Prólogo: 𝘰𝘵𝘳𝘢 𝘤𝘢𝘮𝘢

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Me levanto con pesadez. Llevo una semana de mucha ansiedad e insomnio. Esperaba que todo volviera a su cauce, pero las cosas no están yendo muy bien. Salgo de mi casa y tras caminar unos escasos quince minutos llego a la Playa de la Concha.

Mi querido San Sebastián, qué bonito eres.

Estoy enamorada de mi tierra. La afluencia de turistas en el mes de agosto es abundante y el paseo de la playa suele estar a rebosar de gente en la mayoría de las horas, a excepción de las mañanas. Y es por ello, que he decidido venir a una hora temprana para poder disfrutar de más soledad. Así que, avanzo continuando con mi intención de recorrer el paseo hasta la zona del Peine del Viento.

La música se reproduce en mis cascos, concretamente una canción que había salido en el aleatorio de la aplicación de música mientras volvíamos a San Sebastián. No sabía si había sido el destino o una casualidad, pero desde ese día no había podido dejar de escucharla.

"Te estoy buscando en las expresiones del resto, busco tu acento porque a ti no te encuentro, mirando a las estrellas, haciendo recuento de los días que faltan para el reencuentro" Recorro el camino intentando no chocar contra la gente que está paseando ya a estas horas de la mañana. Fijo mi vista en el mar contemplando como algunos barcos ya están faenando. "Ha pasao el tiempo pero aún no te entiendo [...] Llevo una mala vida, ya hablara el futuro, debe ser por ti, ya no hay réquiem ni conjuro" Vuelvo mi vista hacia el frente y cruzo el túnel que separa la playa de la Concha con la de Ondarreta. "Si despertase contigo en las mañanas, podría contarte que acabo de soñar, pero hoy te has dormido en otra cama, si te susurro nadie me va a contestar" Recorro toda el paseo de dicha playa hasta llegar al Peine del Viento, subo las dos tandas de escaleras hasta colocarme lo más alejada posible de la gente y allí me siento dejando mis piernas colgadas hacia el mar. "Creía que la gente estaba toa la vida, algunos te cuidan, otras te olvidan, solos sabemos el uno del otro de oídas" Suspiro y quito los cascos para pasar a escuchar el sonido de las olas que consiguen que mi respiración vuelva a calmarse y mi cuerpo se relaje.

Sueños compartidos I y II | PedriWhere stories live. Discover now