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Permanecer en un cuarto de hospital, casi inmovilizado, mientras su hija recién nacida se encontraba en manos de unos hijos de puta y su alfa se hallaba volando hacia otro país, era el mismísimo infierno para Agustin.

Todo su ser dolía, tanto física como emocionalmente. Estaba devastado como nunca antes en su vida lo había estado. Le habían dado justo en sus puntos más débiles, casi asesinándolo. Sin su bebé y sin su alfa, el omega no quería seguir viviendo. Sin embargo, confiaba en Marcos, confiaba en que ambos regresarían a su lado.

Pero, ¿Cuánto tiempo más tendría que soportar? Porque sentía como si lentamente estuviese agonizando. Y lo estaba, se encontraba sumergido en un estado de completa tristeza, debilitado a más no poder, apenas pudiendo respirar.

No quería comer, no quería hablar, no quería moverse. No quería nada, ni siquiera la presencia de Nacho le animaba, quien no se había movido de su lado desde que el alfa se había ido. Apenas le hablaba a su amigo para pedirle ayuda cuando sentía muchas ganas de ir al baño, y solo eso.

después regresaba a la camilla con su ayuda, se acomodaba, abrazaba una almohada que le había pedido al alfa que marcara con su olor y volvía a su rutina de llorar hasta caer rendido por el sueño.

Pero todo empeoró al día siguiente.

Agustín se despertó de golpe, sintiendo un gran escozor en la marca de su cuello. Todo su sistema se alertó, y al instante se despertó.

Marcos.

El omega cerró sus ojos con fuerza, permitiendo que los sentimientos de su alfa lo dominaran completamente.

Miedo, angustia, impotencia, dolor.

Rompió en llanto, sufriendo por una interminable hora gracias a esos sentimientos que no le pertenecían. Tuvo la certeza de que nada estaba saliendo como Marcos lo había planificado, Agustin sentia en su pecho que el plan había fallado y su alfa estaba sufriendo las consecuencias.

Y después, de repente, dejo de sentir. En su ser ya no habitaba ningún sentimiento ajeno; ningún sentimiento de su alfa. Era como si hubiese perdido la conexión con Marcos, como si el lazo hubiese perdido su poder.

El frío lo invadió de pronto, y Agustín soltó el grito más desgarrador de su vida, llorando muy ruidosa y desesperadamente. Apenas sentía la presencia de Nacho y de varias enfermeras, mientras el sufrimiento lo azotaba sin piedad, aniquilando con su última chispa de esperanza.

En medio de sus incontrolables alaridos, el omega sintió un pinchazo en su brazo. Y al mirar con temor esos preocupados ojos de su mejor amigo, entendió que lo habían sedado.

Su dolor haría una pausa.

Agustín cayó dormido, deshecho en lágrimas, después de susurrar hasta el último segundo el nombre de su alfa, un alfa que, tal aprecia, ya había iniciado su partida.











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Y despertó sudado, inhalando aire con fuerza por la exaltación que le había dado esa pesadilla. Temblando de frío y respirando con irregularidad, se incorporó en las penumbras, ahogando un gemido cuando sintió una punzada de dolor en su abdomen bajo. El desespero lo atacó al percatarse de que su enorme panza ya no estaba, y lo que fue peor, esa no era la habitación que compartía con su alfa.

Tardo solo segundos en comprender que su pesadilla no había sido una pesadilla. Las lágrimas no demoraron en marcar presencia de nuevo. Su bebé no estaba, su alfa no estaba, ¿Qué más daba?

Se levanto de la camilla, jadeando, y, debilitado, se tambaleó hacia el baño de esa habitación, encerrándose dentro. Ahí rompió en un lastimero llanto, con sus dedos entrelazándose entre su pelo, sujetándolos con fuerza, pretendiendo arrancárselos, mientras su espalda se recargaba en la puerta cerrada.

