí.

—Hay que ir a algún lugar lejos —propuso Violet—. Ya no tendré guardaespaldas que me sigan a cada paso que doy.

Yo reí. Christopher y yo nos miramos un segundo y ambos sonreímos.

—Jensen... —pronunció Chris.

—¿Sí?

—¿Qué vas a hacer con el dinero que te devolvió el gobierno de tu antigua casa?

Hace quince días que había sucedido eso. En realidad no estaba seguro, yo estaba viviendo con Chris en su hogar, pero era demasiado pequeño para los dos. Pronto tenía que tomar una decisión.

—La verdad no estoy seguro. Debo conseguir una nueva casa. Quizá sea buena idea elegir otra...

—Te sugiero que no te quedes aquí en Michigan ni en Wisconsin —se adelantó Chris—: Este lugar... te traerá malos recuerdos. Creo que te haría bien cambiar de aires.

—Opino lo mismo —añadió Violet.

Ellos tenían razón.

—Creo que suena bien —concedí, ahora era un hombre libre y sin ningún miedo—. Vámonos tío, creo que a ambos nos vendría bien.

—También creo que no estaría nada mal.

—¡SÍ! —animaba Violet.

—Bueno y... ¿Dónde propones? —continué.

Christopher miró hacia delante, entrecerró los ojos y luego contestó:

—Bueno... Yo una vez conocí a un chico que siempre quiso conocer Los Angeles.

—¿California? —pregunté.

—Sí. Y era un gran sujeto.

—¿Enserio? —inquirió Violet en medio de nosotros.

—Sí, de verdad, como él pocos en este mundo —Chris parecía sonreír cuando pronunciaba las palabras.

—Cuéntanos de él, ¿quién era? —indagué.

—¡Sí! ¡Cuéntanos! —Violet también estaba interesada.

—Es una larga historia.

—¡No importa!, Estoy acostumbrado a ser paciente —insistí. Ninguno de los tres detuvo el paso.

—¿Hace cuánto tiempo lo conociste? —preguntó Violet.

—Pues, todo empezó cuando lo conocí hace unos.... veinte años aproximadamente. Él chico era muy joven, recuerdo que era una mañana fría, ya saben, de esas que siempre hay en Wisconsin y Michigan...

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