VIII

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Rachel James.

Lyra Stone.

Londres, Inglaterra.

Tres años antes, época pasada.

Christopher ni siquiera está aquí, y me preocupa eso, teníamos una cita, se supone que se lo dije está mañana.

Todos en el restaurante me miran con lástima como si supieran que me han dejado plantada y odio eso, le dije a Christopher que era muy especial para mí.

Pido la cuenta, pago y salgo del restaurante respirando el aire de Londres.

Suspiro cansada de lo mismo de siempre, amo a Christopher Morgan tal y como es, lo conocí como es, se que no se le dan las cosas románticas pero esto se supone que era especial.

Pido un taxi, le digo la dirección y arranca. Trato de calmarme, se que si discuto con él la lastimada seré yo.

En cuanto estamos frente al edificio le pagó al conductor y me adentro, saludo al guardia de seguridad y le pregunto si mi prometido está en nuestro penthouse, y cuando me dice que si, respiro hondo.

Le sonrió mientras me despido y me encamino al ascensor, en cuanto estoy frente a la puerta del penthouse, vuelvo a respirar hondo.

Abro la puerta y encuentro todo oscuro, me encamino hacia la habitación y no veo a nadie hasta que escuchó el sonido de la regadera.

Dejo mi bolso en mi armario y cuando entro nuevamente a la habitación, Christopher sale del baño con una toalla alrededor de su cintura y el pecho y abdomen al descubierto.

— ¿Dónde estabas Christopher?— Pregunto.

— Trabajando, para así poder darte los lujos que te das como si lo que ya gastas no fuera suficiente— Responde, y a lejos se nota el sarcasmo.

— En ningún momento te he pedido que lo hagas y mucho menos te he pedido para mis gastos, para eso trabajo y tengo mi puesto— Se ríe en mi cara mientras yo me mantengo completamente sería.

— Un puesto que conseguiste gracias a tu apellido y a tu familia, no por logros— El nudo en mi garganta se hace presente y el dolor en mi pecho también.

Me mantengo callada mientras lo miro, él también piensa lo mismo, me volteo yendo en dirección al baño en el transcurso llevando mi ropa.

Me encierro en el baño y permanezco callada.

Apretó mi mandíbula cuando las lágrimas caen por mi rostro, odio llorar, siempre lloro, ya estoy harta.

Me meto a la regadera y dejó que las gotas caigan sobre mi cabeza.

Cuando ya estoy completamente bañada y vestida, me preparo mentalmente para salir del baño.

Salgo y encuentro a Christopher acostado en la cama con su MacBook, cuando escucha el sonido de la puerta dirige su mirada hacia mi, le da igual y sigue con lo que hacía.

Fénix✓.           Christopher Morgan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora