P. 2. UN NUEVO DIA

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Empieza un nuevo día, un nuevo mes, una nueva andadura. Ayer dejé por terminado el libro que estaba escribiendo, y el Señor me dijo que escriba éste.

¡Seguro que sí! Pues es su luz la que me guía, porque yo escogí la libertad. Éste no va a ser un diario propiamente dicho, aunque todo lo que diga me lo va diciendo el Señor.

Me levanté como de costumbre al amanecer, a la hora de los dignos y del silencio, a la hora que el Señor espera las primicias del hombre.

Hoy todo empezó distinto, pues ayer pasaron acontecimientos en mi casa.

No puedo nombrar a Dios, mis hijos quieren que cambie, que estoy engañada, que el Dios en quien yo creo no es el verdadero y que, a ellos, mi Dios, no les dice nada.

Yo ya evito hablar de él, pues se que molesto, pero ellos insisten e insisten en hablarme de él. Quieren que crea en otro Dios, ¿en cual?

Ya el Señor me dice que nadie es profeta en su tierra, ni es su casa ni entre los suyos.

Que él vino a su casa, a su tierra, a los suyos y que no lo recibieron, y sin embargo yo, después de 2000 años lo he recibido he creído en él y me ha hecho hija suya.

Yo escogí la libertad, y, desde entonces, solo la luz de Dios me guía.

Me dirán ingenua, me dirán tonta, loca o lo que quieran decirme, pero solo la luz del Señor me guía.

El Señor me ha hablado hoy (para que vea que no es casualidad) si no que es su luz la que me guía. Me ha hablado de libertad, de Abrahán, de cómo oyó en su corazón la voz del Señor o su deseo, porque hay que escuchar el corazón.

Del corazón salen los buenos y los malos propósitos. Abrahán oyó la voz del Señor, y el encargo de salir de su tierra.

El Señor desea para el hombre una tierra nueva, buena, que mane leche y miel, que mane como una fuente sin acabarse nunca, esa dulzura que da la miel y el alimento completo de la leche.

Y esa tierra sagrada está en el corazón del hombre, pero muy adentro, en el centro, y el hombre vive en la superficie, y en la superficie hay toda clase de bichos que pican y envenenan al hombre, por eso el hombre tiene que pasar de la superficie al interior y escuchar a su propio corazón.

El corazón, que es el centro del hombre completo, pues el hombre es cuerpo y espíritu, es de ahí, del espíritu, que llamamos corazón, donde Dios puso su ley, y el hombre sabe cuando sale un deseo bueno o uno malo, por eso el hombre necesita desear la libertad, la libertad perdida.

El hombre anhela, suspira por la libertad. El hombre no quiere ser esclavo, no quiso ya en el paraíso someterse al deseo de Dios que les daba libertad para todo menos para el mal, porque sabía que le traería dolor y muerte.

Pero el hombre no quiso obedecer a Dios y se hizo esclavo del mal.

Él mismo se condena, y claro, cuando logra ver una luz, no se quiere perdonar a sí mismo, agranda su culpa.

El hombre es como una marioneta. Mientras está dormido, los enemigos mueven los hilos a su antojo, pero un día descubre una señal, que le puede venir por una palabra, una oración, una imagen, y decide cortar sus hilos y ser libre, y esa voz, o esa palabra, o esa oración, o esa imagen, son la luz que en adelante irá guiando su camino.

Todos nacemos libres, pero pronto perdemos la inocencia y caemos en los hilos que mueve el mal en el mundo.

El mal a través de todos lo hilos del mundo nos hace ser como un payaso, como una marioneta.

ESCOGÍ LA LIBERTADWhere stories live. Discover now