16

391 37 23
                                    

No supo qué hora era, no supo cuanto tiempo llevaba en el suelo de la habitación, no supo si el sol ya se había animado a salir, o si aún continuaba reinando la luna. Pero si supo que no había dormido nada, y Marcos ya se había levantado.

Decidió permanecer ahí, apartado en el rincón contra la pared, mientras escuchaba el rumor de los pasos del alfa desplazándose por el lugar. Lo vio entrar al baño y más tarde salir con el pelo húmedo y una toalla envuelta en su cintura. Lo observó vestirse con otro de sus típicos trajes, concentrándose en acomodar hasta el más mínimo detalle.

Y cuando creyó que, después de tanta preparación, se marcharía sin más, se sorprendió al notar que el alfa le dedicó una leve mirada que Agustín no supo descifrar lo que transmitía. No supo si era enojo o tristeza, pena, o si era todo junto.

Tragó en seco, encogiéndose más sobre si mismo, sabiendo perfectamente que se acercaba a él. No se atrevió a levantar la mirada, sus ojos hinchados a más no poder le pesaban y le ardían demasiado, apenas siéndole posible mantenerlos abiertos.

Una mano fue extendida hacia él.

— Dale, anda a la cama, se que estuviste llorando toda la noche — expresó el alfa con la voz ronca, teniendo un tono neutral imposible de detectar sentimiento alguno.

El omega elevó la mirada despacio y, con cierto temor, tomó una mano extendida del otro, quien lo ayudó a ponerse de pie.

— Perdón — musitó, apenado, sorbiéndose los mocos una vez más.

— No digas absolutamente nada — mencionó Marcos solemne, arrastrando al omega consigo — Ahora necesito que descanses, después tenes que estar listo.

— Listo, ¿p-para qué?

— Listo para mí — contesto sin titubeos, colocando al menor frente a él — te guste o no, sos mío, y vas a hacer todo lo que yo ordene hasta que decida dejarte. Y más vale que obedezcas, maldita sea, porque el asunto se pondrá peor si no.

— V-vos dijiste que me ibas a tener paciencia — balbuceó el reproche con la mirada gacha, sin animarse a mirarlo de frente.

— ¿Crees que te seguís mereciendo la maldita paciencia? — cuestionó, tomándolo de la barbilla con fuerza para que lo mirara — te dije como funciona esto, Agustín. Si vos te portas mal, no esperes que te trate bien, ya perdiste el derecho, yo te lo advertí, ahora abstenete a las consecuencias.

— Yo también te advertí como era yo — contraatacó, soltándose de su agarre, apartándose un par de pasos del alfa — ¿Qué querías que hiciera? No soporto estar acá como una maldita mascota estúpida esperando a su dueño. Tengo una vida ¿sabes? Y como si fuera poco, estaba sufriendo un maldito ataque de abstinencia, ¡Agradece que te pedí permiso para salir!

— Te recuerdo que esa vida me la debes a mí, ¿vos que mierda pretendes que haga yo? ¡Acá tenes de todo! ¿Qué queres? ¿Qué te lleve al trabajo conmigo? ¡No sos más que un maldito desagradecido que, para colmo, me miente!

— ¡Oh, y porque me salvaste la vida te crees con derecho de arruinármela! — gritó indignado, dispuesto a defenderse y no quedarse callado — Yo de verdad te agradezco todo lo que me diste, pero debes aceptar que este no es mi lugar, yo no sirvo de mascota fiel, ¿entendes? Soy un maldito omega mitad callejero que bebe, se droga, y hace lo que quiere cuando quiere. Y ni vos, ni nadie, me va a cambiar.

Marcos lo miró desafiante, con su expresión inyectada de enojo. El potente aroma de alfa enfurecido se mezclaba con las feromonas de rabia que emanaba el omega, creando un ambiente totalmente desagradable.

— Así que, ¿querer cuidarte, consentirte, mimarte y darte un lugar en mi maldita vida significa arruinar la tuya? ¡Es que, ¿en que mierda pensabas?! ¿No habíamos llegado a un estúpido acuerdo? ¿Por qué mierda no me hablaste de tu problema de abstinencia? ¡Podríamos haber llegado a otra solución!

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora