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Agustin era un completo manojo de nervios. No sabía que hacer, no sabía que mierda estaba pasando con su alfa, ¿Ya era hora de entrar en pánico? ¿Ya los habían descubierto? ¿Ya iban a matarlos? ¡Ni siquiera había pasado un año! ¿Y ahora que haría? Agustín daba vueltas en la sala, impaciente, desesperado, totalmente asustado.

De pronto, su aliento fue robado cuando, de la nada, la luz se cortó en toda la casa. El corazón del Omega se aceleró aún más, sus pupilas dilatándose en la casi total oscuridad, el miedo presionando en su pecho con fuerza. Se quedó paralizado con sus ojos tornándose llorosos. Soltó un agudo grito cuando un sonido resonó dándole un susto, pero solo era su celular, una llamada siendo recibida. Temeroso, camino con cuidado hacia el sonido. Un inmenso alivio lo llenó completamente al ver que era Marcos. Así que, atendió.

— Marcos... – musitó al borde de las lágrimas.

— Bebé, tranquilízate, estoy bien, solo... – un melancólico suspiro se escuchó del otro lado de la línea – Nos encontraron.

Agustin inhalo aire con miedo, cubriéndose la boca con su mano disponible, mientras las gotas saladas ya adornaban sus mejillas.

— Un grupo está dirigiéndose hacia ahí, van a intentar atentar contra los guardias que vigilan la casa... mi equipo y yo iremos por vos, te voy a sacar de ahí, ¿de acuerdo? Vos tranquilízate, amor, ¿te acordaste de lo que te dije que hagas en caso de emergencia? Hacelo, y por favor, cuídate mucho – hablo Marcos angustiado, esforzándose por mantener la calma.

Los sollozos del omega ya se hacían escuchar, tan histéricos y desesperados.

— Todo va a estar bien, amor, confía en mi. Ahora necesito que seas fuerte, bebé, se que vas a poder. Toma un arma, anda a esconderte y escúchame bien, pase lo que pase, no salgas de ahí, a menos que sea yo quien aparezca. Confía solo en mi, bebé. Si alguien más quiere llevarte, sea quien sea, dispara... yo... d-debo irme. Nos vemos en un ratito, mi vida. Te amo demasiado, nunca te olvides de eso.

— Marcos... y-yo... – musitó con un hilo de voz e intentó decir algo más, pero entonces la llamada fue cortada. Inhaló hondo, hipando, y aunque ya nadie lo escuchara dijo –: también te amo.

Se secó las lagrimas de las mejillas y, dispuesto a salir con vida de esa situación, se dispuso a seguir las instrucciones que Marcos le había dado. Con la luz de su celular buscó el escondite más cercado de alguna de las calibres. Al empuñar el arma, se dirigió con cautela a la planta alta, no sin antes tomar de su nido una frazada que olía mucho al alfa, así tendría algo con que calmar su ansiedad. Así que, con mantita y pistola, subió al primer piso y después al ático, donde ahí se escondió, justo detrás de un mueble viejo y algo polvoriento.

En ese oscuro y frío sitio le tocó esperar la salvación o la muerte. Agustín rogaba porque fuera la primera opción, rogaba al cielo que Marcos llegara primero que los malos. Porque, sinceramente, no sabía si se animaría a disparar si alguien más apareciese. No, no podría, ¿De que mierda había servido tanto entrenamiento si, al fin y al cabo, aún seguía siendo un cobarde que no se atrevía a herir a nadie? Era una completa decepción.

El omega se sobresaltó, entrando en pánico, cuando, se repente, un tiroteo se presentó fuera de la casa. El miedo lo invadió, cortándole la respiración al sentir los disparos tan cerca, y la inmensa angustia de Marcos golpeando en su pecho no ayudaba en nada.

Se descubrió a sí mismo sollozando, apretujando la frazada con una de sus manos al tiempo que empuñaba el arma con la otra. Su pulsó temblaba, todo su ser temblaba. Luchaba por acallar los chillidos que su omega interior soltaba, llamando a su alfa.

Los disparos volvieron a resonar, pero esta vez mucho más cerca. Ya habían entrado en la casa, y eso solo hizo que el rizado se sumergiera aún más en el terror absoluto.

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin