1

9.9K 722 727
                                    

Era finales de julio, y como cada fin de mes toda su familia se reunía en una gran cena. Era costumbre ver a su familia vestida de traje todos los días, después de todo, todos eran abogados. Aquel día no fue la excepción.

Toda la noche hablaban de sus casos, de los juicios, de sus clientes y cosas del trabajo. Enzo era de los menores en la familia y acababa de terminar la preparatoria, por lo que su familia esperaba que estudiara derecho, aunque Enzo tuviera otros planes.

—¿Y tú, Enzo? ¿Ya sabes a qué universidad vas a postular? —le preguntó un tío suyo—. Yo creo que te admiten en cualquiera. Tienes buenas calificaciones y eres inteligente. Vas a ser un gran abogado.

—En realidad pensaba estudiar otra cosa —dice Enzo firmemente esperando que su voz no suene temblorosa.

La vista de todos cae sobre él. La sala se llena de murmullos.

—¿Pero por qué? ¿No te gustan las leyes? Yo he visto que te gusta leer mucho. Tú padre siempre dice eso.

—Me gusta leer, por eso quiero estudiar filosofía.

Un silencio rotundo.

Todos en esa sala eran conscientes, incluso Enzo, que filosofía no era algo seguro. No era algo que le asegurara la vida, y aunque consiguiera trabajo, no tendría las comodidades que tiene ahora.

—Pienso irme a estudiar en Estados Unidos.

—¿Irte al extranjero para estudiar eso? —dice su padre indignado—. ¿Crees que vamos a pagar todo eso para que seas un muerto de hambre?

—Podría conseguir una beca y si hace falta trabajaré, pero en verdad quiero estudiar filosofía.

Sus padres miran a otro lado sintiendo vergüenza de él.

—En derecho también se toma en cuenta la filosofía. ¿No lo has pensado de esa forma?

—Podría estudiar derecho como una segunda carrera si los hace más feliz. Ambas cosas se complementan. ¿Qué les parece?

Su familia no estuvo muy de acuerdo con la decisión. Con los meses lo fueron aceptando, aunque no estuvieran felices de ello. Lo ayudaron con los trámites, con la beca, los exámenes de admisión e incluso le consiguieron un cuarto cerca de su universidad.

En unos días se iría a vivir solo y empezaría su vida universitaria.

...

El primer día procuró llegar temprano. No sabía ni dónde quedaba su aula, por lo que así tendría tiempo de buscarla.

Tenía clase de ética en su primera hora.

Llegó al aula y habían solo dos personas más que él. Se sentó casi adelante. Un lugar perfecto para prestar atención a clase sin parecer el típico que se cree el mejor.

La clase empezó bien. La catedrática hacía muchas preguntas y le encantaba los puntos de vistas de sus compañeros. Todo iba normal hasta que alguien abrió la puerta con fuerza.

—¿Aquí es la clase de ética? —preguntó un chico que no podía determinar si estaba drogado o tenía problemas en la cabeza, pero aquella forma de hablar no era muy normal.

—Sí, aquí es la clase de ética —le contestó la catedrática.

Todos lo siguieron con la vista hasta que el chico se sentó al final de la fila, justo en la esquina.

Cinco minutos después el chico estaba fuera de clase por no dejar de balbucear cosas con falta de coherencia.

En su próxima clase de ética vio al mismo chico sentado en el mismo sitio. Estaba vez había llegado temprano y tocaba algo en la guitarra. Al parecer no había consumido ninguna sustancia ese día.

Enzo se le quedó mirando un rato y se fue a sentar.

...

—El ser humano desea muchas cosas, algunas posibles, pero en su mayoría desea cosas que no puede conseguir. Un ejemplo de esto es acabar con la pobreza. Todo el mundo desea dejar de ser pobre, ¿o me equivoco?

—Facultad equivocada —dice alguien atrás. Enzo voltea y es el chico de la guitarra—. Si no quisiéramos ser pobres no estaríamos aquí estudiando filosofía.

Unas risitas se escapan por allí.

—Es un buen punto. ¿Entonces no te gustaría acabar con la pobreza?

—Claro que sí. Es más, yo no creo que acabar con la pobreza sea algo imposible —todos le prestan más atención—. Para acabar con la pobreza hay que acabar con los pobres. Así de sencillo.

—¿Y cómo acabas con los pobres?

—Matándolos.

—¿Sabes que tendrías que matarte a ti mismo, no? —le pregunta Enzo.

—Por supuesto—dijo con una sonrisa.

Aquella sonrisa le causó escalofríos. Se notaba la firmeza en sus palabras, la poca importancia que tenía por la opinión de los demás hacia él; cosas que Enzo no podría hacer. ¿Quién era ese tipo?

Terminó la clase y miró su horario para ir a la siguiente cuando siente algo sobre sus hombros.

—¿Clase de qué tienes ahora?

Mira hacia arriba y ve al chico de la guitarra.

—Filosofía Moderna —dice viendo su horario.

—Me importa una mierda. Soy Henry. Sentí que me estabas mirando en clase de Ética y quería saber porqué.

—No fue por nada. Solo que eres el único que dice lo que realmente piensa. Sé que es clase de Ética, pero se notaba mucho que los demás se esforzaban para decir algo éticamente correcto, en vez de lo que en realidad piensan como lo hiciste tú.

—Pues si quieren aprobar deben hacer eso o terminan como yo.

—¿Como tú?

—Es mi segunda vez tomando esta clase. Pero no pienses mal. La primera vez solo fui a la primera clase y luego no fui en lo que restaba del semestre. ¿Qué hay de ti? ¿Ya has repetido un curso?

—No, recién es mi primer semestre.

—Awwww —el chico lo abrazó con tanta confianza que lo hizo sentir incómodo—. Estás chiquito... literalmente.

Por la cercanía pudo sentir el olor a tabaco en su ropa. No se sorprendió mucho por ello. Era común que los estudiantes fumaran, incluso dentro del campus, y él no era la excepción tampoco.

—Me voy. Mi clase comienza en unos minutos.

—La mía también.

—Nos vemos en Ética. ¡Si quieres tomar algo algún día llámame! —le gritó mientras corría a su próxima clase.

No fue sorpresa para nadie que terminara chocando con una de las columnas mientras corría.

Enzo no pudo evitar sonreír. Aquel tipo estaba loco.

Amor PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora