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Después de varias insistencias, berrinches y lloriqueos, Henry logró convencer a Enzo para conocer su departamento y quizá tomar algo.

—¿Qué es esto? —le preguntó Henry, señalando un objeto.

—Es un álbum de fotos. ¿No sabes qué es un álbum?

—Sí sé qué es.

—¿Entonces?

—Intento socializar contigo. ¿Puedo abrirlo?

—No tiene nada.

—Pues yo no creo que esto sea nada —dijo Henry viendo las fotos que había—. ¿Quiénes son ellos?

Enzo le quitó el álbum y lo dejó donde estaba inicialmente.

—Mi familia.

—Awwwww. ¿Quieres mucho a tu familia?

—Supongo. O sea siempre te dicen que debes querer a tu familia porque son los que siempre han estado contigo.

—A menos que seas huérfano —Henry se ríe de su propio chiste, aunque a Enzo no le hace gracia—. ¡Es gracioso!

—En verdad no sé si quiero a mi familia o solo me acostumbré a vivir con ellos.

Henry toma el álbum de nuevo. En todas las fotos Enzo está sonriendo, pero según avanza, aquella sonrisa se vuelve más fingida.

—¿Quién es él? No se parece a ti.

—Es Joseph, un...

—¿Amigo?

—No, éramos como...

—¿Novios?

—Algo así. Bueno, sí fuimos novios, pero todo se fue a la mismísima mierda.

—Se veían felices.

—Antes de que se volviera un maldito alcohólico.

Henry mira la fotografía y vuelve a mirar a Enzo, hace eso en repetidas veces. Había algo diferente además de la sonrisa en esa foto con el Enzo actual.

—Ahí no tenías la cicatriz.

—Porque ocurrió después.

—Claro. ¿No es una cicatriz muy grande para un gato?

Enzo se queda callado, mientras prende un cigarrillo.

—¿No me vas a responder? ¿Qué me ocultas, Enzo? ¿Por qué tanto misterio? No confías en mí, ¿verdad?

Enzo expulsa el humo lentamente. Tiene la mirada fija en el suelo. Luego mira el álbum y saca con cuidado la fotografía donde aparece junto Joseph. Toma el mechero y le prende fuego a la fotografía. Henry ve aquella escena sorprendido, mas no asustado.

—Increíble —murmura Henry asombrado.

—Hay algo que aprendí cuando estuve en mi relación con Joseph, y es a no confiar en nadie. Así que no esperes que te cuente mi vida, porque no lo haré.

—¿Entonces la persona que tanto daño te ha hecho es Joseph? ¿Él te hizo esa cicatriz? —Henry pasa la yema de su dedo pulgar sobre la cicatriz apreciando cada detalle—. ¿Es su culpa que ya no confíes en nadie?

—Todos me han demostrado que son unos imbéciles, solo que Joseph ha sido el más grande de los imbéciles.

—En la lista de los más grandes imbéciles, ¿dónde estoy yo?

Enzo sonríe.

—Justo debajo de él.

Henry le sonríe se vuelta. Lo toma del mentón y se agacha un poco para estar a su altura.

—Y tú estás debajo de mí.

—Claro que no.

Henry lo obliga a retroceder haciendo que Enzo caiga sobre el sofá. Se posiciona encima de él sin quitar la sonrisa de su rostro.

—Ahora sí.

—Muy bien. Muy divertida tu maniobra, ahora muévete.

—Enzo, he estado sobrio todo el puto día. Déjame divertirme un rato.

—Pues vete a divertirte a otro lado. No soy tu puto payaso para hacer que te diviertas.

Henry se levanta y le estira su mano para ayudarlo a levantarse, pero Enzo lo ignora.

—¿Sabes? Algo que me gusta de ti, Enzo, es que me lo pones complicado. Me gustan los retos. Te voy a enamorar, vas a ver.

—Pues ya veremos —dijo Enzo incrédulo—. No busco enamorarme, ni tener amigos, no estoy interesado en conocer a nadie, ni en ser conocido, no me importa un carajo el dinero y mucho menos el tiempo.

—¿Bukowski?

—No, Enzo Carbonell.

—Podría ser fácilmente un verso de Charles Bukowski. Tienes toda su esencia.

—¿Gracias?

—Entonces si no quieres nada de eso, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué haces estudiando filosofía?

—La filosofía te muestra la vida como realmente es, sin flores ni mariposas. Te muestra la crueldad del mundo, y me gusta eso; no saber que el mundo es una mierda, me gusta saber que no vivo en una mentira. Y esa es la razón por la que los filósofos se meten toda clase de sustancia. Al saber la verdad, buscan una forma de olvidarla. Como tú dijiste una vez, a veces la verdad no siempre es lo mejor.

—De verdad, Enzo, me tienes enamorado de ti.

Enzo rueda los ojos.

—Te besaría el cerebro si fuera posible. Eres la persona menos estúpida que he conocido.

—Henry, te odio —dice Enzo con una sonrisa embobada.

—¿Por qué?

—Porque me haces sentir cosas que no quiero sentir ahora.

—¿A qué te refieres?

Henry toma un mechón del cabello de Enzo y lo acomoda detrás de su oreja para ponerlo nervioso.

—Sabes a qué me refiero.

—¿Entonces por qué no me dejas amarte? ¿Por qué no te permites amar?

—El amor no es para mí.

—Claro que sí.

La mano de Henry lo toma de la barbilla delicadamente. Siente sus labios pegarse a los suyos. Se mueven lenta y delicadamente. Sus dedos se pasean por su cicatriz, por debajo del beanie y por su cintura provocándole un leve cosquilleo que le pone los pelos de punta. Lo toma de la corbata suavemente atrayéndolo hacia él. Acaricia su cabello y jala su cabeza hacia atrás haciendo que el beso se acabe.

—El amor se creó exclusivamente para ti y para mí —le susurra Henry.

Amor PlatónicoWhere stories live. Discover now