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Este es mi destino

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Este es mi destino

Han pasado años desde aquel momento que delineó con una daga el cuello frágil de un violador.

Para Rindou Haitani, el destino lo tenía en la lista negra, evidentemente no ocupaba el primer puesto. Estaba muy lejos de ser la reencarnación de un demonio, pero, en su registro de anécdotas encontraba muchas súplicas y plegarias, maldiciones y rituales vengativos. Digamos que, Rindou ya tenía ganado un espacio en el fantasioso infierno de llamas eternas.

Y quizá la moral individual protestaba cuando se revelaba el tipo de personas que atraían como electrones a Rihito, el sobrenombre que tenía para ser distinguido en el mundo de los asesinos. En su basto y amplio catálogo entraba los criminales y seres nauseabundos que encontraban goce en el maltrato hacia personas genuinas e inocentes. Para el sicario, los pedófilos estaban en la primera fila, le seguían los feminicidas, de ahí se desviaba a personas empapadas en la política, y por último dejaba los encargos particulares. 

Rindou y Rihito eran seres adversos compartiendo el mismo corazón. Rotaban consciencias cuando la ocasión lo ameritaba, interactuaban en su imaginación, se traicionaban, lloraban y seguían pecando ya no por la primera necesidad motivadora, más bien como un duelo, un castigo. Ninguno de los dos podría escapar del hedor de la sangre y las vísceras dispersas. Ninguno pensaba tampoco huir del legado que arrastraban.

Rindou no necesitaba de una libreta negra y un ente demoniaco amante de las manzanas para acabar con lo que él consideraba basura humana, él prefería convertirse en pesadilla viviente, en resguardar ácido y fuego bajo su piel, en ser potencialmente tóxico. Si acaso, la característica que lo asemejaba al desesperado "genio" que cayó en la locura, es que él también anotaba nombres en hojas sueltas, y dictaba sus vagos intentos de poesía cuando tenía a su víctima de frente.

Amaba la escritura. A veces, solo a veces, cuando el agobio mental le superaba, veía en él otro destino, uno que pudiera presumir, en donde no tuviera que aplicarse máscaras sintéticas ultra realistas para salir a la calle. Vidas donde irónicamente, fuese él el protagonista.

Porque, en su día a día, se creía un personaje de videojuego con misiones complejas, ganaba recompensas y subía de niveles dependiendo de su progreso, del tiempo, y de su nivel de vida.

Recientemente, un colaborador (con el que compartía sangre y apellido), le había dado un premio. Rindou tenía que asumir el regalo de su hermano de esa forma, automentirse para no despreciar ni denigrar un sentimiento tan afable y noble como lo es la preocupación. Es así, como conseguía lo que de niño a Santa Claus le habría pedido, actualmente no recordaba si lo hizo, eso no importaba, pero tenía juguete nuevo y deseaba darle un estreno estupendo.

Un robot ideal ♡ [Kazufuyu]Where stories live. Discover now