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Ambos estaban en la cama de Enzo solo con ropa interior mientras desayunaban. El apartamento de Enzo no era tan grande como el de Henry, era solo una habitación a la que le habían incluido una pequeña cocina y un baño.

Henry tomado su segunda taza de café mientras revisaba su celular.

—Acabo de encontrar una noticia muy graciosísima —Henry le muestra su celular a Enzo—. Dice que fumar mota te puede volver gay, porque su consumo en exceso disminuye la testosterona, provocando tendencias del tipo homosexual. Eso explica todo.

—Eso es raro. ¿Entonces cualquier puede convertirse en gay?

—Cualquiera que fume mota en exceso.

—No tiene sentido.

—Para ti nada tiene sentido, mi amor.

Enzo sonríe nervioso por ese apodo.

—¿Qué fue eso?

—¿De qué hablas?

—"Mi amor".

—¿No puedo llamarte así?

—Es... extraño. Nosotros no somos pareja como para llamarnos con esos apodos y aunque lo fuéramos me resulta raro.

Enzo no quería profundizar demasiado en el por qué se le hacía raro los apodos de ese tipo. No quería que Henry terminara llamándolo así solo para molestarlo.

No siempre le habían molestado esa clase de apodos, incluso en su momento le gustaba que Joseph le llamara así. Cuando su relación con Joseph empezó a caer, cuando su comportamiento agresivo comenzó a arruinarle la vida, el alcohol y todas las estupideces, lo llevaron a cambiar su percepción sobre el amor.

—Entonces solo Enzo.

—Sí, solo Enzo.

Henry deja su taza sobre la mesa de noche y estira su cuerpo antes de tirarse de espaldas contra el suelo.

—¿Qué carajos? —maldice Enzo confundido—. ¿Por qué hiciste eso?

—Quería saber si esto era de verdad y no producto de mi imaginación.

—¿Por qué...?

—Cuando estás todo el tiempo consumiendo alcohol y cualquier tipo de drogas sueles dudar mucho de la realidad. Y de verdad esperaba que esto fuera real.

—¿Por qué no simplemente te mantienes sobrio?

—No es fácil. Si la vida fuera hermosa todo el tiempo tal vez sí me mantendría sobrio, pero no lo es. Así que en vez de deprimirme con ello, prefiero vivir en mi mundo de fantasías. Tal vez tu mente sana no lo entienda.

—Puedo entender tu punto, ¿pero no te gustaría que las personas te tomaran en serio? No creo que a nadie le importe la opinión de un drogadicto.

—Picasso se drogaban y casi todos aman su arte. Bukowski era un maldito alcohólico y hay más de uno que ama sus escritos. ¿Y qué mierda me importa a mí si los demás me toman en serio o no? Deberían dejar que cada quien viva su vida como quiera. ¿En qué te afecta si quiero drogarme?

—¿En qué te afecta si alguien se suicida frente a tus ojos?

—Son cosas completamente diferentes.

—No, son exactamente lo mismo. Literalmente te estás matando lentamente frente a mis ojos.

Henry se pone de pie y mira a Enzo seriamente.

—¿Y tú qué? ¿Acaso tú no fumas, no te drogas, no consumes nada de alcohol? No hables como si tú tampoco lo hicieras.

—¡Yo puedo controlarme!

—¡Pues yo también! —Henry toma la taza y la estrella contra el suelo.

Enzo lo mira asustado. Mira los pedazos de cerámica rotos sobre el piso. Le trae tantos recuerdos que se habían quedado al fondo de su mente y que habían regresado en un instante.

Henry se queda viendo a Enzo con la mirada perdida, luego mira sus manos y después a la taza rota. ¿Por qué había reaccionado de tal forma? Él no era así. No era violento ni tiraba cosas cuando estaba molesto.

—Lo siento —dice en voz baja, sintiéndose mal—. Voy a limpiarlo.

—No —murmura Enzo—. Vete.

—Es solo una taza, Enzo.

—¡Te dije que te vayas!

—Te puedo comprar una igual. De verdad lo siento. No quise actuar así. Yo no soy así, Enzo.

—¿¡Acaso no me entiendes!? ¡Vete ahora mismo!

Henry toma su ropa que está tirada en el suelo y sale del apartamento de Enzo mientras se cambia cuando se encuentra con una señora anciana que se le queda viendo.

—Le juro que no es lo que parece.

...

Enzo estaba llegando tarde a su clase. Había un grupo de chicos delante suyo que no lo dejaban pasar.

—Voy a pasar —les dijo por tercera vez, siendo ignorado nuevamente.

—Mi hermano terminó de estudiar filosofía hace cinco años y sigue sin trabajo. En realidad trabaja en un McDonald's, pero eso no es un trabajo de verdad. ¿Cómo es que hay gente que aún estudia eso? Están perdiendo su tiempo.

Enzo empuja al mismo chico que dijo eso para pasar.

—¿Y a ese qué le pasa?

Camina rápido aunque de igual forma va a llegar tarde.

Todos le habían dicho que no estudiara filosofía. Desde su familia hasta sus amigos más cercanos. Le dijeron que se moriría de hambre, que terminaría en las drogas, que no encontraría trabajo y una infinidad de cosas que a fin de cuentas tal vez en parte eran ciertas.

Cuando estuvo a menos de dos metros de entrar al aula se dio la vuelta. Nada iba a cambiar si dejaba de asistir a sus clases.

Primero acelera el paso, pero poco a poco se calma y va más despacio. Hasta que una voz lo asusta.

—¿No tienes clase ahora? —Henry le pregunta, exhalando el humo del cigarrillo.

Enzo lo ignora y sigue caminando. Henry va detrás suyo con el paso lento.

—¿Estás bien?

—No quiero hablar contigo.

—Te compré una taza —le dice, sacándola de su mochila—. ¿Te gusta?

—No la quiero.

Henry lo toma de la parte trasera del cuello de su camisa para que se detenga.

—¿Qué mierda te pasa? —le pregunta Enzo en voz baja.

—¿Qué te pasa a ti? ¿Despertaste de malas?

—Que no quiera hablar contigo no significa que esté de malas.

—Pues ya andabas con tu cara de "odio a todos" antes de que te hablara.

—Por favor, solo déjame en paz.

Henry lo suelta y lo deja ir. Ve como la figura de Enzo se ve más pequeña según se aleja. Tira su cigarrillo al suelo y lo pisa para apagarlo antes de correr hacia Enzo.

—¡Solo no quiero que te mates!

Amor PlatónicoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon