Introducción

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31 de diciembre, 2017
Córdoba Capital, Argentina

Dalia Veratti había aceptado la propuesta de su prima Julieta sin saber que esa decisión era equivalente a tirar la primera ficha de una fila de dominó y que desencadenaría todo tipo de sentimientos y varias casualidades que desafiaban su mente racional.

Fueron al típico bar popular de la zona, donde habían muchos jóvenes que salían a festejar año nuevo. Era la primera vez que Dalia no iba a brindar con su madre y el resto de su familia, Julieta le había dicho que había que experimentarlo aunque sea una vez, ya que ambas tenían dieciocho años.

—Además me avisaron por cucaracha que de vez en cuando los que juegan en Belgrano van a ese lugar —había agregado con emoción la castaña —todo bien con el destino pero si puedo forzarlo un poco para ser botinera... no le hace mal a nadie.

Dalia había reído ante el comentario de su prima y si bien no era de salir tan seguido en Buenos Aires, le gustaba sumarse a los planes de Julieta cada vez que visitaba Córdoba, la provincia de su familia materna. Agregando que se había prometido desestresarse después de un intenso primer año de facultad.

¿Quejarse de una carrera que ella misma eligió? Por supuesto que sí, pero al final de todo era lo que más le gustaba y no se veía haciendo otra cosa.

Dalia quería ser ingeniera biomédica.

Pero eso no era lo importante en ese momento, no después de haber aprobado dos finales en las primeras semanas de diciembre. Ese momento era para festejar.

Sonaba música en el lugar y el ambiente era medio oscuro aunque no lo suficiente, porque en ese momento los ojos de Dalia enfocaron una sonrisa de lado y por más de que en ese momento había llamado ligeramente su atención, no tenía idea de que tiempo después estaría pensando en dicho gesto bastante seguido.

Mientras tomaba un poco de fernet y aprovechando que no estaba tan lejos, observó disimuladamente al dueño de aquella sonrisa y analizó su rostro lo más rápido que pudo antes de que sea atrapada mirándolo.

Era morocho, alto y tenía un corte bastante típico. Hablaba con sus amigos, suponía, todo el grupo con el que estaba parecía estar pasándola bien aunque él tenía una botella de agua en la mano.

Cuando vió que los ojos del chico dejaron de estar en sus amigos y escanearon el resto del lugar Dalia desvió la mirada y se concentró en charlar con Julieta.

—Hay un morocho mirándote desde hace rato —le informó su prima después de varios minutos, levantando un poco el mentón. Dalia rodó los ojos. —En serio culia', encima no sabe disimular.

A Dalia se le escapó una pequeña risa, le dió un trago a su bebida y miró nuevamente hacia el costado para encontrarse con la mirada del chico.

—Ni siquiera tuviste que ponerte abajo de la mesa suertuda —le cargó Julieta haciendo chocar su vaso con el de ella y provocando que ambas rieran.

—Tampoco así.

—¿Dejaste algún novio en Buenos Aires?

Dalia la miró con cara de "¿en serio?".

—Este año apenas tuve tiempo para mí —dijo después de suspirar.

—Es verdad, mejor ni siquiera entremos en el tema de tu relación tóxica con la facultad.

Ambas siguieron hablando y cuando Dalia volteó el morocho no estaba más. "Fue bueno mientras duró" pensó.

—Fran me dice que ya llegó —dijo Julieta mientras tecleaba una respuesta —si Dios quiere nos presenta a sus amigos y conozco a mi futuro esposo.

Hits Different | Cuti RomeroWhere stories live. Discover now