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Wooyoung amaba a Mingi, amaba todo de él excepto una sola cosa, odiaba con toda su alma las mañanas porque Mingi hacía demasiado ruido al levantarse, al caminar arrastraba los pies y cuando usaba las pantuflas para Wooyoung era una tortura, sin embargo, esa mañana fue diferente, al principio pensó que seguía dormido, pero, no fue así, solamente estaba con él acostado mientras lo veía, parecía no querer hacer otra cosa.

—Buenos días Gigi—saludó con una sonrisa—¿Qué sucede?

—Tienes dos lunitas.

—¿De qué hablas?

—Tienes una debajo del ojo y una en el labio.

—¿Lunitas? ¿Tengo lunitas?

—Sí.

—¿Qué es eso?

—Esto—tocó su cara y Wooyoung lo miró sin entender lo que pasaba.

—No entiendo, lindo.

—Lunitas.

—Uhm...¡ah! Lunares—rió al entender, se sentía estúpido— si amor, tú también tienes dos lunitas muy lindas—dejó un piquito en sus lunares y uno en su nariz, Mingi era demasiado lindo como para ser real—¿Qué?

—No me des piquitos.

—¿Te despertaste de mal humor? No te preocupes Gigi, duerme un poco más, hoy vamos a salir.

—¿A dónde iremos?

—Es sorpresa.

—No me gustan las sorpresas...

—Descansa amor, descansa—colocó su mano sobre su cabeza y lo despeinó sintiendo sus ojos cerrarse de nuevo.

Mingi no tenía sueño —quizás sí un poco— y se negaba a dormir, a menos que Wooyoung le quitara la mano de la cara, llevaba las dos noches que llevaba allí durmiendo con la mano de Wooyoung en su cara, para la próxima dormiría en otro lugar si volvía a hacer eso, era bastante molesto.

Wooyoung despertó dos horas después y al hacerlo no dudó en molestarlo.

—Al final si dormiste—sonrió dejando piquitos en toda su cara—buenos días alegría.

—Déjame—se quejó cubriendo más su rostro con las cobijas.

—¿Hoy me vas a acompañar a pasear a mi bebé?

—No.

—¿Por qué? Eres su papá y quiere que su papá vaya con él.

—No...no, no—negó retrocediendo al ver que el demonio se subía a la cama.

—Joy, abajo—ordenó y el perrito obedeció bajando de la cama—no tengas miedo Gigi, tranquilo—lo abrazó de una forma que se sintiera protegido—no le tengas miedo a Joy, no te va a comer, es muy chiquito.

—Que sea chiquito no quita las posibilidades de que me coma.

—Amor, ningún perro te va a comer.

—Es una suposición.

—Y yo soy el presidente.

—No eres el presidente.

—Es sarcasmo, amor.

—Ah.

Esa estúpida conversación de tres segundos había hecho que su novio dejara de temblar y eso estaba perfecto, ahora debía mover cielo y tierra para que se bajara de la cama y fuera al baño porque lo conocía bastante bien y sabía que si el perro estaba en la habitación él no se iba a bajar hasta que se fuera, así de dramático era.

𝙃𝙐𝙂𝙎 𝙁𝙍𝙊𝙈 𝘼 𝘿𝙄𝙎𝙏𝘼𝙉𝘾𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora