Capítulo 121.-

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Axel Vega Lazcano

León, Guanajuato, México

Sentí que volví a vivir ese día cuando abracé a mi hermosa mujer, lástima que Ale, tenía que estar encima de mí, como siempre, pero en ese momento poco me importó y la separé abruptamente de mí, ante el asombro de todos, especialmente de Mauricio quién, para que no se viera mal, la manera en la que rechacé a Ale, se me acercó y me abrazó y después abrazó a Ernesto, pues le dio mucho gusto, vernos a ambos con bien.

–Que bueno que todo ha salido bien, con ustedes – Mauricio, nos dijo a Ernesto y a mí – Lamento mucho lo que ha pasado, menos mal que, el apoyo que les mandé, pudo evitar que pasara una tragedia.

–Así es Mauricio, menos mal que Axel y yo estamos bien – Dijo Ernesto – Te agradecemos el apoyo.

–Sí socio, gracias por la ayuda y todo salió a como lo planeábamos. Afortunadamente, tuvieron que tomar el trato, al verse acorralados – Respondí con la verdad – Aunque, por unos momentos pensé que no íbamos a volver.

–No, eso hubiera sido terrible – Amaia volvía a llorar – No sé que hubiera hecho, si no volvías Axel.

No dije nada y no me importó nada en ese momento, la abracé delante de todos y si nos hubieran descubierto desde entonces, me daba igual. No quería soltar a mi mujer, por nada del mundo. Ella era mi vida, era por ella que, yo quería volver con bien de ese lugar, porque no me hubiera gustado verla sufrir si yo ya no regresaba. 

Afortunadamente el esposo de Ale, llegó por ella y la güera como siempre, nos salvó a Amaia y a mí, diciendo que, ella llevaba a Amaia a casa de Luis Miguel, aunque ambos sabíamos que iríamos a nuestro departamento, ya me urgía irme al departamento.

–Axel, Ernesto, ya vamos todos a descansar – Nos dijo Mauricio – Tenemos que reponernos de este terrible susto y tener algo de sueño. Amaia, ¿Vienes conmigo?

–No, papá – Respondió Amaia – La güera, como le ha dicho a Ale, me llevará con Luis Miguel, tenemos que ir al Tec temprano y allá están mis cosas.

–Bien, con cuidado y gracias Ivanna, por tus atenciones con mi hija – Mauricio le agradeció a mi amiga – Que descansen.

–Tú también descansa, Mauricio – Me despedí de él.

Amaia y yo, nos quedamos con la güera a esperar a que se fueran yendo los demás y después salimos para irnos. Dejé hasta mi auto, ahí en el despacho, no quería soltar a mi mujer para nada, ni ella a mí. Así que nos fuimos con la güera llevándola de chofer, pues me subí atrás con Amaia. No nos importaba nada, que no fuera estar juntos, no la quería soltar, ni dejar de abrazar ni de besar, ni por un momento.

–Amaia, mi amor. Te amo, preciosa – Le decía entre beso y beso – Sentí, que no te iba a volver a ver.

Todo lo que había pasado por mi mente, de solo pensar que yo ya nunca más la volvería a ver y que ese iba a ser mi fin a mano de esos delincuentes, me había puesto demasiado alterado.

–Axel, yo me quería morir sin ti – Ella, apenas pudo responderme – Te amo y si algo te pasaba, te juro que me hubiera muerto contigo.

–No preciosa, ambos estamos aquí, vivos y muy enamorados.

–Axel, no me sueltes, mi amor. No me sueltes nunca, por favor – Ella me pedía – Te amo, te amo mucho.

Nos regalamos muchos besos muy apasionados y no la dejaba de abrazar, ni de sentir en todo el camino. Llegando al departamento, apenas lo pisamos y la llevé en brazos a nuestra recámara, hasta la güera se sorprendió, de la urgencia que, ambos teníamos por estar juntos, porque lo que había vivido había sido un suplicio y necesitaba sentir a mi mujer.  

Apenas, senté a Amaia en la cama, ella se puso de pie y empezó a desabrocharme la camisa, con desesperación y yo hice lo mismo con su blusa, se la quité y la dejé a un lado y tiré de su falda hacía abajo, para que esta cayera al suelo. Tomé a Amaia de la mano y entramos al cuarto de baño.

Amaia me besó intensamente, en la puerta del cuarto de baño y eso encendió, cada parte de mi ser, que pedía a gritos hacerla mía, cuanto antes. La senté en la orilla del jacuzzi, mientras lo empezaba a llenar y a echarle las sales de baño aromáticas y ella me miraba, con esos ojos hermosos suyos. 

Se veía muy sexy sentada con solo su ropa interior y sus zapatillas de tacón puestas, mientras que yo, solo tenía puesto ya, el pantalón y los zapatos, los cuales iban a desaparecer en un santiamén.

–Axel, hazme el amor, mi vida – Me suplicó – Estoy desesperada.

Yo me encontraba en iguales condiciones y creo que hasta peor, de solo recordar que estuve a punto de perder la vida y ella perderme para siempre, se me ponen los pelos de punta, casi veo pasar la vida delante de mis ojos.

–A eso voy, preciosa – La miré vuelto loco de deseo – Tenemos que esperar a que se llene el jacuzzi, pero mientras haré algo.

Caminé hacia ella y me puse de rodillas en el piso ante su asombro, me incliné para desabrochar una de sus zapatillas y cuando se la quité, la llené de besos desde la punta de sus pies y así fui subiendo hasta llegar, fuera de su prenda intima notando como ella, se estremeció cuando hice eso, para después hacer lo mismo al quitarle la otra zapatilla. 

Me separé de ella y me deshice de los zapatos, los calcetines y del pantalón y después la ayudé a ponerse de pie, para quitarle su top y bajar desde su cuello, besándola, por todo su vientre hasta despojarla de su panty, para mirarla totalmente desnuda.

–Axel, ya por favor – Me pedía con desesperación – Ya no aguanto, no puedo esperar más.

Sus palabras, me excitaron más de lo que yo ya estaba, claro que yo necesitaba sentirla, necesitaba sus besos, sus manos, porque había pensado qué era el fin para los dos.

–Ni yo tampoco, preciosa.

El jacuzzi no se llenaba y ella y yo, estábamos que, ya no podíamos más. Me deshice del bóxer también y me puse un preservativo, la cargué en mis brazos, para sentarla en el mueble del baño y pegarla a mí, la besaba con mucha pasión y ella estaba totalmente empapada para recibirme, lo que terminó de volverme loco por completo.

Entonces separé sus piernas, pasando mis manos por sus muslos, hasta donde me lo permitían, y me deslicé con mucho cuidado dentro de ella, me moví despacio al comienzo y luego tuve la urgencia de entrar por completo y ella me recibió gustosa, sus talones los sentía en mi trasero, urgiéndome a ir más profundo cada vez más, porque quería sentirla en su totalidad, dándome todo el placer y yo dándoselo a ella.

El Socio de Mi PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora