𝐓𝐀𝐑𝐈𝐊 | 𝟢𝟣𝟣

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—Está bien

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—Está bien...todo esta bien ahora. Estoy a tu lado, querido mío.— la desfigurada forma de Isis había acurrucado en su regazo a su pequeño hijo de cinco años con fuerza. Había pasado por un momento tan angustiante, ¿Qué habría sido de ella si no hallaba a Horus? Se habría convertido en una loca por completo. Afortunadamente logró tener una vez más a su hijo entre sus brazos —Ese cruel Seth, es un dios atroz. ¡¿Cómo te atreves a llevarte lejos de mí a mi querido hijo?!, Es algo imperdonable, ¡Jamás voy a perdonartelo!

¿Seth?...

—No temas más Horus. Tu madre promete que nunca más volverás a pasar por una angustia así.— ella besó su mejilla y volvió a abrazarlo con fuerzas.

—Esta bien.— oyó decir a su pequeño hijo.

Así que su nombre era Seth...

—Te prometo además— al alzar la mirada se halló con los llorosos ojos de su madre envueltos en un tono rojo —que te devolveré lo que te han arrebatado. ¡No permitiré que vivas en esta humillación!, ¡Tomaré lo que es nuestro, no importa qué!, ¡No importa qué!

Sentenció Isis. Horus cerró la mirada y dejó que su frágil madre derramara todas las lágrimas que venía cargando durante tanto tiempo. Él podía hacer oídos sordos al respecto, porque no era algo que deseara volver a poseer después de todo o no era algo que le interesaba.

Lo que realmente él que era...

—¿Horus?

La voz dulce de una mujer lo hizo despertar del trance en el que había entrado de repente. Al notar que al lado del pasillo estaba la diosa del amor y de la belleza no tardó en darse cuenta a su vez que había caminado un largo trecho del pasillo principal al jardín del templo de Isis.

—Hathor.— nombró a la diosa con algo de sorpresa.

—¿Qué es lo que te trae por aquí?— ella era bellísima. Aquellos ojos violeta eran encantadores. También su cuerpo era perfecto. Era la personificación física de la belleza en su totalidad.

—En serio lo lamento, parece ser que te eh interrumpido.— notó tarde que al lado de la diosa había un arpa. Seguramente ella estaba practicando hace momentos atrás y su presencia solo la distrajo de sus deberes.

—¡Oh, no, no hiciste tal cosa!— de repente empezó a inquietarse al tener la atención del hijo de los cielos encima suyo. En lo primero que pensó para poder ocasionar una sorpresa en él que la favoreciera fue en lo siguiente: —¿No te gustaría oír una pieza que compuse hace instantes?

Él no respondió al respecto, pero su silencio le bastó a Hathor para que comprendiera su aceptación.
Tomó el arpa con una esfinge hecha de oro puro como adorno en un extremo y empezó a tocar unas hermosas notas que hacían un encantador sonido.

—¿La primera prueba será mañana?— indagó luego de haber terminado de brindarle al hijo de Osiris un show de sus más hermosos sonares de arpa.

—Así es.

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