No podía creerlo, no podía creer que Marcos... su Marcos... había roto sus promesas, ¿Por que mierda había hecho promesas que después sabía que no podría cumplir? ¿Por que le había dado esperanzas? ¡Era un mentiroso! ¡Y lo odiaba! Lo odiaba por haberlo dejado, lo odiaba por haberse ido, lo odiaba por haber dejado que toda su confianza se depositara en él.

Agustín comenzó a lamentar absolutamente todo, lamentaba haberse enamorado, haberse dejado marcar, haber permitido que su embarazo siguiera, lamentaba haberse ido a Alaska con Marcos, haber dejado su antigua vida atrás, haberlo conocido, lamentaba haber asistido a esa fiesta, incluso lamentó haber nacido.

Porque ahora todo dolía mucho, ahora el dolor era más insoportable que nunca. Ahora el sufrimiento se expandía cada vez más, y Agustin no podía resistir tanto, era demasiada tristeza, demasiado el dolor, demasiado el desaire que padecía su alma.

Y deseo nunca haber encontrado a su alfa, deseo nunca haberse topado con esa mirada que siempre le transmitió tanto. Deseo que sus vidas no se hubiesen cruzado, que sus mundos no hubiesen colisionado, que sus almas no se hubiesen enlazado.

Deseo que nada de los últimos nueve meses hubiese pasado. Quería remontarse a aquel tiempo, quería sentirse libre de nuevo, quería volver a ser aquel tonto e inmaduro adolescente que bebía, se drogaba y tenia sexo con quien quisiese, sin recibir quejas ni reproches de nadie.

Ansiaba volver a esa vida de mierda, donde el dolor no era tan insufrible donde todo se resolvía con una buena cogida y un porro de por medio.

Prefería mil veces esa porquería, a estar sufriendo la gran presión en su pecho que casi no lo dejaba respirar.

Pero era un punto sin retorno, siendo demasiado tarde para volver a atrás. Ya no podía regresar a lo que era, ya no podía hacer nada más, porque no quería vivir la vida que eligió junto a Marcos, sin Marcos.

Y es que ambos habían construido todo tan alto, y ahora estaba cayendo.

Si a Agustin le hubiesen dicho diez meses atrás que su destino sería suicidarse por culpa de un alfa y de un hijo técnicamente perdido, se habría echado a reír con ganas, soltando ruidosas carcajadas que después le habrían hecho doler el estómago. Después se calmaría, tomaría aire y se echaría a reír de vuelta, yéndole a contar el chiste a sus amigos para que se rieran con él.

Y fue entonces cuando el omega advirtió del gran impacto que causó Marcos en su vida en menos de un año. Porque ahí estaba tomando valor para cometer el suicidio.

Dejo de llorar y se miro en el espejo, viendo la vida que se escapaba de sus rojizos y apagados ojos. Ya estaba muerto antes de matarse, cerró su puño, canalizó su ira, y sin titubear golpeó el mismo con toda la fuerza que fue capaz de dar, logrando de ese modo destrozar el vidrio en varias partes que algunas cayeron en el lavado.

Tomó un filoso trozo, apoyó la punta en su antebrazo izquierdo y, sin siquiera pensarlo, lo atravesó brutal mente sobre su piel. Jadeó, contrayendo su rostro de dolor, mordiéndose el labio inferior para evitar que los gritos salieran. Y mientras la sangre de una de sus arterias cortadas comenzó a fluir, repitió el proceso en aquel mismo antebrazo, gimiendo e iniciando una nueva ronda de angustioso llanto.

Marcos había roto sus promesas, así que el rompió la suya.

Observar la sangre resbalando por todo su antebrazo, goteando hasta alcanzar el suelo, le bastó para dejarse caer totalmente debilitado y turbado. Su cuerpo temblaba, recibiendo leves espasmos, y se quedó ahí, en el piso, desangrándose hasta que todo se volvió oscuro para él.

Agustín no consiguió lo que anhelaba. No supo que fue lo que ocurrió después de desvanecerse en el baño, pero si supo que no había muerto.

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Where stories live. Discover now