Mal presentimiento

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Los Ángeles, California.
Abril 23, 2022.

Alexandra

Realmente no sé qué es más molesto, si chocarme con una mujer totalmente al azar y derramar mi bebida sobre mí, o tener que encontrarme con la misma mujer horas después en mi club nocturno favorito. Para colmo, soportar el balbuceo incesante de la mujer borracha, todo para que al final, yo misma me ofreciera a llevarla a su casa.

Cuando nos chocamos en la tarde afuera de la cafetería, le dije que no debía preocuparse por el accidente,-porque sé muy bien que eso fue.- únicamente porque no fue solo culpa suya; yo estaba terminando de enviar a mi secretario todo el papeleo que debo firmar. Además de que no tenía tiempo para discutir y llamar atención innecesaria a nosotras, porque tenía que llegar a una reunión importante y, gracias a ella, tenía que cambiarme de ropa antes de asistir a ella.

—Dame tu teléfono.—pedí irritada. Ella y su amigo están demasiado ebrios siquiera para darme la dirección de su departamento. Llevamos media hora dando vueltas sin sentido porque no pueden ponerse de acuerdo.

—¿Para qué lo quieres?—espetó la mujer.—¿Acaso quieres robarnos?—sacó su celular del bolsillo, pero no me lo entregó.

—No, genio.—se lo quité a la fuerza. ¿Para qué lo sacaría si piensa que voy robarlo?.—Google Maps guarda la dirección de los lugares a los que más recurres, la dirección de ustedes, par de borrachos, debería estar ahí.—desbloqué el celular con su huella y entré a la aplicación ignorando por completo su fondo de pantalla. Que, por cierto, era una foto de ella completamente desnuda. ¿Quién hace eso?

Cuando por fin llegamos a la dirección, en una calle cualquiera de LA, los llevamos a su apartamento en el último piso.

—Jefa, ¿Cree que es buena idea que nos llevemos su auto y las llaves? Podría demandarnos.—Preguntó Marcos a mi lado sosteniendo al hombre rubio.

—Una denuncia por "robo de auto" no me preocupa.—respondí.—Me preocupa que quieran volver al club en ese estado y se causen algún daño a ellos mismos por conducir ebrios.

­—Alex, eres muy blanda. ¿Seguro eres el Lobo Líder?—se burló Marcos a mi lado.

—Vuelve a cuestionarme y te dejo sin hijos con ayuda de mi navaja.—amenacé seria.—Son jóvenes, no deberían morir por una estupidez como esa.

Tras el susto que le di con mi amenaza, Marcos y yo entramos a la pareja de desmayados y los pusimos en la cama de la primera habitación que vimos.

—Busca una servilleta. Les dejaré mi número para que puedan recuperar su auto.

—¿Estás segura de que es buena idea darles tu número personal?, podrías solo darles tu número de trabajo y ya.

—Ese celular apenas y lo reviso. Es más seguro que le responda con este.

—Como digas.—Marc finalmente cedió y me dio su esfero para escribir la nota.

Dejamos la nota sobre la encimera con la esperanza de que la vean y recuperen pronto su vehículo. Tan pronto dejamos la nota, nos fuimos del departamento.

—Aquella morena, llamó tu atención, ¿no es así? Por eso te preocupaste por ella y su amigo y dejaste tu número personal.

—Ya te dije por qué les dejé mi personal, además, te conté lo de esta tarde, ¿no? Únicamente les estoy haciendo un favor considerando las circunstancias.—me defendí.

—Pero Alexandra Fairchild no hace favores gratis a la gente. Mucho menos a desconocidos.—volvió a atacar.

—Esto es suficiente para chantajearlos en un posible futuro.—me encogí de hombros.

Jugando con la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora