Epílogo

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NARRADOR OMNISCIENTE

Los ojos salvajes de la niña perdida de Nunca Jamás comenzaron a abrirse luego de largas horas de haberlos cerrado. Lo primero que vio fue la parte de arriba de su tienda, giró su cabeza a un costado para ver la mesita de noche, el farol y otros de sus objetos extraños que le confirmaban que estaba en su tienda. Un recuerdo invadió su mente, la roca calavera, Henry, el corazón del creyente verdadero. Giró su cabeza hacia el otro lado encontrándose con cierto adolescente que contaba con cientos de años de vida; él estaba sentado en el suelo y apoyaba su espalda contra la cama.

—Peter —su voz apenas se oyó.

El chico no se movió.

Isabella sintió su corazón oprimirse. «¿Y si tal vez es tarde? ¿Y sí él no lo logró?» pensaba. Aún no entendía la razón por la que ella estaba en su tienda y no en dónde recordaba que estaba antes de cerrar los ojos y ver la oscuridad. Se sentó en la cama y extendió su mano hasta estar a punto de tocar el hombro del de ojos esmeraldas. Por un momento dudó, pero finalmente se decidió y lo movió un poco.

—¿Peter? —su voz sonó más firme pero con rastros de angustia.

Él abrió los ojos y se sorprendió al verla ya despierta.

—¿Estás bien? —dijo, se puso de pie y pese a no oír su respuesta respiró con alivio al ver sus ojos color ámbar mezclado con el verde.

—¿Qué pasó? —preguntó luego de afirmar con la cabeza—. ¿Tú estás bien? ¿Y Henry?

Peter dio un largo suspiro. No sabía cómo contarle todo lo que había pasado. Pero antes, él quería decirle algo que jamás pudo, al menos no en serio.

Isabella se puso de pie frente a él.

—Estamos todos bien, ¿si? —tomó sus suaves mejillas en sus grandes y fuertes manos. Su mirada hacia ella era de ternura—. Estoy bien, Henry también y lo más importante, tú estás bien.

Ella quiso hablar; sin embargo, él la calló. Tenía que soltarlo antes de que fuera tarde.

—No hables, déjame decirte algo muy importante que ya no puedo ocultar más. Casi no te lo digo y en serio tienes que saberlo —quitó sus manos de las rojas mejillas de Isabella y respiró profundo antes de soltarlo todo sin importar los gritos de su orgullo que querían detenerlo—. Isabella, me tienes loco. No tienes idea de las cosas que no hice solo por pensar en cómo te lo tomarías tú, en si te molestarías mucho más conmigo o me odiarías aún más.

Sus ojos se conectaron. Isabella sentía cómo su corazón quería estallar por el sentimiento que en aquel momento tenía. Peter intentaba no dejar nada sin decir demostrando así que era más fuerte que su orgullo y egoísmo.

—Te amo, Isabella. Siempre lo he hecho pero lo he negado por mucho tiempo y cuando te ví en el suelo inconsciente supe que no podía perderte.

El infame adolescente que no quería crecer rompió el contacto visual primero, temiendo el rechazo.

—Peter —llevó una de sus manos a su mejilla haciendo que la mirase con la esperanza reflejada en sus ojos— yo también te amo y creo que siempre lo he hecho —él disfrutaba de su tacto como si fuera un privilegio que solo podía tener y apreciaba aquello—, pero lo que has hecho conmigo en el pasado no puedo olvidarlo.

Ella también quería decirle que estaba dispuesta a hacer algo que jamás había hecho, perdonar. Sin embargo, también quería saber lo que él podía llegar a hacer por tener su amor.

—Lo sé —llevó su mano y la colocó sobre la de la adolescente no queriendo que dejase de tocarlo jamás. Tomó su mano y besó sus nudillos, sorprendiendola—. Y voy a ganarme tu perdón.

Perdidos [Peter Pan] ✓Where stories live. Discover now