Un dulce coctel

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Los Ángeles, California.
Mayo 08, 2022.

Summer

Han pasado dos semanas desde que encontraron a aquel lobo y lo presentaron como posible sospechoso en el asesinato de mis padres.

Es lunes y desde temprano estoy en la estación, leyendo y revisando un sinfín de artículos que llevan las huellas del Clan Lobo. Artículos que van desde pequeños espacios en los periódicos y comentarios y testimonios de la gente, hasta páginas y páginas completas de crímenes que se cree, ellos han cometido. Toda esta información de los últimos 22 años.

Normalmente tener la nariz metida entre libros, carpetas y artículos mientras hago mi trabajo me mantiene ocupada de cualquier otro pensamiento e incluso de los olores de mi alrededor. Pero ha habido uno en particular que no se ha ido por completo, sigo percibiéndolo incluso con las dos semanas que han pasado: el perfume con olor a naranja de Alexandra.

Vivir con hiperosmia no es sencillo. Tener un olfato muy sensible en un mundo donde se ponen perfumes y ambientadores por casi cualquier cosa es horrible. Y no hablemos de momentos en donde el ambiente huele mal, porque podría llenar varias páginas quejándome de lo mal que pueden llegar a oler los baños públicos cuando los descuidas un día.

Volviendo al tema del perfume, ese que no logro sacar de mi cabeza. Ese ligero aroma a naranja, recordándome que los cítricos han sido mis favoritos desde niña. Un ligero aroma que solo llego a remplazarlo cuando el olor del pan recién horneado invade hasta el último de mis sentidos.

Estoy tentada a dejar un rato todos los archivos que estoy revisando con tal de poder llamarla y oler su perfume nuevamente. Sin embargo, hay algo en ella que me hace dudar de esa idea, algo sospechoso en ella. Sobre todo, cuando me pidió una disculpa con ese tono tan arrogante que usó.

Mientras pensaba en esto y me traían la siguiente pila de artículos que debo leer, me llegó un mensaje de un número desconocido. Naturalmente lo ignoraría, pero llegó otro; a este lo leí en la barra de notificaciones.

"¿Te parece bien si nos vemos un momento?"

En un primer momento dudé en responderle. ¿Sería acaso algún tipo de chantaje, una estafa o un acosador?
No me importaba mucho, tengo amigos en la policía y yo soy una detective, sé cómo defenderme sola en caso de ser necesario. Hasta que llegó un tercer mensaje dejándome sorprendida.

"Soy Alexandra Evans. En caso de que ese cerebrito tuyo ya esté trabajando en disparates dignos de una película."

Pronto entré en la aplicación para revisar los mensajes y mirar la foto de perfil. También comprobé que el número del que me escribía, era el número al que había marcado aquel día en el que se llevó mi auto. Cuando guardé el contacto, una llamada apareció en la pantalla y accidentalmente contesté.

-Finalmente contestas.-se rio una voz al otro lado de la línea.

-No contesto llamadas de desconocidos.-dije lo más seria y monótona que pude. En el fondo si me sentía un poco alegre de que me llamara cuando estaba pensando en ella.

-Pero contestaste la mía.-volvió a reírse, esta vez, sonando un poco más coqueta.

-Estoy trabajando en algo. No tengo mucho tiempo, por lo que me gustaría que fueras breve.-mentí. Es mi día libre, no debería estar en la estación.

-Oye, yo también soy una mujer muy ocupada, deberías estar agradecida de que te llamara.-Juro que casi pude verla haciendo el puchero de una niña caprichosa. Se quedó en silencio al ver que no respondí a su comentario.-¿En qué trabajas?-preguntó finalmente con curiosidad.

Jugando con la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora